El director de escena Andrés Lima, Premio Nacional de Teatro 2019, lleva hoy a las 20.30 horas al festival FIOT en Pausa de Carballo su obra Prostitución, un drama musical que profundiza en el debate y ofrece los testimonios de las mujeres involucradas en ese mundo en boca de las actrices Carmen Machi, Nathalie Poza y Verónica Yuste.

Presenta su obra Prostitución

Arriesgado no, el tipo de teatro que a mí me gusta es el que mira alrededor y se hace preguntas sobre el mundo en el que vive. Para mí no es un riesgo hablar de ello, hay un debate fuerte sobre la regulación que el feminismo ha puesto sobre la mesa. No es un riesgo sino todo lo contrario, el hecho de poner el foco sobre puntos críticos que creen polémica hace que la gente tenga curiosidad. Así ha sido, es un fenómeno allá donde vamos porque es un tema del que no se habla normalmente, pero atraviesa nuestra sociedad civil, moral y personal, todo el mundo conoce alguien que ha tenido relación con la prostitución, en las zonas oscuras de la ciudad se sabe que es algo tremendo. Eso sí que quiero dejarlo claro: dentro del tema hay dos cosas diferentes, una es la prostitución, otra la trata, que están íntimamente relacionadas.

¿Profundiza en la obra en el debate sobre la regulación o la abolición?

Sí. Hicimos una labor de investigación. Cuando trabajo intento desarrollar o profundizar en el tema a través de talleres. Un año antes entramos en contacto con la productora de Callejeros, que controla mucho el reportaje a pie de calle y quedamos en que yo haría un reportaje y ellos rodarían todo ese proceso. Las actrices eran cómplices desde este primer momento, y ellas eran las que entrevistaban a las prostitutas. Lo que la función hace es dar los testimonios de mujeres en acción, quería que el público se fuera de putas, que las conociera, que se pusiera en su lugar, que intentara entender lo que es prostituirse. Algo muy contradictorio en la prostitución es que es la venta del placer. Además de las mafias, las redes de trata, hay un componente vital que es el moral, que en España está muy marcado por una tradición católica muy férrea, que ha instalado la hipocresía: la prostitución se censura, pero se consume.

¿Tiene que ver esa hipocresía con que el tema continúe siendo un tabú?

Lo tenemos en los genes, pero el espectáculo se llena. Son actrices a las que la gente le gusta ver, pero es un fenómeno especial, todo el mundo quiere verlo, hablar de ello. Muchas mujeres me han dado las gracias por tratar el tema, me han llegado a decir, incluso mi madre, que "todas las mujeres en algún momento nos hemos sentido una puta". Está bien que los hombres lo intentemos comprender, estoy de acuerdo. No es difícil adoptar la postura en contra y decir que esto hay que abolirlo, pero luego te empiezas a encontrar con un montón de mujeres que reivindican la prostitución como trabajo sexual, y que dicen que la única manera de que no sea peligroso es regularlo y estar protegidas. En la obra hay un debate entre una mujer que ha ejercido libremente y otra que ha sido víctima de trata. Me hacía ilusión que ese debate se pudiese dar en el escenario de un teatro.

¿Es posible interpretarlo sin dejar entrever lo que uno mismo opina sobre el tema?

No me preocupa ni dar mi opinión ni que trasluzca en la obra. Yo creo que la obra de arte habla por sí sola. El espectáculo deja libertad a la imaginación del espectador, te ayuda a comprender la realidad. En ese sentido, nos hemos basado mucho en la comedia musical, en el cabaret, son ámbitos en donde la prostitución se ha desarrollado, lugares de comercio con el sexo, cualquiera que haya ido a clubes como el Plaza o el Bagdad sabe de lo que estoy hablando. Para mi gusto, yo doy mi opinión a través del espectáculo. Yo pienso que las mujeres deben decidir por sí mismas, pero primero hay que acabar con la esclavitud en España, la de los temporeros o la de las prostitutas. Yo creo que la regularización supone el control sobre el abuso.

En la obra se narran violaciones, situaciones violentas, trata? ¿Cómo se integra la música con estos temas tan duros sin que pierda carga dramática?

Muy fácil, me remito a muchos ejemplos en el cine: Chicago, Cabaret o cualquiera de esos filmes que hayan tratado el tema y que normalmente han reflejado el mundo en el que vivimos, el mundo de la marginalidad, han usado la música y el baile. Una de las primeras ideas que quería llevar a cabo es el hecho de representar Pichis, el chotis madrileño. Yo me crié cantándoselo a mi abuela, y es una obra sobre un chulo, un proxeneta. Me baso en eso, en la facilidad que tiene para representar lo sórdido. El espectáculo me apasiona, tiene un punto crítico, es el punto de vista que queremos adquirir.

¿Cómo es el proceso en el que las actrices se encuentran con estas experiencias reales y duras y luego las plasman en su propia interpretación?

Todos quisimos hacerlo con respeto. Depende de cómo sea lo que te encuentras te hace cambiar de opinión, cada una de las actrices tenía una postura previa, todo el mundo la tiene, y para ellas encontrarse con las mujeres ha sido un cambio absoluto. Lo primero que haces es sacudirte, darte cuenta de lo poco que sabemos sobre esto. Cuanto más debajo de la alfombra esté, para la sociedad, mejor, así no te tienes que meter en el conflicto. La gente no quiere enfrentarse al estigma, que es uno de los grandes problemas. Lo dice todo el insulto, 'puta', 'hijo de puta'. Que 'puta' sea un insulto y fontanero no, y cliente sea una palabra reconocida ampliamente en nuestra sociedad. Ahí tiene mucho que ver el tipo de sociedad capitalista en la que vivimos. Todo se vende.