Serán solo dos años. Con esta promesa se llevó a cabo en octubre de 1984 el desalojo de los terrenos de A Cubela que el Ayuntamiento permutó con El Corte Inglés y que hasta entonces habían sido ocupados desde quince años atrás por unas 40 familias que residían en chabolas. Pese a que el Gobierno local, presidido por Francisco Vázquez, les construyó unas viviendas de planta baja en el lugar de Penamoa, un descampado cercano a la refinería, los chabolistas intentaron resistirse al traslado, aunque finalmente se vieron obligados a instalarse en las llamadas casas blancas, de 40 metros cuadrados de superficie y sin agua corriente ni servicios higiénicos.

Al cabo de dos años, el centro comercial abrió sus puertas en A Cubela, pero los antiguos habitantes del lugar siguieron en Penamoa sin tener noticias sobre un nuevo destino. Pero la promesa municipal de que se les entregarían viviendas atrajo a la zona a otros chabolistas, que se ubicaron en terrenos próximos a O Ventorrillo y al pie de los depósitos de agua.

Frente a los primeros desplazados, que se dedicaban a la venta ambulante y la recogida de chatarra ya en el asentamiento de A Cubela, los recién llegados cayeron en las redes de los traficantes de droga, que les utilizaron para la distribución de estupefacientes en la ciudad, hasta el punto de Penamoa acabó por convertirse en el "supermercado de la droga" de A Coruña.

Las frecuentes intervenciones policiales en el lugar no frenaron la actividad delictiva en el asentamiento, cuyos principales efectos se dejaron sentir en los barrios más próximos, como O Ventorrillo y Agra do Orzán, ya que muchos toxicómanos cometían allí robos con cuyo botín adquirían dosis de droga en el poblado. La fama de Penamoa se extendió incluso por toda Galicia, ya que el elevado número de chabolas existente y el intenso tráfico de estupefacientes que allí se realizaba hizo del lugar uno de los enclaves más conflictivos del norte de España.

Pese a las continuas protestas vecinales, la solución no llegó hasta que el diseño de la tercera ronda estableció que su primer tramo discurriría por el centro del poblado. Para conseguir su desaparición, el Gobierno municipal incluyó este asentamiento en su plan de erradicación del chabolismo, que ya había obtenido éxitos en Orillamar, Casablanca y la calle Oleoducto.

Un informe elaborado en 2007 por el colectivo Secretariado Gitano contabilizó 123 familias que residían en Penamoa, aunque el Ayuntamiento censó 99 ese mismo año, en el que firmó el protocolo para el desmantelamiento del poblado. Para fomentar el traslado de los chabolistas se les animó a solicitar la concesión de viviendas que construiría la Xunta, aunque esta iniciativa generó un conflicto social.

El temor a que los residentes en el asentamiento se reubicasen de forma masiva en Eirís y Novo Mesoiro, donde estaban proyectados los bloques de pisos promovidos por la administración autonómica llevó a vecinos de ambas zonas a reclamar que el realojamiento se efectuase de forma dispersa por toda la ciudad o la comarca para evitar la creación de nuevos guetos, por lo que organizaron manifestaciones para tratar de impedir la concentración de los desalojados.

El Ayuntamiento consiguió convencer a 79 familias para que se incorporasen al plan de traslado, para lo que las instruyó acerca de las normas sociales e incluso construyó unos módulos de convivencia en Penamoa que apenas llegaron a ser usados para el fin que se había previsto. De forma paulatina, los chabolistas fueron realojados en diferentes lugares, al tiempo que se realizaba la demolición de lo que había sido su vivienda.

A finales de 2010, en el poblado tan sólo quedaba una veintena de familias que había rechazado participar en el proceso de traslado, por lo que fue necesario recurrir a su desalojo forzoso mediante un mandamiento judicial. La semana pasada se efectuó la primera de las intervenciones con las que se pondrá fin a la existencia de chabolas en la zona, en la que, a pesar de la progresiva eliminación de las infraviviendas, se ha mantenido el tráfico de drogas, ya que los vecinos más próximos afirman que los delincuentes utilizan las construcciones aún en pie para llevar a cabo sus transacciones.