Cuando una habitación con baño compartido no baja de los cien euros o una pensión de mala muerte alcanza precios de suite, los albergues ofrecen una alternativa de alojamiento económica y fiable, y se han revelado en Europa como el bajo coste de las camas. Aunque la costumbre tiende a convertir el añadido "juvenil" en inseparable compañero del albergue, estos alojamientos, también famosos por su denominación inglesa hostel, aceptan, en la mayoría de los casos, a viajeros de todas las edades.

Buena parte de los países europeos disfrutan de al menos un albergue en sus ciudades. Los mochileros más jóvenes abundan en este tipo de instalaciones, a las que, sobre todo en Suiza y Escandinavia, acuden las parejas con hijos por su excelente relación calidad-precio, y por la posibilidad de reservar habitaciones familiares y de disponer de una cocina en la que preparar el desayuno y la cena a precio de supermercado.

Algunos se han convertido en toda una atracción. En Estocolmo (Suecia), el Af Chapman, un buque de vela anclado frente al Palacio Real, ofrece camas en camarotes; algunas habitaciones del Celica, en Liubliana (Eslovenia), ocupan celdas de una vieja prisión; y castillos de Escocia están reconvertidos en albergues.