Un año y medio. Ese es el plazo que se da la concejala de Servicios Sociales, Silvia Longueira, para desmantelar el asentamiento chabolista de la Conservera Celta. Dice la edil que en el poblado residen 56 familias y que los técnicos municipales han empezado ya a hacer el trabajo previo a los realojos, el de conocer la situación real de cada uno de los habitantes de las barracas para actuar en consecuencia. A diferencia de los chabolistas de Penamoa, los de la conservera tienen, según Longueira, buena disposición hacia el trabajo de Servicios Sociales y sus problemas con la ley no van mucho más allá del furtivismo, así que considera que el trabajo será más sencillo porque no han de lidiar, de nuevo, con el tráfico de drogas.

"Tendría que estar resuelto en la mitad de tiempo en el que se ha limpiado Penamoa", comentó la edil, que dice que han sido menos de tres años de trabajo los que les ha llevado desmantelar el poblado que da ya sus últimos coletazos.

Para As Rañas, el Concello tiene otros planes, no habla tanto de realojos y limpieza del poblado como de la "dignificación" de las infraviviendas levantadas. Longueira asegura que este proceso de lavado de cara de esta parte de la ciudad está en un "impasse", no por culpa del Gobierno local, sino porque los vecinos tienen que "cumplir unos requisitos" indispensables para que el proceso siga adelante.

Otra versión de esta intervención tienen los miembros de la agrupación Arquitectos sen Fronteiras que, además de trabajar en países en desarrollo, lo hacen también en asentamientos chabolistas de la ciudad. Dicen que el Gobierno local no ha invertido ni la mitad del presupuesto dedicado al chabolismo del año pasado y que, a pesar de que en noviembre fue el arquitecto encargado del proyecto, Santiago Cirugeda, y una técnica de Servicios Sociales al poblado, para anunciar que se acometerían medidas de emergencia en las casas, los vecinos nunca recibieron una respuesta, ni de cuáles serían las obras ni qué tendrían que hacer para optar a ellas. "Están peor que cuando empezó el proyecto", dice la arquitecta Cristina Nieto, y es que, según sus datos, sólo seis de las 19 infraviviendas han recibido, desde el principio de la intervención, ayudas para ser reformadas sin seguir criterios de prioridad.

"Los vecinos no saben por qué unos sí y otros no. Que dejen de echarle la culpa a las víctimas y que hagan un plan global con la intervención de otras concejalías, porque esto no es sólo un problema de viviendas", afirma el arquitecto Juan Aradas, que, como Nieto, trabaja en As Rañas, aunque de una manera ajena al plan municipal.

Los vecinos de O Portiño tienen muy claro que si por su asentamiento pasase una carretera, ya estarían fuera, quizá realojados en pisos o, quizá en cualquier otro poblado. "Como O Portiño no molesta, no viene nadie a hablar con nosotros, pero estamos dispuestos a negociar con el Ayuntamiento para irnos", dice el secretario de la asociación de vecinos de O Campanario, Carlos Gómez.

Para la edil de Servicios Sociales, Silvia Longueira, el desalojo de A Pasaxe será más fácil por la parte que le toca al Ayuntamiento en cuanto al trabajo personal con los chabolistas, pero más complicado a nivel administrativo, ya que los terrenos sobre los que se erige el poblado no son de titularidad municipal, como los de Penamoa, sino que pertenecen a propietarios particulares y al Estado, que, según explicó ayer la concejal, pretende que sean consideradas como tierras ganadas al mar y no como rellenos; el gran obstáculo es que, además de los problemas con los dueños están también las empresas asentadas en el poblado bajo un régimen de concesión que quisieran prorrogar.

