Vanessa Anido cree que los monitores que vigilaban la piscina del colegio Liceo no son los únicos responsables de la muerte de su hijo y defiende que los directivos del centro también deberían comparecer ante el juez como imputados por no haber controlado si las personas que habían contratado cumplían con su trabajo. Lo que más le duele, sin embargo, es que los máximos responsables del colegio, según afirma, se pusieran de parte de los monitores y no del lado de la familia del menor fallecido.

-Usted cree que la directiva del colegio debería estar imputada. ¿Qué errores o negligencias cree que cometió?

-Lo primero es que no hay unas normas escritas sobre la seguridad que tiene que haber en una piscina, son todas verbales. Yo creo que tienen que vigilar de otra manera a sus monitores. Hay que tener un control para saber que la gente contratada cumple su trabajo. No puede haber 28 niños en una piscina con sólo dos monitores y un socorrista, que se supone que no puede dar clase, y que no pase nada.

-Usted opina que esos 28 niños estaban mal vigilados por falta de personal.

-Seguramente, porque, si en el momento en que la monitora sale al baño dos minutos hay otro adulto que se hace cargo, en esa clase ya no habría habido ese lapsus de tiempo en el que se quedan los niños solos. A mí los jefes me vigilan en mi trabajo, no puedo llegar y pasar el tiempo sentada en una silla para luego fichar e irme.

-¿Ha tenido la oportunidad de hablar con alguno de los monitores imputados para conocer lo que sienten ante la tragedia?

-No, pero tengo claro que los primeros culpables son los monitores que estaban en la piscina, porque son los que aceptaron quedarse a cargo de esos niños. Son los que tenían que velar por que a mi hijo no le pasara nada.

-¿Cree que la directiva del centro ha estado más preocupada por las consecuencias legales del suceso que por la propia muerte de Diego?

-Eso sin duda. Lo que me pareció fatal es que dijeran que les interesaba lo mismo que a nosotros cuando no es así. Si realmente les interesara lo mismo, no habrían puesto la mano en el fuego por los monitores sin saber lo que realmente pasó, porque allí no estaban. Aseguraron desde un principio que habían sido unos segundos y eso es mentira. No quisieron pensar ni por un momento que fuera culpa de los monitores. Lo que nosotros queremos no es cobrar la máxima indemnización, como dice el director, sino depurar responsabilidades. Nosotros queríamos el apoyo de ese colegio.

-¿Qué apoyo han recibido de los otros padres del colegio?

-Realmente nunca hemos tenido contacto con ellos. Mi hijo iba en bus y mi marido iba a recogerlo, pero tampoco conocíamos a otros padres. Supongo que el apoyo lo tenemos. Algunos han venido a la misa y le han puesto un ramo en el aniversario.

-¿Cómo ha asumido su otro hijo la muerte de su hermano?

-Nuestro otro hijo tiene catorce años y va a otro colegio. Tratamos de mantenerlo un poco al margen de todas estas cosas. Procuramos que no se entere de nada de lo que se comenta sobre lo ocurrido, pero le falta su hermano y se pregunta por qué.

-Usted criticó que la psicóloga del colegio fue la única trabajadora del Liceo que charló con usted y con su marido en las horas posteriores al suceso. ¿Qué les dijo en esa charla?

-Me preguntó si creía en Dios. También me dijo que nadie quería que aquello hubiera pasado. En aquel momento no era yo muy creyente.

-Usted ha puesto en marcha una página web como homenaje a su hijo. ¿Le ayuda esta iniciativa a mantener vivo el recuerdo de Diego dentro de la familia?

-Es mi rinconcito con él y es un desahogo. Era difícil hablar y quería que mi marido pudiera entrar en la web para leer lo que me resultaba difícil decir hablando. También es cierto que hay otros blogs de madres a las que les ha pasado lo mismo que me han ayudado mucho. A lo mejor, en algún momento, mi blog también puede ayudar a alguien.

-Además de las negligencias de las que acusa al centro. ¿Cree que el colegio Liceo falló también a la hora de brindar apoyo sentimental?

-El primer fallo en el trato humano fue que no nos llamaron cuando pasó. Lo lógico habría sido que, inmediatamente después de llamar a la ambulancia, llamaran a los padres. El niño se fue solo al hospital, ni siquiera estaban seguros del lugar al que lo habían llevado y tuvimos que andar buscándolo. Mi marido llegó al colegio sin saber si el niño estaba en el juzgado o en el hospital. A mí me mandaron primero a los juzgados y después, cuando llegamos al hospital, tampoco nos supieron informar de dónde estaba mi niño.

-Lo lógico es que los monitores también lo estén pasando mal por la tragedia. ¿Ha intentado ponerse en su lugar para tratar de comprender lo ocurrido?

-No soy imparcial y no puedo. Yo no soy una persona que me pueda poner en la piel de esa persona que me ha hecho daño. Así es como los veo, como personas que me han hecho daño.

-¿Planea algún tipo de acción legal ahora que sabe que la directiva del colegio no está imputada?

-El abogado sabe que tiene que llegar hasta donde sea y que tenemos tiempo. No tenemos prisa. A Diego no nos lo van a devolver porque sea un año antes o un año después, así que llegaremos hasta el final, hasta donde podamos, para que los responsables paguen por lo sucedido.

-¿Qué les diría a otras madres que estén en su situación?

-Cada uno lo vive como buenamente pueda. Hay que pasarlo, aunque es verdad que uno necesita gente que lo escuche. Yo necesito hablar de mi niño, tener sus fotos en casa, tenerlo en todo momento... Hay gente, en cambio, que prefiere no hablar y que nadie le comente nada. Lo que sí es cierto es que en esta ciudad no hay nadie que te ayude. No hay un sitio al que recurrir, al psiquiatra para que te medique y nada más.

-¿Necesitó usted medicación para superar la tragedia?

-Al principio, pero sólo para dormir. Lo que yo tenía no era una depresión farmacológica, sólo una gran tristeza que no quitan las pastillas.