Vuelve a la noche, su gran inspiración.

He intentado llevar un nuevo trabajo hecho en los últimos años, que se llama Expresionismo Feroz, para acompañar a Vari, un gran amigo. Es una mirada que tiene que ver con las sombras, pero a mi manera juguetona. El expresionismo potencia el misterio, la búsqueda a través incluso de la deformidad?

¿La mejor imagen es la que se oculta?

No, la mejor imagen no existe. Existen imágenes más lúcidas que otras. Pero cuando empleamos la palabra mejor, pecamos.

A usted siempre se le ha relacionado con lo nocturno, con esa fama de gamberro?

(Ríe) No lo sé. Lo que pasa es que yo fotografié los ambientes underground del Madrid de finales de los 70, 80 y 90?

Y le quedó ese sambenito de fotógrafo de la Movida?

Me habría gustado serlo, pero yo no tuve entonces conciencia. Solo fotografié mi pequeño mundo. Dentro de eso, sí, pero no con la conciencia de una generalidad.

En la Movida le aconsejaron que se dedicara a otra cosa.

Sí, la primera vez que intenté vender mis fotos. Pero si uno no tiene fe en sí mismo? Además, en general, hubo siempre un prejuicio contra la juventud. Y en aquella época yo era muy joven, muy rockero. Esas mismas fotos que me dijeron que no valían para nada, hoy en día están en muchos museos.

¿La fotografía exige vanidad?

No la fotografía, el sentimiento de artista. Y más que vanidad, es la soberbia de la obra, de ser propia.

"Dulce monstruo de juventud", lo llamaba en una de sus últimas exposiciones.

Sí, aunque no hice ningún texto. Tenía que haberme preocupado de hacerlo, pero son tantas cosas? Con las exposiciones hay que hacer un discurso y un desarrollo.

¿Por eso se introdujo en el vídeo? ¿No era suficiente el grito mudo de la imagen?

Ese es otro camino de trabajo experimental, otra manera de crear. Eso sí, requiere un guion, con lo cual me obliga a escribir.

Con su cámara ha captado a figuras como Pedro Almodóvar, o Camarón de la Isla. Tiene un objetivo profético.

A Pedro Almodóvar solo le hice una vez unas fotos, y no son buenas, son vulgares. Camarón es otra cosa, las hice con más conocimiento, y son fotografías más intencionadas. Pero cuando le retraté, ya era Camarón. Las hice para una revista, pero fueron tan buenas que se convirtieron en iconos.

¿Qué siente ante ellos?

Me sorprendo de haberlas hecho yo (ríe). Me pasa a veces que voy a casa de alguien y veo una foto mía de hace 20 o 30 años y me gusta. Sigo encontrando que la imagen se mantiene con el tiempo, que es lo que las hace buenas.

Ahora estamos con los millenials , los Z? ¿Hay diferencia entre un selfi y un autorretrato?

Son diferencias sustanciales. La mayoría de los selfis no tienen ninguna intencionalidad más que el hedonismo, y a veces muy precario. Pero el autorretrato necesita una intencionalidad y una búsqueda. Cada vez que coges la cámara empieza el ejercicio. Siempre hay algo que quiere salir, y siempre hay algo que no va a hacerlo.