Adicciones en la era digitalProfesor del departamento de Psicología de la Universidade da Coruña
Miguel Clemente: "No podemos depender de la tecnología, debe estar a nuestro servicio"
"Estamos creando una generación con una carencia de lenguaje muy elevada. Cada vez hay más relaciones virtuales que personales y, a mayor cantidad de amigos en la Red, mayor superficialidad"

El profesor universitario Miguel Clemente. / carlos pardellas
Aida Mosquera | A Coruña
-Un estudio realizado en la Universidade de Santiago de Compostela concluye que uno de cada cinco adolescentes corre un alto riesgo de ser adicto a internet.
-Los chavales abusan de las redes sociales de tal manera que prácticamente no pueden comunicarse sin ellas. Les resulta económicamente más rentable porque gracias a los foros y muros de las redes sociales y a aplicaciones de mensajería como WhatsApp (programa que permite enviar mensajes gratuitos entre los usuarios de esta aplicación), pueden estar comunicados constantemente sin necesidad de gastar en llamadas telefónicas.
-¿Existe una mayor adicción a este tipo de aplicaciones para dispositivos móviles que a las redes sociales?
-Al ser un instrumento que está incluido en una tasa mensual, los menores están todo el día conectados y lo malo es que ese tipo de conexión es imposible de controlar por los padres porque, por ejemplo, el niño está en su habitación, recibe un mensaje a las doce de la noche, lo contesta, vuelve a recibir otro... Los padres pueden vigilar que un televisor o un ordenador esté apagado, pero no pueden vigilar que efectivamente no esté apagado el teléfono, o al menos no suelen hacerlo. Esto está provocando que los menores gasten prácticamente todo el tiempo que pasan con sus padres o con unos amigos, en hablar con otros. Es un problema serio.
-¿Considera necesario que un adolescente disponga de conexión a internet en su teléfono móvil?
-Para los padres es necesario que sus hijos tengan teléfono móvil, porque quieren controlarlos. Entonces, lo que hace el hijo es escoger el modelo. Los adolescentes quieren un teléfono que tenga internet o wifi y, por tanto, descargarse el WhatsApp. Mediante el pretexto de que los padres controlan a sus hijos con el móvil, estos añaden el otro elemento, es una especie de venganza. Es raro encontrar un niño que no tenga este tipo de instrumento.
-¿Qué problemas pueden derivarse de este tipo de adicción?
-Básicamente que el rendimiento escolar baja, porque los menores no se desconectan cuando están estudiando. Los jóvenes están siempre recibiendo y respondiendo mensajes, lo que hace que la concentración baje y que, por tanto, el nivel de estudio sea menor. En lugar de estudiar, están respondiendo mensajes.
-¿Y a nivel social?
-Que el tiempo de interacciones reales disminuye, porque pueden tener estas interacciones sin ver a los demás. A veces salen menos de las casas, pero sin embargo no están con la familia, sino respondiendo mensajes sistemáticamente.
-¿Qué solución propone?
-La única solución a todo esto es poner un tope en una edad para poder acceder a estos servicios. Yo lo dejaría en manos de los propios jóvenes, diciéndoles que cuando sean mayores de edad podrán contratar una línea de prepago y conectarse a internet o a lo que quieran. También recomiendo siempre que los padres adviertan de que repetir curso implica retrasar también un año la mayoría de edad. Es una forma de buscar una especie de control para evitar que se produzca un fracaso escolar. Que ellos asuman que si el rendimiento escolar baja, su mayoría de edad llegará más tarde.
-Además del bajo rendimiento escolar, muchos expertos relacionan directamente el uso de redes sociales con el riesgo de interactuar con desconocidos.
-Yo creo que no es tan problemático porque los contactos suelen estar dentro de un círculo íntimo. Es más preocupante el acceso al propio internet, sobre todo a los perfiles de las redes sociales. Es fácil que, por tener más amigos que los demás, se admita absolutamente a cualquiera. Hoy en día, los chavales tienen un perfil en Facebook o Tuenti bastante plano. No dan casi información de ellos mismos y estas páginas se han convertido en páginas muy ligth, en las que la gente no dice nada. Cuando quieren comunicarse entre ellos de forma más personal, utilizan el WhatsApp o, directamente, el correo electrónico. Yo no veo un peligro en el sentido de manipulación de menores, lo veo más en el tema de estar constantemente viendo pantallas.
-¿Cree que existe una especie de competición por tener más amigos virtuales?
-Cada vez hay más chavales con más relaciones virtuales que personales. A mayor cantidad de amigos en la Red, mayor superficialidad. Las redes sociales informan de la actividad de todos esos amigos y los menores se tiran el día siguiéndolos cuando, en realidad, no les importan. Es el mundo de la superficialidad, donde las relaciones sociales se vuelven muy utilitarias.
-¿Puede decirse que los menores prefieren hablar por escrito que en persona?
-Sí.
-¿Por qué cree que es así?
-Porque el hecho de que haya una tecnología que les permite comunicarse entre sí, ha supuesto que tengan una pobreza de lenguaje muy grande, de tal manera que el lenguaje se reduce a cuatro teclas. Utilizan abreviaturas y pierden muchísimo vocabulario. Además, es muy fácil poder cortar al otro si no te apetece seguir hablando con él.
-¿Piensan que, en persona, no pueden hacerlo?
-Exacto. Tú no puedes dejar colgado a alguien cuando le tienes delante. Tienes que buscar un pretexto, decírselo... La comunicación virtual es mucho más fácil, llega un momento en que prefieren no ver a las demás personas porque no tienen el vocabulario suficiente ni la valentía de llevar a cabo una conversación y saber cortarla. Estamos creando una generación con una carencia de lenguaje muy elevada. El lenguaje es la variable que más satura a la inteligencia, con lo que estamos haciendo que desarrollen muy poco la inteligencia.
-¿Cree que los padres son conscientes de ello?
-En absoluto. Hay que asumir que las nuevas tecnologías producen adicción, hay que concienciar a los padres. Pueden hacer la prueba. Que propongan un día sin usar el móvil, y ahí se darán cuenta de si sus hijos, o ellos mismos, son dependientes. Verificado que hay una dependencia, lo que hay que tratar es de salirse de ese círculo. Si el tema es muy grave, con un psicólogo, con especialistas en adicciones. No podemos depender de la tecnología, la tecnología debe estar a nuestro servicio. Esa es la cuestión.
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