Born to be wild siempre y cuando no estén de servicio. Son policías y moteros que, una vez al año, colonizan la ciudad con sus poderosas máquinas. Ayer dejaron caer los primeros rugidos en el centro de la ciudad. El colegio Calvo Sotelo comenzó a recibir a los visitantes sobre ruedas. Hoy sumarán quinientos. La avanzadilla ya subió sus caballos al monte de San Pedro y a la Torre de Hércules, para prepararse para la noche meiga, con queimada incluida programada por la organización.

El primer destacamento estaba formado por medio centenar de motocicletas. Flanqueados por sus compañeros coruñeses, con chaleco reflectante, subieron y bajaron hasta el faro coruñés. Aunque todos los años es una visita obligada, es la primera vez que la serpiente motera saluda al monumento como Patrimonio de la Humanidad.

Proceden de toda Galicia, Madrid, Burgos, Zaragoza, Barcelona, Asturias... y también Portugal, para celebrar una concentración que en 2009 llega a su primera década de vida y que se prolongará hasta el domingo. Serán hoy el día grande, con una ruta turística a Malpica, donde les espera un bañito fresco en el mar y una sesión vermú con orquesta.

En los jardines de Méndez Núñez, ya por la tarde, asistirán a una misa motera, una cena en Palexco y protagonizarán el tradicional Desfile de Antorchas por la ciudad. Una fiesta pondrá fin a la jornada. El domingo tocarán diana a las diez de la mañana para desayunar, dar una vuelta para despedirse de la ciudad y salir hacia sus puntos de origen con un picnic que les entregará la organización.

La avanzada se asomó ayer a la Torre de Hércules, con sus máquinas relucientes y preparadas para el intenso fin de semana. Los Kinks se dejaban escuchar de los altavoces de una de las máquinas. En otra, con una opción musical menos motera, sonaba la ex rubia de La oreja de Van Gogh. Los policías viajaban en solitario o acompañados, incluso, uno de ellos, por una niña que parecía muy acostumbrada a ejercer de paquete de su progenitor.

Las normas permiten únicamente un acompañante civil por funcionario. Pero las reglas no hablan de muñecos: un pequeño y simpático bulldog de peluche viajaba como tercer pasajero en una de las motos, con el pertinente pañuelo y chaleco de cuero que forman parte de la imagen clásica de la tribu.