El destino quiso que Joy Amen Omoruyi llegara hasta Pamplona y conociera a Alicia Giménez, coordinadora de Acción Contra la Trata, para fundar Las poderosas, donde un grupo de mujeres supervivientes de distintas violencias se han unido para luchar por los derechos de todas las mujeres. Tras dejar su país, Nigeria, en 2010, en busca de un futuro mejor para ella, su madre y sus dos hijas y pasar más de un año ejerciendo la prostitución en Austria para pagar el dinero que debía a la red de trata que la trajo a Europa, decidió que era el momento de decir basta.

Hace diez años que salió de Nigeria en busca de un futuro mejor.

Sí, Nigeria no es un país fácil para las mujeres, y menos sin pareja y teniendo dos hijas a las que alimentar.

¿Y el padre de las niñas?

Le dejé después de tener a las niñas y tras muchos años de abusos y de golpes, decidí volver con mi madre porque no quería que mis hijas crecieran en ese ambiente.

¿Tenía usted trabajo?

No tenía pero sé cortar el pelo, así que hacía trabajos de peluquería. Pero vivía con mi madre, sus 6 hijos y mis dos hijas y no era suficiente. Entonces una mujer me preguntó que si no me gustaría ir hasta Europa.

¿Y cuál fue su respuesta?

Que me encantaría, pero que no tenía dinero. Fue entonces cuando me dijo que tenía a alguien en Europa que podía ayudarme a llegar hasta allí, y acepté.

Pero la mujer sabía perfectamente lo que le estaba proponiendo

Claro, tienen diferentes formas de convencerte. Ella me dijo que en Europa podría ganarme la vida con la peluquería, otras veces te dicen que tienen hijos allí y que te dedicarás a cuidar de ellos... No te fuerzan, tratan de convencerte. Y en Nigeria pensamos que Europa es un paraíso.

¿Sabía en lo que se metía?

Sí, sabía que estaban traficando conmigo. Lo sabía. Iba a llegar a Europa sin usar mi dinero, por lo tanto era dinero que tendría que devolver. Es el trato que haces con ellos, luego empieza el proceso. Te llevan a varios sitios de vudú para hacer diferentes rituales en los que te dicen que la mujer que te está ayudando es tu madame, que te va a ayudar a ti y a tu familia y que te está haciendo un enorme favor, por lo que estás en deuda. Luego me dijeron que tenía que pagarles 20.000 euros. Y no tienes elección, la situación en Nigeria es muy mala, no hay futuro, y aceptas. Además, no entiendes de euros, así que no sabes la cantidad real.

¿Y después?

Fui a visitar a la hermana de la madame -la madame estaba en Austria- y me quedé en un hostal hasta que me presentaron a un hombre que trabajaba llevando a gente de Nigeria a Libia. Viajamos un grupo de 18 personas, 16 mujeres. Yo creo que nueve de ellas eran de la misma tratante que yo.

Y entonces llega a Libia.

¡Nooo! [exclama]. Es un viaje muy largo, no es tan fácil, depende del dinero que tengas. Yo tardé algo más de dos semanas porque la tratante pagaba por mi viaje, hay gente que tarda más de un mes. Hicimos muchos viajes en autobús. Y de Libia fuimos hasta Italia.

¿Cómo, en barco?

Sí, por el Mediterráneo. Éramos 66. Estuvimos dos días en el mar.

¿Sabe nadar?

No, [ríe] la mayoría no sabíamos nadar y creo que había alrededor de 9 niños en el barco. Pero el barco de la Marina italiana nos rescató. Todo el mundo estaba muy contento. El mar te pone muy enfermo. Después nos rescataron y nos mandaron a campos de refugiados. Yo a Nápoles.

¿Y cómo se comunica con los explotadores?

Cuando llevaba dos días en el campo conseguí un teléfono. Había mucha gente de Nigeria, de Senegal, de muchas partes de África. Entonces les llamé y me preguntaron en qué campo estaba. Tuve que preguntarlo porque no conocía a nadie y ni siquiera sabía dónde estaba [ríe]. Luego vinieron a recogerme.

¿Y de ahí directa a Austria?

Tuve que esperar unos días en Italia, pero me metieron en un autobús a Roma y luego a Austria.

¿Y cómo lo hizo sin papeles?

No lo sé, ellos se encargan de todo. Te dicen dónde tienes que estar y a qué hora y ya está. "Coge tus cosas y ve al tren", me dijeron. Pero yo no llevaba nada conmigo.

¿Cómo fue la llegada a casa de la madame

Bien, al principio bien, me trataba como si fuera de la familia. Me preguntó por el viaje y si estaba cansada. Así que le conté todo, las cosas que vi en Libia y en el mar, la desesperación. Ella vivía con un novio blanco, en una casa grande y yo empecé a vivir con ellos.

¿Trabajó de peluquera?

Sí, ella me dijo que empezara. Pero no era suficiente para pagarle los 20.000 euros, así que me sugirió que me fuera a las calles. Y lo hice, por primera vez en mi vida. No estaba en clubs, solo en la calle. Ganaba mucho más dinero que con la peluquería, así que me dijo que lo dejara y que me dedicara solo a la prostitución. Estuve más de un año y dos meses en las calles. Y pude pagar 10.000 euros.

¿La relación con la madame

No, aunque nunca peleábamos. Me decía todo lo que quería, me insultaba, a mí, a mis hijos, me decía todo lo que me estaba ayudando... Y llegó un momento en el que decidí irme, después de pagarle 3.000 euros más. Y ahí comenzaron los problemas. Acosó a mi madre y a mis hijas en Nigeria, tuve que mandarle dinero para que se mudara dos veces de casa, acosaba a todos los que me conocían... Entonces me ayudaron a irme hasta España, a Sevilla, donde me quedé con una amiga de un amigo.

La vida en Sevilla no era fácil.

No, no había trabajo, así que vendíamos pañuelos en los semáforos. Después de un año me fui a Pamplona, donde me trataron como una criminal por no tener papeles. Me pusieron las esposas, me bajaron al calabozo, solo por no tener los documentos. Pero yo no estaba haciendo nada malo y esa no es manera de tratar a nadie. Me llevaron al hospital esposada...

Y llegaron Las Poderosas.

Estuve en varios albergues y hablé con un trabajador social al que le expliqué todos mis problemas, ellos me pusieron en contacto con una abogada. Una mujer que cogió mi caso y luchó de verdad por mí. Por eso conseguí los papeles aquí. Fue cuando decidí que iba a luchar por otras mujeres porque no quiero que tengan que pasar por mi misma experiencia. Entonces Alicia [Giménez], de Acción Contra la Trata, Amelia [Tiganus] y yo montamos Las Poderosas. Hicimos el primer taller con clases de autodefensa, baile y un curso de lucha por los derechos.

¿Y la gente comenzó a unirse?

Sí [comenta eufórica]. Se empezaron a unir muchas mujeres, y ahora somos un grupo de 30. Tenemos diferentes talleres que hacemos cada semana.

¿Y cómo se siente?

Estoy muy feliz, mi mayor felicidad es saber que estoy luchando por los derechos de otras mujeres. Solo con saber que entre Alicia y yo hemos ayudado a salir de la trata a tan solo una mujer, soy feliz.