El Santuario de Pastoriza, la iglesia de San Estevo de Morás o Ponte dos Brozos son tres de las muestras patrimoniales más emblemáticas de Arteixo. Su valor como elemento identificador del municipio no es comparable al que ejercen las chimeneas de la refinería o el puerto exterior -el único para la que se ofrecen visitas guiadas- pero su interés turístico consiguió, al menos, protegerlos del apogeo industrial que experimentó el municipio en los últimos años.

Otros elementos patrimoniales no tuvieron tanta suerte. Diseminadas a lo largo y ancho del territorio y ocultas por la maleza, las piezas que atestiguan el pasado rural del municipio aguardan ese "lavado de cara" que les permita demostrar que Arteixo es algo más que industria. Decenas de molinos, fuentes, cruceiros, hórreos y otras piezas etnográficas que forman parte del rico patrimonio cultural que atesora el concello, según recoge el documento de inicio del plan general en el que también aluden al valor cultural de pazos como el de Anzobre o As Covadas.

Capítulo aparte lo constituyen los castros. Años de desprotección y la fuerte presión industrial amenazan con condenar a la extinción el patrimonio más antiguo que posee el municipio. Dan prueba de ello el yacimiento de cabo Cociñadoiro, desmantelado en el transcurso de las obras del puerto exterior; el de Rañobre, atravesado por una carretera, o el de Pastoriza, oculto por los rastrojos. Su estado es comparable con alguno de los núcleos rurales del municipio, como el de O Rañal, enclavado en pleno corazón del polígono de Sabón y, en opinión de algunos residentes, "condenado a desaparecer". Para evitarlo, el documento urbanístico recoge una serie de medidas para recuperar estos asentamientos rurales y poner en valor sus peculiaridades, así como las piezas más representativas de su pasado.