"¡Quién tenga honra, que me siga!". La fabulada arenga con la que María Pita alzó una lanza contra el perro inglés sería el más obvio epitafio para la belicosa coruñesa convertida en mito. Pero los epitafios necesitan una tumba en la que inscribirse, algo de lo que carece la heroína. Una heroína longeva para la época -podría haber superado de largo los setenta años-, cuya sepultura sitúan hoy los historiadores en Santiago de Sigrás (Cambre), aunque su partida de defunción expresa su deseo de descansar en los dominicos coruñeses. Una alternativa y estrenada línea de investigación relaciona los últimos años de la mujer y de su familia también con la parroquia de Santa María de Oza.

Xosé Antón García Ledo encontró la partida de defunción de la heroína en el Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela: "En veinte y un días del mes de hebrero del año de mill y seisçientos y quarenta y tres se murió Mayor Fernández Pita de repente. Tenía echo testamento, por el cual se mandó enterrar en Santo Domingo de la çiudad de la Coruña".

En el documento se recoge su fallecimiento repentino, sin hacer explícita ninguna enfermedad ni accidente conocido. Edad tenía para haber muerto simplemente de vieja. Los especialistas fechan el año de su nacimiento en la primera parte del decenio de 1560. Sólo hay que calcular: en el momento del cerco de Drake, en 1589, ya le había dado tiempo a consumar dos de sus cuatro matrimonios y su muerte está documentada en febrero de 1643.

La mujer aparece en su partida de defunción con Mayor como nombre de pila. Ya cuando era personaje público y conocido incluso en la corte de Felipe II -donde llegó a pasar meses para negociar las mercedes reales por su servicio a la patria- gustaba de identificarse a sí misma como Mayor Fernández de Cámara y Pita. En realidad, la que se llamaba María era la única hermana que aflora en los documentos. Y María Pita, la vieja, es el nombre con el que investigaciones recientes identifican a la madre de ambas, mujer de un tal Simón Arao, como recoge otra de las investigaciones en torno a la mítica figura, María do Carmo Saavedra.

Mayor le llamaba a la heroína en 1889 el primer biógrafo que tuvo, Andrés Martínez Salazar, primer cronista de A Coruña. Y Mayor le llamaba también Manuel Murguía, pocos años antes, en el semanario Galicia Moderna, publicado en La Habana entre los años 1885 y 1890, en la tan romántica búsqueda o creación de héroes que enarbolasen la identidad de los pueblos.

El deseo de la mujer no era dar con sus huesos en el cementerio de una pequeña aldea, sino que los dominicos le hiciesen un hueco a sus restos intramurallas, en el corazón de la Ciudad Vieja que había defendido durante la invasión en la que perdió a su segundo marido.

"No había que tener condición noble o hidalgo para ser enterrado allí", desarrolla el historiador Xosé Antón García Ledo, que señala la existencia de lápidas, por ejemplo, identificadas con un escudo en el que simplemente estaban dibujados los aperos gremiales de un sastre. Pero su condición de antigua parroquiana no le sirvió a María Pita para convencer a los responsables del convento de aceptar tan ilustre cadáver.

El reverso tenebroso de Mayor

Y es que, ya entrado el siglo XVII, a Mayor se le conoce por sus pleitos, en los que sus enemigos dejan constancia en sus acusaciones de un reverso oscuro de la heroína. "Testigos de un pleito llegan a decir que 'se cabalga a todo el que la iba a ver", señala García Ledo, que también recuerda que, por una causa judicial, la desterraron de la ciudad por un tiempo. En otra ocasión la metieron en la cárcel por estamparle un pichel en la cabeza, junto a su hermana, a un adversario en los Cantones. "Tiene enemigos encarnizados y los trata como tales. El más cualificado es Francisco de Peralta, morador en su casa", relata el profesor José García Oro en María Pita vista por sí misma. Ella se defendía y denunciaba que Peralta, militar, había saqueado su casa, robado enseres y "se empecinaba en seguir hospedado" en su casa.

