De Japón a Os Castros. Pionero del deporte en la ciudad y cantante. Su primer fichaje para la primera división lo hicieron los Espallantes, reconvertida luego a Orquesta Spallant. Viajó a Venezuela con Los Satélites y allí se quedó cantando durante seis años. Siete años de triunfo en Madrid y, para rematarla, Los Mayorales: con quienes conoció a Hussein de Jordania y con quienes tocó en el país del Sol Naciente.

-¿Qué tenían aquellas orquestas que no tienen las de ahora?

-Ahora cada músico tiene su micrófono. Lo de antes exigía músicos de calidad. Era como si te fichase el Madrid o el Barcelona. Sólo entraban los que valían. Seré satelista toda la vida por eso. Es la única que cuida a los músicos. Ahora no es una orquesta, es un espectáculo, que le llamen varietés o lo que sea. Y está el famoso maquinillo, ahora pocas orquestas tocan en directo.

-¿Ha cambiado el público?

-Sí, ahora van de juerga, son menos observadores. Antes, hasta el paisano entendía, se acercaba al palco para escuchar y hablaba de cosas casi técnicas. Habían escuchado muchas bandas y entendían. Fíjate que antes usábamos, en una sala, 250 vatios, y fuera, unos 500. Y ahora tiene 50.000, 80.000, 100.000...

-Viajó con Los Satélites a Venezuela en el 55 y se quedó.

-Aquello era diferente. Me asombré porque íbamos del país del hambre y encontramos lo que hoy son supermercados aquí, que tenían de todo. Se me salían los ojos de ver tanta abundancia.

-Y en Jordania, con Los Mayorales, conoció al rey Hussein. Todo un bailongo, creo.

-Le encantaba el merengue y lo bailaba bien. La sala era suya. Me preguntó cómo era la música de mí país y le bailé una muiñeira. "Very well", decía, "very well". Pero estalló la Guerra de los Seis Días. Íbamos para seis meses pero solo estuvimos dos y medio. Marchamos con los calzoncillos por poco.

-Lo más agradecido de ser músico y lo más desagradecido

-Voy a bajar la voz para que no me oiga mi mujer: lo mejor, mujeres. Lo peor, aquellos coches de posguerra, remendados, que nos dejaban en el camino. De lo mejor, el poder haber conocido Japón, su afabilidad, su agradecimiento, es otro mundo.