"¡Sepárese del bordillo!"

Los comerciantes denuncian que el carril bus ha provocado el descenso de sus ventas. Los usuarios del transporte público aplauden su rapidez

Un autobús accede a su carril, ayer, en la plaza Pontevedra. Al fondo, un taxi circula por el mismo vial

Un autobús accede a su carril, ayer, en la plaza Pontevedra. Al fondo, un taxi circula por el mismo vial / Thais R. Paz

Aida Mosquera | A Coruña

"¡Cuidado con el bus, sepárese del bordillo!" es la advertencia más sonada desde la calle San Andrés hasta Federico Tapia. Quienes pasean por la acera o esperan junto a las marquesinas han avisado en más de una ocasión a algún despistado que se arrima demasiado a la carretera y se expone a que el gigante rojo de cuatro ruedas le dé un buen susto. El carril bus celebra estos días su segundo aniversario en la ciudad y entre las opiniones de los usuarios de las diferentes líneas y de los comerciantes que tienen sus negocios al pie del vial continúan existiendo discrepancias: mientras unos aplauden la rapidez con la que llegan a sus destinos, los segundos lamentan la imposibilidad de los clientes para hacer sus compras con el maletero del coche cerca.

"La actividad económica de la calle San Andrés se tambalea mientras los buses van a toda pastilla por zonas que son demasiado estrechas como para tener un carril especial", critica la encargada de una tienda de artículos para el hogar convencida de que los comercios "abren un día y cierran al siguiente" a causa de la falta de plazas de aparcamiento, la imposibilidad de que los clientes paren con sus vehículos durante dos minutos para realizar una compra o el incremento "desmesurado" de centros comerciales en la ciudad. Son dificultades a las que se suma, según los dependientes de los establecimientos ubicados a lo largo del vial para autobuses, taxis, motos y bicicletas, "el gran impedimento para las labores de carga y descarga".

Ya sea como consecuencia del carril bus o por cualquier otro motivo, lo cierto es que la preocupación de los hosteleros y comerciantes parece hacerse real al contar el número de establecimientos que han colgado el cartel de cerrado, pero en este caso definitivo, en San Andrés y Federico Tapia: nueve junto al carril bus y once en la acera de enfrente, a los que hay que sumar, al menos, tres traslados y dos procesos de liquidación.

El parecer de los ciudadanos que hacen tiempo en las paradas y marquesinas y el de quienes se apean del autobús es mucho más similar al del Gobierno municipal. Mientras los dueños de los negocios ven en este carril "una gran lacra", los usuarios del transporte público alaban la rapidez con la que llegan a su destino y la disminución del tiempo que cada día pasan esperando hasta que ven acercarse al número adecuado, la línea que, normalmente, les lleva a casa o al trabajo.

Aunque estos usuarios reconocen que la velocidad a la que circulan los autobuses por su vial "es excesiva", confiesan que prefieren arriesgarse a sufrir un frenazo que les lleve al suelo antes de volver a los tradicionales colapsos del tráfico en el centro de la ciudad que eternizaban un trayecto que ahora pueden recorrer en diez minutos.

Sin embargo, pocos ciudadanos se han librado de llevarse un susto al paso de un autobús que da la vuelta al concepto de bordillo, haciendo que deje de ser el límite de la acera para convertirse, con la invasión del retrovisor o incluso de la carrocería del vehículo, en parte de la calzada.

Sobre el balance de los dos primeros años de carril bus en la ciudad -concretamente en Federico Tapia, plaza de Galicia, Rosalía de Castro, Francisco Mariño, plaza de Pontevedra, San Andrés y San Juan-, quienes circulan con vehículos particulares también tienen mucho que decir.

Las críticas por los atascos generados con la pérdida de un carril no son nada en comparación con los despistes que los conductores reconocen haber sufrido con las modificaciones en las preferencias de giro, saltándose en más de una ocasión algún que otro ceda el paso como el de la intersección de Federico Tapia con las calles Fontán y Notariado.

No obstante, hay quienes admiten que en realidad se trata de "envidia sana" y apuntan que si alguien protesta por la existencia de un carril bus lo hace "porque no puede recorrer la ciudad sin detenerse cada dos minutos".

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