Un barrio aislado del resto de la ciudad, que nació en la periferia de A Coruña como lugar de residencia de jóvenes parejas de clase media y media-alta, pero que ha cambiado su fisonomía inicial con la llegada de las residencias para personas mayores y con los ancianos paseando por sus calles. Matogrande fue el primer objetivo de la plataforma A cidade dos barrios, promovida por el colegio de arquitectos y donde el colectivo Ergosfera interactuó con los vecinos y comprobó cuáles son sus principales demandas: espacios verdes y una solución a los problemas de tráfico y a la contaminación acústica, rodeados por Alfonso Molina y la carretera que comunica con el puerto.

"Cuenta con espacios verdes sin ninguna clase de uso, simplemente para perros". Así definió ayer Iago Carro, coordinador del proyecto de Ergosfera, la situación de Matogrande. El colectivo analizó cómo los propios vecinos ven su barrio. Y las conclusiones no son nada positivas. El estudio presenta "coincidencias", "puntos negros" que los residentes advierten y sobre los que esperan soluciones.

Las quejas son de lo más variopinto. Desde que falta una charcutería y una ferretería a que el ruido del tráfico perjudica la calidad de vida. Es la circulación uno de los principales quebraderos de cabeza. Creen que el barrio se ha convertido en un lugar donde el viandante debe ceder el protagonismo al automóvil: "El barrio está aislado peatonalmente, sólo existe un paso de peatones, circulan por cualquier sitio", destacó Carro.

En un vídeo que ayer proyectaron en la Fundación Caixa Galicia se observa cómo la gente cruza por cualquier sitio la carretera que une Matogrande con los muelles -y que se ha servido para descongestionar de camiones la salida del puerto por Ramón y Cajal y la avenida del Ejército-. Este vial se ha convertido en una especie de Muro de Berlín entre los vecinos de Matogrande y del Barrio de las Flores. Según los arquitectos, los encuestados asumieron que la comunicación vecinal está "trabada", es decir, que no existe ningún tipo de relación afectiva con el barrio de al lado.

La llegada del camión trae aparejada otra molestia vecinal: la presencia del tráfico pesado. Los camiones, unido a los cerca de 150.000 vehículos que a diario transitan por la avenida de Alfonso Molina, ocasionan unos niveles de ruido que los residentes consideran excesivos. Los estudios de tráfico municipales ya advierten de que Lavedra se trata de uno de los principales puntos donde se concentra la contaminación acústica dentro del casco urbano.

El Ayuntamiento trató en los últimos años de reducir el volumen de ruido de Matogrande con iniciativas que no siempre han cosechado el éxito soñado, como la barrera vegetal para separar el barrio de Alfonso Molina, a la altura del famoso barco decorativo donde este año se ha empotrado más de un vehículo por exceso de velocidad.

El Concello también anunció la más que probable implantación del carril bus en Matogrande, entre la principal rotonda de acceso hasta la glorieta central, donde se encuentran las paradas de autobús y de taxi. Es este punto uno de los que más sorprendió a los integrantes de Ergosfera en su estudio de campo. "Llama la atención este agujero negro que nadie utiliza, cuando todo el mundo transita por él. En realidad, es un espacio de circulación donde no se puede hacer nada", afirmó Carro, quien recordó que el Ayuntamiento lo publicita en su página web en su lista de plazas y jardines y del que Joan Busquets, en la revisión del plan general, define como corredor verde.

Todas estas descripciones provocaron la carcajada entre cerca del centenar de asistentes a las charlas. Sin embargo, Ergosfera, después de hablar con los vecinos, sacó la conclusión de que los espacios verdes son inexistentes y, los que hay, no se pueden usar, como la rotonda central.

Para analizar las inquietudes de los residentes se llevaron a cabo seis experimentos. Uno de ellos consistió en colocar sillas y mesas de plástico en un punto concreto, que sirviese de lugar de tertulia, pues el barrio carece de una instalación pública para tal fin. También se animó a los viandantes a ubicar las sillas y mesas en determinados lugares de Matogrande, para favorecer el diálogo a pie de calle. En este punto, según Iago Carro, cobraron un especial protagonismo las personas mayores y jubiladas -en el barrio existe dos residencias- que acostumbran pasear por el barrio: "Los ancianos agradecieron el reparto de sillas para sus vejigas. Los asientos de piedra (con los que cuentan en la actualidad) les dan ganas de mear y tampoco existen baños públicos".