"Si a ti te pusieran una casa y comida gratis, ¿no te mudarías?, pues los pájaros también", cuenta Javier Ramírez, que es técnico de Medio Ambiente del Concello de A Coruña y que cree que sería necesario tomar más conciencia de la importancia de la naturaleza, para aprender a vivir en armonía con ella y no en una eterna lucha, en la que siempre ganan los mismos.

Desde principios del año 2000, el Ayuntamiento coruñés cuenta con actuaciones anuales que tienen como objetivo mejorar la vida de los pájaros y, por qué no decirlo, también amargarle la existencia a algunas parejas de especies como gaviotas, palomas y estorninos, que resultan molestos para algunos vecinos.

Pero si de algún proyecto se sienten orgullosos en la Concejalía de Medio Ambiente es del estanque naturalizado creado en el parque de Casanova de Eirís, porque lo único que hicieron fue poner agua, crear una laguna artificial, que los pájaros han hecho suya con el paso de los días.

"Ahora hay hasta garzas", dice Ramírez, que cuenta con asombro la evolución de ese lugar que ha ido creciendo con el tiempo y en el que no sólo se regalan un baño los patos que están de paso por A Coruña, sino que algunas especies de ranas han decidido crecer y envejecer en este pulmón urbano.

Y, aunque no sean muchas, hay algunas familias que han decidido pasar las tardes de domingo viendo si hay nuevas especies, si los patitos han crecido, si han tenido hijos y si se siguen asustando cuando corren a toda prisa tras ellos y haciendo mucho ruido.

El Concello saca ahora el pliego de condiciones para la contratación del mantenimiento y de la conservación de las instalaciones municipales con aves, que son cinco, aunque está proyectada una sexta en el parque de Oza, que se encuentra todavía en construcción.

El parque de Santa Margarita, el de San Pedro, la laguna de Eirís y las 150 cajas nido que cuelgan de algunos de los árboles de la ciudad son los lugares en los que los pájaros notan a diario la mano del Ayuntamiento.

Una mano que algunas veces se tiende para ofrecerles de comer y otra que cae, pesada como una losa, para "controlar" el número de parejas de gaviotas y palomas. Desde el Concello aseguran que nunca se utilizan prácticas cruentas para lograr el objetivo de poder sentarse en los bancos del campo de Marte, por ejemplo, tras el paso de una bandada de estorninos, pero sí que se les "amarga un poco la vida" a los pajarillos para que determinadas especies no hagan su vida allí donde puedan ocasionar un perjuicio a los humanos, aunque hayan sido ellos los que le hayan ganado terreno al mar o los que hayan desterrado colonias enteras de aves con su manera de entender la vida.

Y es que las cajas nido están instaladas hasta en ocho puntos de la ciudad: en los jardines de Méndez Núñez hay 30, como en el parque de Santa Margarita y hasta quince en los parques de Eirís, Bens, San Diego y Marte; las quince restantes se esconden entre las ramas de los árboles de la plaza de España.

Y los pájaros no son tontos y las ocupan, porque están a salvo en ellas, porque tienen todo lo que necesitan y, gracias a iniciativas como esta -combinadas con otras como la clausura del vertedero en lo que ahora es el parque de Bens-, dice el portavoz del Ayuntamiento, que han regresado especies como los vuelvepiedras. Pero, ¿hay conciencia de protección del medio ambiente, de los pájaros, ahora que palabras como Agenda 21 están en todas partes y que defender la naturaleza está socialmente mejor visto que destruirla? Ramírez lo tiene muy claro: "No, ni un poquito".

"Si te pasas toda la tarde sentado en la mesa de un bar, jugando a las cartas o bebiendo hasta que se te ponga la nariz colorada eres normal, o si te encierras toda el día en un centro comercial gastando el dinero en cosas que ni siquiera necesitas, también eres normal, como todo el mundo, pero si te coges unas botas, una mochila, unos prismáticos y un bocadillo para hacerle fotos a los pájaros o a las ranas, eres rarito", denuncia Ramírez y se queja de la falta de comprensión y de las pocas ganas de aprender que tienen los demás sobre ese mundo desconocido que va desde las migraciones hasta los ataques de un halcón peregrino a una paloma o a la convivencia cívica de diferentes especies en un mismo parque.

Y denuncia la doble moral de los vecinos: "Todo el mundo quiere árboles, pero que no estén delante de su puerta; están a favor de que se reduzca el consumo de luz, pero no en el alumbrado de su calle y quieren contenedores, muchos contenedores, pero lo más alejados posible de sus ventanas" y defiende la labor del Concello que, con acciones como la simple instalación de un abrevadero en los jardines de Méndez Núñez -en forma de plato de piedra que muchos vecinos siguen todavía sin conocer cuál es su función- se consigue que la fauna de la ciudad lo tenga un poco más fácil para sobrevivir.

Para algunos, que haya dos parejas de vuelvepiedras en la ciudad no es más que una anécdota sin importancia, otros, sin embargo, tienen más claro que, aunque son pocos, representan más de lo que había en el cielo hace unos años, cuando sólo los ornitólogos o los aficionados a observar con los ojos fijos en el vuelo de los amigos alados se molestaban en ver cómo evolucionaban las colonias de pájaros, si había algo que les afectaba o si, simplemente, habían decidido cambiar sus rutas migratorias.

Afirma el Concello que es casi imposible saber cuántas parejas de aves hay hoy en la ciudad porque vienen y van, como las golondrinas y las primaveras de Bécquer, y porque hay zonas en las que, el Ayuntamiento no tiene competencias, como el puerto, que está regido por la Autoridad Portuaria, pero que concentra gran parte de las aves de la ciudad, no sólo porque está en el litoral sino también porque, en sus instalaciones se realizan, cada año, descargas de miles de toneladas de grano; un reclamo para los pájaros.

Fuera de lo que es el ámbito estrictamente urbano de la ciudad, en las islas, en enclaves como Punta Herminia o en el dique de abrigo, el número de especies se multiplica y hasta hay águilas que sobrevuelan ese cielo y surge la pregunta de ¿cuál es la justa proporción de gaviotas o palomas en una ciudad cuyas tres cuartas partes se le han ganado al agua, a su medio natural? La respuesta no está muy clara, pero en la ciudad se ha pasado de mil a 700 parejas de gaviotas y de recibir en Medio Ambiente cien llamadas -para el control de esta población- a 900 en épocas de cría.

Pocos son los aficionados en A Coruña a la ornitología, asegura Ramírez, pero es que tampoco son muchos los que saben que los pájaros llevan un ritmo de vida diferente al de los humanos. "La gente piensa que es como en la televisión, que te sientas un ratito y los ves haciendo persecuciones, pero a las dos de la tarde, los pájaros están a otra cosa", dice Ramírez que, además, aconseja meter en la mochila bastante paciencia.

Los que no la tengan, sin embargo, no han de renunciar al placer de observar y pueden hacerlo en la pajarera de San Diego, aunque, eso sí, lejos, muy lejos del cielo, y es que tampoco hay que engañarse, "no todo lo verde es natural" y hay zonas que han sido renaturalizadas, como Feáns, que cuenta con un ambiente casi artificial, construido con eucaliptos y donde algunas clases de pájaros no se sienten cómodas y no se adaptan.

"A los que están en la casa nido les hemos dado un chalé, pero los que viven en Eirís tienen además una piscina, ¿tú no te cambiarías y se lo dirías a los demás?", pregunta el portavoz del Concello, sabiendo que la respuesta de cualquiera, incluso la de un simple pajarillo coruñés sería que sí.