La asociación provincial de hosteleros ha manifestado su desacuerdo con la ley estatal que prohibirá fumar en todos los bares y restaurantes, pero las declaraciones de los propietarios de locales y camareros de la ciudad demuestran que no todos los que viven de este sector comparten la misma opinión.

Algunos hosteleros están convencidos de que sus clientes fumadores dejarán de visitar los locales y preferirán compartir tertulias y ver partidos de fútbol en el salón de su casa y otros ponen el grito en el cielo por haber pagado reformas destinadas a separar zonas libres de humos de otras para amantes del tabaco; pero también existen camareros y dueños de bares que aseguran que sus parroquianos son fieles y no tendrán inconveniente en salir a la calle cuando les apetezca disfrutar de un pitillo.

La opinión y los argumentos que defienden los que se oponen a la prohibición son claros: los ciudadanos visitan bares y restaurantes para relajarse, algo que, según creen, será imposible para los fumadores si se les arrebata la posibilidad de acompañar cañas y cafés con los cigarrillos de su marca preferida.

"El consumo de productos hosteleros está vinculado a la actividad social y al consumo de tabaco, por lo que una prohibición total conlleva una menor demanda y la consiguiente caída de las ventas", explica un informe elaborado por encargo de hosteleros de toda España, cuyas conclusiones comparten los dueños de bares locales contrarios a la ley.

Los estudios estadísticos no son las únicas armas que utilizan los hosteleros para criticar la normativa. Camareros y propietarios han escuchado ya las quejas de sus clientes, algunos de los cuales han planificado ya estrategias para que la nueva ley no les arrebate el placer de acompañar sus consumiciones con el humo de sus cigarrillos.

"Algunos clientes me han propuesto que ponga un bote para que los fumadores dejen monedas que sirvan para pagar las multas", comenta el encargado de la pizzería Cambalache de la plaza de María Pita, uno de los locales de hostelería que, debido a la anterior ley antitabaco, ha invertido dinero en separar una zona reservada para los fumadores.

La seguridad que demuestran los que rechazan la ley antitabaco puede inducir a pensar que todos los hosteleros defienden la misma tesis, pero no es así. Propietarios de bares y cafeterías que ya prohibieron fumar cuando se aplicaron las anteriores restricciones aseguran que no han perdido clientes y encargados de locales que todavía no son libres de humos encuentran aspectos positivos a la normativa.

La cafetería Centro Gallego, ubicada en la calle Estrella, es uno de los pocos locales de hostelería de la ciudad en los que ya no se puede fumar. La propietaria no sólo desmiente haber perdido clientes, sino que asegura que la ausencia de humo ha mejorado el ambiente.

El máximo responsable del restaurante uruguayo El Charrúa es otro de los que tuvo claro desde un principio que sólo permitiría fumar en la terraza. Aunque confiesa ser fumador, Adrián Silva explica que a nadie le gusta que el humo del tabaco le estropee una carne de primera calidad o un vino premiado internacionalmente.

Los que apoyan la decisión del Gobierno son incapaces de comprender los motivos de algunos hosteleros para rechazar una ley que ya se ha implantado en países tan diversos como Estados Unidos, Uruguay e Irlanda sin provocar una hecatombe en el sector.

Los fumadores tampoco mantienen una opinión unánime y se agrupan en dos grandes colectivos: los que acusan al Gobierno de tratar como "apestados" a ciudadanos que aportan cuantiosos ingresos al Estado a través del pago de los impuestos del tabaco y los que afirman no tener inconveniente en salir a la calle cada vez que les apetezca un pitillo.

Los temores de los hosteleros que se oponen a la prohibición encuentran fundamento en las palabras de los fumadores que aseguran que sus visitas a los bares se minimizarán desde el día en que comience a aplicarse la ley, y la tranquilidad de los que ven la normativa con buenos ojos, en aquellos que aseguran que nadie renunciará a una cerveza fría o un café con leche por el mero hecho de no poder acompañarlo de un cigarro.

Pánico en los estancos

La hostelería no es el único sector en el que la futura ley antitabaco ha causado polémica. Los estanqueros, que han sufrido pérdidas de más de un 16% mensual a causa de la crisis, temen que las cifras de ventas bajen drásticamente desde el momento en el que se prohíba consumir tabaco en los bares.

Los dueños de los estancos llegan a afirmar que el Gobierno ha iniciado una persecución contra ellos y acusan al Estado de mantener unas políticas contradictorias, al cobrar los impuestos del tabaco y, al mismo tiempo, combatir su consumo en los lugares públicos.

"Me parece que la nueva ley es un atentado contra las libertades individuales", denuncia el propietario de un estanco ubicado en una céntrica calle de la ciudad, quien lamenta que el Gobierno lo trate "como si fuera un asesino".

Los estanqueros no creen que las restricciones sirvan para que los fumadores dejen el tabaco, aunque vaticinan que descenderá el número de cigarrillos que sus clientes consumen diariamente.

Los fumadores que visitan los puntos de venta de tabaco que expresaron su opinión a este diario confirman las previsiones de los estanqueros y afirman que la decisión de abandonar el tabaco es algo personal y que nadie dejará de fumar por una ley.