Arquitectos sen Fronteiras considera que las expectativas del Concello son demasiado halagüeñas para el trabajo que, por ahora, están realizando los Servicios Sociales municipales que, a sus ojos, es nulo, no sólo en As Rañas, sino también en la Conservera Celta. "Hay un oscurantismo total, los vecinos no saben qué hacer porque los requisitos que les piden cambian cada día", denuncia Juan Aradas, que considera que el proyecto de "dignificación" del entorno y de las infraviviendas de As Rañas nació ya muerto porque se hizo sólo sobre el papel y porque no se les permitió a los residentes, que participasen en el cambio del poblado.

De otra manera lo ve Longueira, que defiende la labor de su equipo y que considera que, el desmantelamiento de Penamoa podría haberse hecho de una manera más rápida y eficaz si los miembros del Partido Popular no se hubiesen metido en el proceso, si hubiesen tomado la misma decisión que tomaron cuando se ejecutó el desalojo de Orillamar, la de apoyar las actuaciones del Gobierno local.

Para Juan Aradas, del colectivo Arquitectos sen Fronteiras, la pregunta no es cuándo se acabarán los asentamientos chabolistas sino cómo se realizarán, qué pasará después, cuando se acaben las ayudas que el Concello les entrega a los chabolistas para que paguen los pisos de alquiler en los que los ha realojado y a dónde se irán a vivir cuando el plan de integración se haya terminado.

"Los proyectos de realojo necesitan la colaboración de otras concejalías, porque se está tratando con la vida de muchas personas que necesitan asistencia, no sólo en su vivienda, sino en el ámbito de la educación y de la sanidad", expone la arquitecta Cristina Nieto.

Con el fin de Penamoa a tiro de piedra bajo el brazo, los socialistas cuestionan la credibilidad de Carlos Negreira y del partido al que representa para hablar de cualquier tipo de política social y de integración, cuando, entienden, lo único que ha hecho es poner trabas a la desaparición del chabolismo en la ciudad. "Asistimos a lo que, desde mi punto de vista, es un verdadero milagro", reprochó la diputada del PSOE Mar Barcón, "asistimos a la conversión del señor Negreira a las políticas sociales".

La ex concejal, de nuevo parte de la candidatura de Losada para las municipales, explica que no hay más que irse a las hemerotecas para asistir al comportamiento de Negreira en cuanto a la desaparición de los poblados. "Ahora dice que hay que trabajar a favor de los más desfavorecidos", se ríe Barcón, que sugiere "a toda la ciudad que recuerde lo que el señor Negreira y sus concejales y concejalas dijeron e hicieron hace dos años".

De hemeroteca también pide que se tire la edil de Servicios Sociales, Silvia Longueira. Recuerda cómo el realojo de los chabolistas de Orillamar resultó "un proceso tranquilo", algo en lo que tuvo que ver que los entonces concejales del Partido Popular "tomaron una decisión responsable y le pareció que se estaba haciendo un buen trabajo". "Guardaron silencio y no mancharon el proceso", constata la concejal, que espera poder proseguir el desmantelamiento de Penamoa en otros asentamientos. Longueira reprocha que, de no ser por la actitud de los populares, "si no hubiesen los calentamientos terrestres que hubo por parte de estas fuerzas políticas", podría haberse culminado el proceso en menos tiempo.

¿Y qué contesta el alcaldable popular? Que podría haberse hecho antes. Además, responde que hay más asentamientos chabolistas, en lo que incluye a los okupas de Monte Alto. Habla, en este sentido, de "un nuevo chabolismo". Afirma que el asentamiento de A Pasaxe está creciendo y que hay infraviviendas también en O Castrillón. Los vecinos de este barrio no tienen conocimiento de ello y, si acaso, señalan algunas casetas de obra que tienen los particulares para guardar materiales pero, en ningún caso, en las que habitan personas.

El representante del Gobierno gallego en la provincia, Diego Calvo, salió en defensa de su compañero de partido y señaló también que "se ha tardado mucho". "Se pudo haber hecho de otra manera, mucho mejor y más eficaz", interpretó ayer en Radio Coruña. El delegado territorial aseguró que no tuvieron información en todo el proceso y recordó que quien tenía que tomar la iniciativa era el Ayuntamiento.