Diecinueve familias quedan en Penamoa, el asentamiento chabolista más complejo y conflictivo de la ciudad, ya en vías de extinción. Pero no es el único poblado. Según un censo realizado por el Concello, más de 160 familias residen en infraviviendas dentro de los límites del municipio. Están As Rañas, A Pasaxe y O Portiño. Este último es el más antiguo y suma tres décadas de existencia. Aunque hay diferentes grados de conflictividad social y aislamiento en los núcleos, Servicios Sociales señala que las viviendas en todos ellos carecen de "las mínimas condiciones de habitabilidad".

En O Portiño el Ayuntamiento, que tiene un proyecto para realojar a buena parte de ellos en la futura urbanización de San Pedro de Visma, computó 67 familias. Es, por tanto, el más numeroso. En su informe, el Concello destaca su grado de consolidación. "Conviven sin grandes conflictos y sin graves problemas de delincuencia, definiéndose ellos mismos como barrio", destaca el estudio del área de Silvia Longueira, que distingue dos tipos de residencias: un bloque de pisos con doce viviendas, construidas por Cáritas, y un grupo de chabolas, de madera y de reciente construcción. No se libran de los problemas de habitabilidad.

Además de a la venta ambulante y a la chatarrería, se añade el trabajo por cuenta ajena como fuente de ingresos en las familias. El informe aplaude la excelente integración dentro y fuera, algo que se repite en As Rañas, el poblado con menos residentes de los cuatro que hay en la ciudad. Tiene 19 familias censadas y Servicios Sociales, en su último informe municipal sobre la situación de los asentamientos, afirma que hay 13 pendientes de acceder a una vivienda "adecuada".

El lugar tiene particularidades: el terreno es de las familias y hay buena relación entre ellos y el entorno. En cuanto a las chabolas, hay problemas de humedades, grietas y ventilación, aunque sí tienen red de saneamiento y suministro de agua y de luz. El poblado cuenta con dos décadas de existencia. Hay construcciones de ladrillo y bloque pero han sufrido "un rápido proceso de degradación".

Arquitectos Sin Fronteras ha denunciado recientemente cómo viven en el asentamiento, después de que el Ayuntamiento dejase una remodelación sin terminar en la que invirtió 300.000 euros. Había anunciado que, bajo la dirección del arquitecto Santiago Cirugeda, los propios vecinos reconstruirían sus casas. "No se llevó a cabo ningún tipo de capacitación laboral ni existió participación de las familias a través de la autoconstrucción de viviendas, que era uno de los objetivos principales expuestos por el Concello", denunció la asociación, "y no se realizó ninguna actividad asociada a la inserción laboral".

En cuanto a A Pasaxe, que la concejal espera desmantelar en año y medio, está formado por 56 familias divididas en tres grupos: uno de origen portugués, payos y un colectivo gitano. Al igual que en Penamoa, las relaciones dentro y fuera no son buenas. De materializarse las promesas de Silvia Longueira, sería el segundo intento de desmontar el asentamiento, antes en la nave de la antigua Conservera Celta. En 2006 demolieron el inmueble, se dieron una serie de ayudas municipales para el realojo pero, a los pocos días, se trasladaron al solar contiguo.

Finalmente, para acabar con Penamoa han tenido que pasar 24 años y una carretera por encima. Las obras de la tercera ronda han obligado a trasladar a las familias, por propia voluntad o a través del juzgado, después de que se estableciesen allí cuando les echaron de los terrenos de A Cubela para urbanizar el entorno de la estación de buses.