El pirata Billy Bones no necesitaría un mapa para hallar uno de los grandes y desconocidos tesoros de la ciudad de A Coruña. Está en la calle Tabernas, número 11. No son lingotes de oro ni piedras preciosas. Son montañas y montañas de partituras, algunas piezas únicas, que conforman uno de los fondos musicales más importantes del mundo del siglo XIX. Llevan dos siglos custodiados en el archivo sin que los coruñeses sepan que, además de la Torre de Hércules, uno de sus grandes patrimonios mundiales es la biblioteca Marcial Francisco del Adalid, un millar de piezas de música impresa "con valor cultural mundial".

Así lo opinan los musicólogos Carolina Queipo y Xoán Manuel Carreira. Sólo con los dos hallazgos que han investigado en la calle Tabernas, la colección adquiere esa dimensión internacional. Revelan que la urbe de hace dos siglos gozaba de una intensa vida musical que poco tenía que envidiar a los grandes centros europeos. El resto es un mundo por descubrir.

Las partituras fueron inventariadas en la década de los noventa por Margarita Soto Viso, pero nunca han sido catalogadas, por lo que un sinfín joyas todavía escondidas esperan a que una investigación a fondo y en manos especialistas les otorguen oficialmente categoría de potosí.

"Contiene primeras ediciones de música europea de casi un siglo, desde los últimos años del XVIII hasta el 1881", sitúa Xoán Manuel Carreira. Es el año en el que fallece en Oleiros el compositor gallego Marcial del Adalid, que continuó la colección de música impresa iniciada por su abuelo, fundador de la Sociedad Filarmónica en el Trienio Liberal (1820-1823), y continuada por su padre.

"La colección supera en calidad y en cantidad a cualquiera de las colecciones españolas contemporáneas, incluyendo la de la Biblioteca Nacional", insiste el también crítico musical y editor del portal especializado Mundoclásico.com.

El patrimonio de los Adalid ha llegado al siglo XXI con su salud intacta. "Se ha tratado con mucho mimo y se libró de la Guerra Civil", explica Carolina Queipo, que actualmente realiza su tesis doctoral sobre la Biblioteca Marcial Francisco del Adalid, de la que también destaca "su magnífica encuadernación y el respeto y aprecio que le otorgaron todos los descendientes".

En la misma línea se pronuncia Xoán Manuel Carreira, que advierte que "las colecciones privadas son muy frágiles y mucho más sensibles a los avatares históricos que las colecciones estatales".

No tuvieron, por ejemplo, tanta suerte colecciones de Dresde, Londres o París, castigadas por bombardeos, expolios y destrucciones en la Segunda Guerra Mundial. "Es un auténtico milagro", exclama Carreira.

Rossini y Carulli

Un ejemplo de dicho milagro. Carolina Queipo presentó el pasado año en un congreso internacional celebrado en la ciudad italiana de Bolonia una investigación sobre las partituras diez oberturas de óperas de Rossini reducidas a dueto de guitarra y violín por Carulli y publicadas por Carli, el gran editor del París de principios del XIX.

Eran el compositor de moda y el guitarrista de moda, unidos en unas partituras reunidas como Choix de Dix Ouvertures en 1922. El mismo año de su publicación, la familia Adalid hacían que le enviasen a A Coruña un ejemplar de esa primera edición, el único que se conserva íntegro hoy día en todo el mundo y que está en el archivo de la Real Academia Galega.

Una melómana Coruña estaba entregada al coleccionismo de partituras, al igual que en muchos otros lugares se hacía con otras manifestaciones artísticas como la pintura. Estaban muy al tanto de la última hora musical en Europa y adquirían piezas sin que ser una ciudad considerada como periferia retrasase su compra o su interpretación respecto a otras grandes urbes europeas.

"Sorprende la rapidez con que estas obras se movían a través de los circuitos de música impresa de la época", afirma Queipo, quien sostiene que, con casi toda probabilidad, algún miembro de los Adalid era suscriptor de las principales casas editoras europeas de partituras: Carli y Richault.

La partitura se editaba, poco después llegaba a A Coruña e inmediatamente se tocaba. Es el caso de La Cenerentola, "la más tardía de todas las óperas que recoge el conjunto de oberturas Choix de Dix Ouvertures", describe la musicóloga. "La ópera en si fue estrenada en Roma en 1817 y hasta 1822 no se representó en París, el mismo año que Carli y Carulli publicaron la reducción de su obertura en el dueto y el mismo año que los Adalid adquirieron la obra".

Por eso la investigadora piensa que alguien de los Adalid, "posiblemente Francisco", era suscriptor de esos editores. Gran parte del fondo guardado en la Real Academia fue editado por Carli: un centenar de documentos pertenecientes a 14 compositores diferentes. Rossini es uno de los principales autores elegidos por los Adalid.