Según Peralta, con el que mantuvo una lucha que se prolongó una década, "la brava dama coruñesa le organizó un asalto nocturno con gente armada que le sorprendió en la cama" y le roció, según los documentos de la Audiencia de Galicia, con "bacinadas de suciedad e ynmundicia retenidas de más de veinte días en çiertos bacines y serviçios" y se marchó de casa dejándolo encerrado.

Otros enemigos íntimos eran los Cabarcos, a los que disputaba el coto de San Pedro de Ledoño. En la romería dedicada al santo en 1613, la denuncian por irrumpir en plena misa mayor, para susto del cura, insultar a una vecina, apropiarse de las limosnas y montar un mercado de víveres. "Muy pronto el escenario es la Pescadería coruñesa", prosigue García Oro. La mala suerte hace que se cruce con los mismos litigantes del día de San Pedro y vuelven a escucharse injurias y amenazas.

"Definitivamente, María y Mayor están resultando peligrosas en este segundo decenio del siglo XVII", señala. Aunque ya antes, en 1596, el fiscal la calificaba de "mujer atrevida y descompuesta" para proponerle al corregidor de A Coruña una condena ejemplar. El destierro de la ciudad de A Coruña y su marcha a Sigrás es en dicho año. Hasta el día de hoy han llegado más de una treintena de procesos judiciales referidos a ella y a su familia inmediata por todo tipo de asuntos: demandas de bienes, cobro de deudas, querellas por injurias... "Todos estos litigios sirvieron para forjar una imagen de la heroína como mujer pleiteante y aguerrida, aunque es cierto que no se puede juzgar toda su trayectoria desde esta única perspectiva", comenta María do Carmo Saavedra Vázquez, una de las firmas que escribió sobre la heroína coruñesa durante el quinto centenario del cerco a la ciudad, celebrado con exposiciones y publicaciones hace exactamente veinte años.

Para Xosé Antón García Ledo, intelectuales de la época que abordaron la figura de la protagonista, como Andrés Martínez Salazar y Manuel Murguía, "ocultaron deliberadamente" toda esta información tan poco favorecedora y tan poco acorde con la imagen de la mujer heroica que querían forjar.

En este sentido, se le puede echar un vistazo a cómo Murguía aborda esta época en una serie de retratos de María Pita que realiza en el semanario Galicia Moderna, en los que defiende que todos los conflictos se deben a las envidias de sus conciudadanos, como mujer y heroína: "El pleito con el capitán Peralta, único que parece arrojar alguna sombra sobre la vida de Mayor, es de lo más insólito, sino por el rumbo y las proporciones que se dieron al asunto y por que en él se manifestaron potentes y conformes todas las envidias, todas las malquerencias que su heroísmo le había proporcionado".

Es de la misma opinión Felipe Senén, historiador y fundador de Amigos de Museos de Galicia, que recuerda que la fama de María Pita trascendió, con su natural "rayante" y pedigüeño, por salir en los papeles, y porque reclamó mercedes reales por luchar "baronilmente" durante la contienda para matar "al General de la Inglesa y gastó y dio mucha hazienda, asín de comida, cuerda y balas y todo género de muniçión, y colchones, y otra mucha hazienda". Lo recoge el famoso Memorial dirigido por ella misma a Felipe II por el que se le permitió exportar mulas a Portugal, una de las múltiples concesiones que se le fueron otorgando en los años posteriores en sucesivas reclamaciones en la corte, a donde viajó hasta en dos ocasiones.

Con los huesos en Sigrás

El caso es que la dudosa fama que había ido impregnando el personaje de María Pita impidió que se cumpliese su última voluntad. El archivo parroquial de Santiago de Sigrás (Cambre) recoge la partida de fallecimiento de Mayor y los vecinos saben que allí pudo haber nacido, vivido y, seguro, dejado el mundo de los vivos para convertirse, dos siglos después, en mito. "Tradicionalmente los vecinos de Sigrás siempre dijimos eso y tenemos localizada la casa, siempre se dijo que era de ahí", comenta el director del Museo Arqueolóxico de Cambre, que también es vecino del lugar. Señala al puñado de inmuebles y fincas de Pite, topónimo muy similar al apellido o alias que lucían madre, hermana y protagonista.

