Está a punto de cumplir 64 años, pero se jubiló de forma anticipada hace dos como gerente de la empresa pública Xestur Coruña. A la llegada del bipartito a la Xunta, decidió rescindir el contrato de alta dirección que le unía con la empresa, tras lo que se jubiló. "Fue una decisión magnífica", comenta Antonio Gómez, quien explica que ahora se dedica a "un montón de cosas que antes no tenía tiempo para hacer, por lo que merece la pena".

Para este antiguo directivo, el retiro es "una vida nueva por no tener responsabilidades directas". Gómez rechaza encontrarse frustrado por carecer en la actualidad de actividad profesional, ya que siempre le gustó "ser un espectador de la vida", lo que afirma que se puede hacer mucho mejor desde fuera del mundo laboral. Su experiencia política, que le llevó a ser concejal y diputado, le hace recordar una anécdota en la que el presidente del Congreso, Félix Pons, le espetó a un grupo de parlamentarios que eran "espectadores activos", calificación que asegura ahora le encaja a la perfección.

Entre las ocupaciones a las que dedica su tiempo, Gómez menciona las visitas a su extensa familia, muy repartida por toda España, lo que le permite conocer la diversidad del país, así como las gestiones que realiza para sus amigos, con los que mantiene un contacto fluido. "Hace poco estuve con un amigo retirado que le dijo que se aburría y le dije que una persona inteligente no se aburre nunca. Ahora me falta más el tiempo que antes, por lo que estoy más agobiado que cuando trabajaba".

Para Gómez, el retraso de la edad de jubilación es aceptable porque la esperanza de vida actual es más elevada, aunque advierte: "Lo inteligente es lo de los franceses, que se jubilan a los 60". La diferente situación económica de España hace que admita que haya que esperar a los 67, pero cree que lo ideal sería hacerlo a los 60, edad a la que hay "muchas cosas por hacer si económicamente no se está constreñido".