A finales del siglo XIX, la venta de productos alimenticios se desarrollaba en su mayor parte al aire libre en diferentes espacios públicos de la ciudad, como las plazas de Santa Catalina, Santa Lucía y San Agustín. Además de la incomodidad que tenían estos lugares tanto para los vendedores como para los clientes, esta actividad generaba importantes problemas de salud pública, por lo que las autoridades proyectaron la construcción de un mercado municipal.

La primera iniciativa surgió en 1888 pero no cristalizó ante la falta de medios que padecía el Ayuntamiento en aquellos años. Hubo que esperar a que el filántropo Eusebio da Guarda aportase 190.000 pesetas de la época para que comenzasen las obras, aunque ni siquiera llegó a verlas, puesto que él falleció en 1897, los trabajos comenzaron en 1901 y el edificio no fue inaugurado hasta 1910.

El lugar elegido para levantar el mercado fue la explanada conocida como Campo de Carballo, situada en el entonces incipiente Ensanche coruñés y que acabó por denominarse plaza de Lugo. Pedro Mariño fue el arquitecto encargado de diseñar el edificio, cuyo coste final fue de 600.000 pesetas. El 9 de abril fue la fecha de inauguración, a la que acudió Rosa da Guarda, hermana del benefactor que hizo posible el inicio del proyecto y última de sus familiares que vivía.

Con un cuerpo central y dos laterales, el mercado tenía capacidad para 170 puestos de venta, que el Ayuntamiento alquilaba a los comerciantes con cuotas diarias que iban desde los 25 céntimos a las 2,5 pesetas. Las características del inmueble, en el que destacaba el acristalamiento de las fachadas para iluminar el interior, hicieron de esta obra una más de las que convirtieron a la plaza de Lugo en uno de los emblemas de la arquitectura coruñesa de la época, ya que en esos mismos años se levantaron allí destacados edificios de viviendas.

Pese al elevado valor artístico del mercado, la falta de perspectiva de las autoridades municipales llevó a la desaparición de la obra de Mariño en 1955, año en el que se derribó para dejar paso a un nuevo edificio. Pero hasta tres años tuvieron que esperar las vendedoras para ver concluido el segundo mercado Da Guarda, y además en plena calle, ya que no se les proporcionó una instalación alternativa y tuvieron que llevar a cabo su trabajo al aire libre. El 26 de noviembre de 1958, el mismo día en que se conoció en la ciudad la muerte del alcalde Alfonso Molina, se abrió por fin el edificio, que permitió albergar 160 puestos de venta en un espacio más racional que el anterior pero con una estética menos adecuada. En 2003 el segundo mercado fue demolido con el fin de permitir la construcción del actual edificio.