Hasta el templo parroquial acudió García Ledo hace más de dos décadas para ver si quedaba algún indicio, pero nada. "Hace años que no hay nada del cementerio antiguo, no se conservaban tumbas de interés por lo que se pudo hacer", indica Ramón Boga, que explica que ahora el entorno de la iglesia está "precioso", un sitio digno de visitar desde que lo recuperaron junto al hospital de peregrinos.

Descanse en paz ¿en Oza?

Y aunque la mayoría de estudiosos da por cierto que la batalladora reposa en algún lugar de Cambre, la asociación Bardos Cultural ha abierto una nueva línea de investigación que podría situar el enterramiento en el entorno de la capilla románica de Santa María de Oza. Y es que, según pudo observar el investigador José Temprano, allí estaría sepultado Lorenzo Bermúdez de Figueroa, que comparte primer y segundo apellido con el último marido de María Pita -Gil Bermúdez de Figueroa, oficial de la Audiencia de Galicia- y que, según sus últimas indagaciones, fue cura párroco del lugar en aquel tiempo.

"En una Coruña de dos mil y pico de habitantes, la coincidencia de apellidos y fechas es muy grande", señala Temprano, que baraja la hipótesis de que, procedentes de una parroquia rural, teniendo familiares directos en Oza y siendo el familiar su principal autoridad eclesiástica, "¿quién se pudo haber hecho cargo del cadáver?". El siguiente paso será confirmar esos vínculos familiares en los registros parroquiales, hoy guardados en San Martín Pinario en Santiago en incierto estado de conservación para saber si Oza fue el ultimísimo domicilio de la heroína mataingleses.

Con menos de los dedos de una mano puede contar Maruxa las veces que le ha preguntado alguien de fuera de Sigrás si la casa en la que vive pudo ser la casa donde residió María Pita. Pero los vecinos del lugar, que no dudan en reivindicar a la heroína como su paisana, saben todos dónde está, aunque ninguna placa o indicativo lo reconozca en la parroquia cambresa donde supuestamente pasó sus últimos días y donde está enterrada a pesar de su voluntad. Hay que pasar la gasolinera de Sigrás y girar a la derecha para tomar camino a Pite, el lugar donde dicen que pudo residir el mito por las similitudes de su nombre y el topónimo. / Redacción

El historiador y presidente de Amigos dos Museos de Galicia, Felipe Senén, cree que el Concello siempre ha tenido una posición "muy minifudista" a la hora de gestionar y promover las diferentes casas museo municipales, entre ellas, la dedicada a María Pita. "Se pudo haber adquirido una de las casas de la parte de atrás, que limita con el Museo de Arte Sacro y no se hizo", lamenta Senén, que ve "falta de espacio" en algo realizado "sin ánimo de futuro". "También pasó con la casa Picasso", añade. Tras los trabajos de rehabilitación, el ex alcalde Francisco Vázquez inauguró, en mayo de 2003, la casa museo dedicada a María Pita en la calle Herrerías, sobre el solar que, al parecer, ocupaba la vivienda del primer marido de la heroína en la calle Herrerías. El inmueble se añadía al museo dedicado a Pablo Picasso. Ya se habló entonces de que el siguiente sería la casa Casares Quiroga, pero hubo que esperar hasta 2007 para ver el proyecto materializado. Hace dos meses y tras una mejora, la casa museo de María Pita reabrió sus puertas después con materiales y objetos inéditos impulsada por la Concejalía de Cultura de María Xosé Bravo. En su planta baja se recrean dos estancias de la vivienda -la tienda y el dormitorio principal-. El primer piso describe el Reino de Galicia en los siglos XVI y XVII y, el segundo, habla de la sociedad coruñesa de la época. La última planta está dedicada al asedio inglés.