La abultada historia marítima de la ciudad cerró el viernes de la semana pasada un capítulo importante. Tan importante como los más de 200 años de servicio que acumulaba la Comandancia Naval de Marina, hasta ahora situada en un edificio de la avenida Alférez Provisional. Con la llegada del viernes, 14 de agosto de 2009, como figurará también en los registros históricos, el organismo dependiente de la Armada y del Ministerio de Defensa abandonaba de manera oficial sus funciones.

Al otro lado de la línea telefónica se anima al interesado a ponerse en contacto con las instalaciones navales militares ferrolanas para cualquiera de los trámites que hasta el momento era posible cumplimentar en las oficinas coruñesas. Sus funciones pasan ahora al Mando de Acción Marítima de Ferrol, el nombre otorgado a lo anteriormente conocido como comandancia de marina tras las reformas organizativas implementadas por Defensa en la ordenación territorial de la Armada.

Las competencias hasta el pasado viernes reservadas a la comandancia coruñesa quedan de esta forma desviadas, del mismo modo que los más críticos con la decisión del cierre aseguran que lo hará el tráfico naval militar que soportan los muelles del puerto coruñés. Sin las labores reservadas en exclusiva al órgano de Defensa para permitir la escala de buques de guerra, argumentan desde el sector opuesto al cierre, será complicado que los navíos militares atraquen en la ciudad.

La confirmación a sus sospechas la tuvieron al poco de anunciarse el cese de actividad de la comandancia, en el mes de mayo: la formación local Unión Coruñesa denunció que el buque escuela de la Armada Argentina Libertad no consiguió completar los trámites para su escala en la ciudad ante el proceso de traslado en que estaba inmersa la institución.

El caso del Libertad y sus dificultades para cumplir con las gestiones de atraque en ausencia de la comandancia no debería cerrar sin embargo la llegada de unidades militares navales a la ciudad. En muchos de los casos, los atraques de las embarcaciones de estas características en A Coruña dependen o están encargados a las consignatarias de buques que operan en el puerto. Su trabajo, precisamente, se dirige a la tramitación de los permisos necesarios para el atraque, además de todos los relacionados con la logística de la embarcación.

Y si el desvío del buque escuela Libertad fue la manifestación de los inconvenientes de clausura de la comandancia, el anuncio del cierre formulado en febrero por el representante del Ministerio de Defensa en la localidad fue el inicio de un enfrentamiento entre el Ayuntamiento y la oposición, y algunas de las instituciones representativas de la ciudad. El presidente de la Cámara de Comercio, José Antonio Quiroga y Piñeyro, por ejemplo, lamentó en su día la "rebaja de categoría" para A Coruña que llevaba implicada la inexistencia en un futuro de la Comandancia Naval de Marina.

A él se unieron posteriormente el portavoz municipal del Partido Popular, Carlos Negreira, y el líder de Unión Coruñesa, Carlos Marcos. Si Negreira secundaba al presidente de la Cámara y se mostraba decepcionado ante la "deslocalización" de las instituciones en la ciudad, Carlos Marcos recordaba el papel desempeñado por la entidad a lo largo de dos siglos de historia. Su importancia, decía, radicaba en la autonomía que alcanzaba no sólo en A Coruña, sino en puertos cercanos que abarcaban desde Sada (por el norte) hasta Noia, y que le llevó a emplear a más de un centenar de personas.

Las quejas de estos sectores por la pérdida de importancia para el puerto que a su juicio supone el cierre de la comandancia se apoyaban en la pérdida de servicios. Ya de hecho en el momento de confirmar la clausura en febrero el ministerio admitía que las dependencias de la comandancia servirían como una delegación de Defensa. El que se acerque desde el viernes pasado hasta el edificio de Alférez Provisional puede hacerlo por dos motivos: uno, porque todavía no conoce que las funciones del organismo han sido trasladadas al Mando de Acción Marítima de Ferrol; dos, porque desea alistarse en alguno de los cuerpos del Ejército a través de la oficina de reclutamiento existente en la planta baja.