Los centros de día públicos asentados en la ciudad ofrecen 30 plazas frente a las 274 que tienen las instituciones que nacieron por iniciativa social y a las 245 que ofertan los centros privados. La brecha cuando se trata de las plazas de residencias para ancianos, sin embargo, se reduce un poco. Si las plazas de los centros de día ofertadas por las instituciones de iniciativa social multiplican por nueve las de la pública y las privadas tienen más de ocho veces las plazas de las públicas, esa diferencia se reduce cuando el recuento se refiere a las residencias. Las instituciones sociales y privadas casi doblan la oferta de las públicas.

La ley de dependencia establece ayudas para algunos de los residentes en los centros geriátricos, por ello, en ocasiones, los mayores que carecen de un lugar en las residencias públicas son derivados a las privadas, aunque no tienen que hacer frente al importe total de la factura de los servicios, sino que aportan el 75% de su pensión, sea cual sea el montante de esta, según explica la Consellería de Traballo e do Benestar.

El Concello calcula que, en los próximos catorce años, la población mayor de ochenta años aumentará, tanto que el 7% de la población -20.000 habitantes- será octogenaria o, incluso mayor. Los barrios que contarán, según el estudio del Concello, con más mayores en sus calles serán Pescadería y Ciudad Vieja y es que casi uno de cada diez de sus habitantes tendrá más de ochenta años.

Algunas de las residencias de la ciudad establecen como condición que sus usuarios ingresen siendo completamente válidos, es decir, que lo hagan siendo conscientes de que van a dejar atrás su vida de antes. Muchos saben que no les queda otra opción, sin familia y sin los recursos económicos suficientes para ser cuidados en casa, o con barreras impuestas por los años, hay parejas que deciden dar el paso de dejar sus casas e ingresar en una residencia, en una especie de colegio mayor al que muchos no tuvieron oportunidad de ir cuando eran jóvenes y que acaban por convertir en su hogar con el paso de los días y de las noches.

Los números dicen que el porcentaje de mayores que residía en 2009 en la ciudad era del 5,7, mientras que, en 2025, el porcentaje subirá al 7%, puesto que el número de personas de más de ochenta años subirá un 41%. Las zonas en las que, actualmente, hay menos mayores en relación al número total de vecinos es en A Zapateira, Elviña, Feáns, Mesoiro, Novo Mesoiro, Pocomaco, As Rañas y Vío, ya que los ancianos representan solo a menos del 2% de la población total de estos barrios.

En la residencia que Novacaixagalicia tiene en A Coruña, La Ciudad, inciden en que los usuarios deberían conservar, en la medida de lo posible, su residencia habitual unos meses, ya que la adaptación puede fallar, aunque no es fácil para muchos de los mayores enfrentarse al pago de las mensualidades de la residencia -que supera los 1.500 euros la habitación individual y los 1.300, la doble- y las de un alquiler o una hipoteca.

Para la trabajadora social de La Ciudad, Ángela Rouco, lo más importante es que muchos de los residentes no pierdan el contacto con su entorno, que sigan paseando por las calles que les vieron crecer y, en algunos casos, pasar del chupete al bastón. La diferencia se hace más pequeña y el cambio más llevadero, aunque, cuando el tiempo ha pasado ya y los residentes no son responsables de lo que su memoria les hace recordar, la ubicación no les importa tanto como los servicios que reciben.

"Les gustan mucho las clases de memoria, las de risoterapia y las de gimnasia, ", explica Rouco, mientras una decena de residentes intenta llevarse la mano izquierda al hombro derecho. Una de las residentes cree que su cuñado es su tío o su abuelo, porque es "demasiado viejo" para ser el marido de su hermana pero sonríe a la cámara de fotos y cruza las piernas, sentada en su silla con sus más de 80 años rondándole en la memoria.

Si tiene que hacer un repaso a las adaptaciones, la trabajadora social dice que las mujeres siempre son más proclives a ingresar en la residencia pero son los hombres, los que, una vez dentro, olvidan que eran reacios a las ideas de dejar atrás su pasado y de emprender una nueva aventura, y que son los que mejor se adaptan a la nueva situación.

"Todos se llevan bien, pero, como en todas partes, hay afinidades", define Rouco la gran familia que forman los residentes en La Ciudad. Las habitaciones tienen lo mínimo cuando los residentes llegan, una cama, una mesilla de noche y poco más para que sea cada uno de sus ocupantes el que le ponga su sello; a algunos les gusta colocar fotos de sus familiares, a otros, colgar cuadros de los santos a los que tienen fe y otros no se resisten a dejar atrás todo lo que formó parte de su universo, sus libros, sus apuntes y sus recortes de periódico.