–¡Qué coqueta la y griega de su apellido!

–Obedece a que la primera vez que el rey le otorgó una merced nobiliaria al primer conde de Canillas, que es el título más antiguo de la familia de mi madre, escribieron así el apellido. Era la primera vez que lo veíamos escrito y desde entonces, en el siglo XVI, pues se fue escribiendo así. Como antes no había documentos oficiales, la gente no podía pensar en cómo se escribía, no se le daba más importancia.

–¿Es importante en A Coruña tener apellido?

–Yo creo que tener apellido es importante en cualquier sitio. Tener apellido no es más que saber de dónde vienes. No tiene más valor que eso: saber quién eres, saber de dónde vienes y el tener una especie de simpatía. Antes se decía veneración, yo creo que no, yo creo que simpatía y agrado por aquellos que hicieron que tu nombre esté limpio y sea agradable de pronunciar y suscite recuerdos positivos.

–¿Por qué pasó sus años de colegio en Vigo, con lo que ejerce de coruñés?

–Era el único colegio en el que había entonces internado en Galicia y estudié allí ocho años, deliciosos. Era una educación dura, muy religiosa. Pero si tú en tu vida normal, y por tu educación y por las cosas que has vivido tienes un cierto sentimiento religioso, pues no te molesta nada, te encanta. Y tuve la suerte de que salí de un colegio interno de jesuitas a una universidad católica, la de Deusto, también llevada por jesuitas. Me he pasado la vida entre jesuitas, a lo cual no solamente no me arrepiento, sino que estoy muy agradecido. He tratado de hacer honor a ese tipo de formación.

–¿Ha llevado cargas a cuestas por ser el mayor de la familia?

–Éramos tres hermanos y uno se murió uno de accidente de automóvil. Ser el mayor me enfadaba, porque el mayor cumplía las reglas y después ya no. Me decían: ´A los toros no se puede ir hasta los 13 años´. Yo hasta los trece años no fui a los toros pero mi hermano que venía detrás de mí fue al mismo tiempo que yo y tenía 12.

–¿Y en qué momento notó usted que tenía que ser adulto?

–Lo noté muy pronto, tal vez porque era el hijo mayor, el nieto mayor, el primero de mi generación. Siempre fui el mayor y todo el mundo ´el mayor, el mayor…´. Siempre me consideraron o me obligaron a que yo considerase que era importante ser el mayor, a mí me daba exactamente igual.

–Estudió en Gran Bretaña y en Francia, habla las dos lenguas, ¿es más anglófilo o francófilo?

–Bueno, la pregunta suelen hacerla entre anglófilo y germanófilo. Te agradezco que no me la hagas porque estoy en un grupo internacional alemán y tendría que decir que germanófilo. Siempre he tenido una gran admiración por Inglaterra porque los primeros libros de aventuras que yo leía de pequeño pues eran ingleses: Dick Turpin, de bandoleros, Nick Carter, un policía también inglés… Luego mi formación intelectual fue más francesa, y tuve las suerte de entrar a trabajar en un grupo internacional francés donde estuve 30 años y luego empalmé con los alemanes. Pero la formación más importante es francesa. Era la formación de la época. En mi casa hubo una formación francesa importante, todos hablaban francés, había libros en francés...

–¿Por que los empresarios no consiguen tener buena fama?

–Es una pena, es una verdadera lástima. No es el perro que muerde al niño sino el niño que muerde al perro. ¿Qué es lo que hace más ruido? Pues un empresario canalla que tiene sojuzgada a toda su gente, que no les paga y que los trata a latigazos. Sobre esto hay historias divertidísimas del siglo XIX. Sobre todo, en la Alta Saboya, al llegar a la fábrica les daban una astilla a cada uno, iban poniendo la astilla y cuando tenían bastante astilla, les permitían hacer fuego y se calentaban, son cosas que en España no se dieron nunca pero en Francia se hicieron libros de todo este comportamiento empresarial que era durísimo, cosas que son tremendas, de cómo trataban a los obreros.

–¿En España no?

–Yo no creo que en España haya sido tan duro, pero está en la literatura, en Dickens… Creo fundamentalmente en el empresario porque es el único capaz de crear riqueza. Y cuando digo crear riqueza es crear empleo, y cuando digo crear empleo es darle la felicidad y la tranquilidad a la gente, a miles de familias, que dependen de que un empresario, que ha ganado dinero, por supuesto, y que ha sido capaz de repartir ese dinero, no de una manera física, pero sí de una manera moral.

–¿Quiénes son los mejores negociantes?

–Depende. Como insistentes, como personas que están encima, que abren abanicos de toda índole, me impresiona la India. El indio es de una habilidad extraordinaria. Es un hombre pintoresco, está siempre en ello, está tomándose una copa y ya te salta: ´porque yo creo que había que…´ siempre, siempre en ello.

–¿Y los gallegos?

–Yo creo que en España no somos buenos negociantes, nadie. Ni los gallegos, ni los andaluces, ni nadie. Es más, somos malos negociantes. Probablemente porque el español es muy orgulloso. Y también puede que sea por la educación religiosa que tenemos. El negocio siempre se consideró, dentro de la religión católica, una cosa que está en el límite entre cometer o no cometer un pecado. Los países que ganaban más dinero eran los países con religión protestante, porque no consideraban pecado ganar dinero.

–He encontrado una foto suya con Julio Iglesias, ¿es amigo?

–Cuando yo era presidente de la Asociación Española contra el Cáncer en A Coruña, organizábamos unas fiestas en la ciudad, y entre ellas había un baile con espectáculo. Volví a ver a Julio Iglesias otra vez en Miami. Trajimos a Luis Aguilé, Carmen Sevilla…

–¿Amigos de la farándula?

–No, pero me hubiera encantado tener amigos artistas. Es una de las cosas que más echo de menos porque la farándula me apasiona. Siempre estuve un poco… rozando el asunto, ya desde pequeño. Ya en el colegio yo era de los niños que actuaba, si había que leer o cosas así.

–¿Necesitaba A Coruña un campo y un club de golf, que usted cofundó allá por los sesenta?

–En aquel momento me parecía un pecado no tenerlo. ¡Con la categoría que tiene La Coruña y no tenemos campo de golf! Creé el club de golf con dos o tres amigos. Fue una aventura divertidísima, nos lo pasamos divinamente. Nos trajimos a un arquitecto de golf escocés, que no traía cinta métrica ni nada, venía con su mujer y su mujer tenía el paso talonado y sabía lo que medía cada paso. Y así por La Zapateira para arriba y para abajo.

–¿Y la política?

–Me tentaron. Algún partido se lo tomó muy en serio. Pero pertenezco a una familia de políticos y sé lo que es la política. Mi bisabuelo fue ministro, mi tatarabuelo también…. Lo cierto es que la política que yo conocí por mi familia era una política en la que todo se entregaba. En mi casa se vendían tierras, cosas… Hasta que llegó mi padre y se encontró que aquello estaba en la ruina más absoluta. Mi padre estudió la carrera de ingeniero con becas y ayudado también por la venta de algunas alhajas de mi abuela. Cuando terminó se dedicó un poco a rehacer la fortuna familiar y los bienes familiares, a recuperar tierras, casas, poco a poco. Y eso es el recuerdo que yo tengo de la política. La política dio un cambio de 180º y, sin criticar a nadie, no me atraía. Llegó la Cámara, allí pude hacer algo por los demás.