Otro ejemplo de cómo la sociedad coruñesa disfrutó de la música de Rossini en una época temprana. La ópera Semiramide se estrenó en Venecia en 1823. Tres años después la obra se redujo a cuarteto de cuerda, se

publicó en París y se tocó y encuadernó en A Coruña.

Lo explica el también musicólogo Xoán Manuel Carreira, que describe cómo en la colección de partituras de los Adalid depositada en la Real Academia Galega existe otra gran joya, que permitió a los coruñeses ser la primera ciudad española en escuchar a Beethoven cincuenta años antes que en Madrid.

Beethoven

En A Coruña se interpretaron en vida de Beethoven al menos cuatro de sus sinfonías (primera, segunda, tercera y sexta), además de la obertura de Fidelio, describe Xoán Manuel Carreira en su

libro Ludwig van Beethoven. Las (8+1) Sinfonías. Excepto la Segunda, las otras sinfonías se conservan en reducción para cuerdas en ediciones contemporáneas al alemán. Afirma el musicólogo que hasta ahora no hay constancia de que se conserve ningún otro ejemplar, excepto el coruñés, de una versión para sexteto de cuerdas de la Pastoral que estrenó la Sociedad Filarmónica hacia el año 1822.

Es más, el festival Beethoven de Bonn estrenó y celebró como un gran acontecimiento el hallazgo de una reducción para cuerdas de la Primera Sinfonía gemela de la partitura que

también se haya en el archivo de la Real Academia Galega.

Aún por desvelar la verdadera importancia del millar de partituras de la biblioteca Adalid, lo que queda claro es el lugar de relevancia de la difusión e interpretación de música en A Coruña, que vivió la primera época dorada de la música sinfónica en el Trieno Liberal. Entre 1820 y 1823 tenían lugar veladas musicales y literarias para y por la burguesía. ¿Dónde? En el salón filarmónico que existía en la calle de la Franja, esquina con la Trompeta, donde hoy están las oficinas de recaudación municipal.

Era el lugar de reunión de la Sociedad Filarmónica que el abuelo Adalid, el primer Adalid que se trasladó a A Coruña desde Tierra de Cameros (La Rioja), fundó siguiendo el ejemplo de otras sociedades filarmónicas como la de Londres (1813) o Lisboa (1822). Tenía una orquesta de unos treinta aficionados que interpretaban un repertorio de sinfonías, oberturas de ópera, conciertos con solistas del repertorio europeo del momento.

La Sociedad Filarmónica

Era A Coruña un "moderno centro administrativo, comercial y de servicios", relata Xoán Manuel Carreira, con una importante población extranjera y de comerciantes e industriales llegados de fuera con necesidades de ocio "más modernas y dinámicas que en otras partes de Galicia". El editor de Mundoclásico.com narra cómo mientras se iban imponiendo la música de consumo y los conciertos populares, este tipo de sociedades nacieron en la primera mitad del XIX como "paradigma de los ideales artísticos más serios". Además, prosigue, "hacían ostentación de su falta de interés económico".

Se disolvería con la represión absolutista posterior, especialmente dura en la ciudad de A Coruña y más con una asociación musical que convivía "con un activo foro liberal y posiblemente masónico", tal y como describe el musicólogo. Instalados como comerciantes y fabricantes de vidrio plano, los Adalid estaban en contacto con la música europea. "Fue la Sociedad Filarmónica la que contribuyó a su interpretación en un entorno semipúblico como estandarte de una clase social progresista", explica Queipo, "y esto actuaba como incentivo para la compra de más obras".

Cuenta atrás para el Festival Mozart

Dos óperas de Mozart serán las protagonistas del inicio del Festival Mozart. Così fan tutte inaugura el festival el jueves 22 de mayo con una función de gala, fuera de abono, ofrecida para la Fundación Caixa Galicia. Esta ópera tendrá otras dos representaciones el sábado 24 y el lunes 26 de mayo. Todas las funciones se representarán a las ocho de la tarde en el auditorio del Colón. El Rapto del Serrallo, en versión escénica de Giorgio Strehler se podrá ver el viernes 23 y el domingo 25 en el Palacio de la Ópera, también a las ocho.

El gran teatro europeo del siglo XX protagoniza la presente edición del encuentro operístico de primavera con sendos homenajes a Herbert Wernicke y Giorgo Strehler, sus dos grandes directores de escena. El festival ofrecerá nueve representaciones de ópera de Così fan tutte, El rapto en el serrallo y Las bodas de Figaro; y de Actus tragicus, un montaje sobre seis cantatas de Juan Sebastián Bach escenificado por Herbert Wernicke, director de escena que, junto con Giorgio Strehler -que firma los montajes de El rapto y Las bodas-, serán homenajeados en la presente edición. A cada uno de estos directores de escena, el festival les ha dedicado un libro monográfico que se presentará el 23 de mayo. Asimismo, se ofrecerán proyecciones de otros montajes operísticos firmados por estos dos creadores.