"La Reconquista comienza en tierras andaluzas y se extenderá en el resto de España". Con este tuit celebró Vox su éxito electoral en las elecciones andaluzas del pasado diciembre. La recuperación del concepto de "Reconquista" y su utilización sistemática por parte del partido ultra han generado desde entonces diversas reacciones entre los historiadores, que critican la perversidad de la maniobra de emplear un término controvertido de por sí para una campaña política con tintes xenófobos. Entre los más críticos con esta actuación destaca la figura de José Álvarez Junco, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid y autor de ensayos como Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (por el que ganó el Premio Nacional de Ensayo en 2002) y Dioses útiles. Naciones y nacionalismos (2016).

-Empecemos por el concepto: la Reconquista.

-Obviamente se refiere a volver a conquistar un territorio que previamente fue nuestro y que alguien nos arrebató, se supone que injustamente, y lo volvemos a recuperar. Pero una ciudad como Granada no puede ser reconquistada, porque no existía antes de su fundación por los musulmanes, nunca fue cristiana.

-¿Cree que la batalla de Covadonga es una ficción?

-Hay bastantes motivos para creer que Covadonga y don Pelayo pueden haber sido casi casi inventados o, por lo menos, muy embellecidos por los cronistas de Alfonso III, que era ya un rey relativamente poderoso. Los poderosos siempre han tenido "historiadores", entre comillas, a su lado.

-El término "reconquista" se acuña en el siglo XIX, ¿no?

-El término no se estabiliza hasta la primera mitad del siglo XIX. Lo consagra Modesto Lafuente, y para finales de ese siglo ya está completamente estabilizado y todo el mundo habla de la Reconquista como un periodo histórico y una especie de guerra intermitente que dura ocho siglos. Pero no fue una guerra, fueron muchas y muy diversas, y entre medias hubo periodos larguísimos en los que no hubo guerras.

-Ese concepto tendrá una difusión especial durante el franquismo.

-Sí, claro. En 1492 coincidieron tres momentos clave en la historia de España: la caída de Granada, la expulsión de los judíos y la llegada de Colón a América y el comienzo de la colonización. Tal y como se presenta en el franquismo, es el año apoteósico de la nación española, que por supuesto se identifica con la monarquía.

-Algunos historiadores interpretan que la singularidad de España es que no era una nación como tal, sino un imperio que, en un determinado momento, quiere convertirse en una nación. ¿Lo comparte?

-Naturalmente, en los siglos XVI, XVII y XVIII es una monarquía imperial. Como dice John Elliot, era una monarquía compleja, que tenía una zona enorme de influencia. Durante su periodo de máxima extensión, cuando dominaba América y las Filipinas, pues estas tierras son colonias, se las llame como se las llame. Es una monarquía imperial. Y la conversión de esa monarquía imperial en nación moderna es algo que se hace a partir de la pérdida del imperio, ya en el siglo XIX.

-¿Es esta singularidad el origen de algunos de los problemas territoriales que sufre el país?

-Sí, por supuesto. En la construcción de ese nuevo estado que se inicia en las Cortes de Cádiz, y que resulta muy dificultosa, tienen que plantearse si va a ser un estado unitario centrista, de tipo francés, o si va a ser una cosa más descentralizada, un poco al estilo federal norteamericano o inspirado incluso en la monarquía británica, que aglutina reinos con un cierto grado de autogobierno. En España se opta por el modelo centralizado, lo que como sabemos ha dado lugar a problemas.

-En la Historia de España, ¿algún otro régimen hizo un esfuerzo como el del franquismo para transmitir esa manera única de ver el pasado?

-No, nunca. Nadie había hecho un esfuerzo tan grande. Miguel Primo de Rivera había hecho algo, pero muy poco comparado con lo que se haría después de la guerra. Fue una enorme campaña nacionalizada que duró un mínimo de 20 o 25 años, desde la guerra hasta mediados de los sesenta. Ahí ya empiezan a surgir algunas explicaciones alternativas.

-Para algunos, el énfasis por revisar los referentes históricos promocionados por el franquismo dejó en la Transición el terreno libre a los nacionalismos periféricos para imponer sus propios referentes.

-Hubo una reacción contra el franquismo por parte de los historiadores: los que éramos jóvenes en los sesenta y setenta nos lanzamos a hacer la historia del movimiento obrero, para sustituir los mitos nacionales. Pero los nacionalismos periféricos no: ellos iban al revés, estaban conectados a la lucha en contra del régimen: lo identificaban como obsoleto y autoritario, mientras que ellos eran modernos, europeos, demócratas... Así ganaron una aureola de legitimidad y de prestigio.

-Pero su discurso histórico no se sostiene.

-No. Pero hay algunos historiadores entusiastas del nacionalismo que lo apoyan. Gente de tanto prestigio como el fallecido Josep Fontana, que estuvo presidiendo aquel congreso sobre 1714 de España contra Cataluña, que se celebró en 2014. Hubo historiadores que se sumaron al carro nacionalista.

-Los partidos hacen un flaco favor a la historia si recuperan discursos como el de la Reconquista por parte de Vox, ¿no?

-Pues sí, pero les da votos. Hay mucha gente que no quiere pensar estas cosas con más complejidad y se agarran a estos prejuicios. Es igual que si dicen "los emigrantes son los malos". Algunos se creen que, en el pasado, España siempre fue buena y generosa. No buscábamos enriquecernos, como los ingleses, e íbamos por el mundo predicando el cristianismo. Pues eso, va la gente y se lo cree.