Algo está fallando. Es la percepción de entidades sociales que trabajan por la inclusión de las personas sin recursos al comprobar que decenas de ciudadanos duermen en la calle mientras, supuestamente, hay camas libres en albergues como el de la Institución Benéfico Social Padre Rubinos. Algunos colectivos afirman que son los propios bautizados como sin techo, como el sexagenario que apareció muerto este lunes a las puertas del que fuera un comercio en la calle San Andrés, quienes optan por unos cuantos cartones "porque no están dispuestos a cumplir las normas de los centros". Otros, sin embargo, piensan que son precisamente los regímenes de corta estancia, como el que ofrece el refugio de Labañou, los que echan atrás a muchos indigentes.

"¿Y luego, qué?" es la pregunta que, en opinión del administrador de la Cocina Económica, Óscar Castro, hace que la gente sin recursos "se eche atrás" a la hora de acudir al único albergue para transeúntes que, propiamente dicho, hay en la ciudad. "Yo entiendo que puede haber personas que prefieren no seguir unas normas y horarios y escogen seguir en la calle. Pero creo que el auténtico problema es la temporalidad", explica. Y es que, según la trabajadora social de la IBS Padre Rubinos, Lorena López, aunque "se plantea y valora cada situación prorrogando el número de pernoctaciones en ciertos casos", las cuarenta plazas de corta estancia reservadas para hombres -hay otra decena para mujeres y diez más, de "media estancia", que pertenecen a un grupo de inserción dirigido a varones- suponen "un máximo de ocho noches". "Si cobran una renta o prestación básica, pueden volver al cabo de dos meses al albergue y, si no la cobran, después de un mes", puntualiza.

Pese a que la ocupación del refugio es "bastante elevada", según la trabajadora social suele utilizarse "un 80% de las camas", López reconoce que "el consumo de alcohol u otras drogas, los problemas de salud mental o la inadaptación a las normas" son los motivos por los que "algunos transeúntes prefieren no pernoctar en el albergue".

Aunque destinado a personas que padecen algún tipo de enfermedad y carecen de recursos, el Hogar de Sor Eusebia sí está "abarrotado". "Para las personas sin hogar no hay plazas suficientes ni en la ciudad, ni en el mundo. Aquí siempre estamos completos. De hecho, si nos permitiesen tener un edificio anexo al que tenemos, también se llenaría", lamenta el hermano Ricardo, que considera "insuficiente, aunque importante" la aportación económica de las administraciones.

Hablando de ayudas, el administrador de la Cocina Económica denuncia "los retrasos" de la Xunta para ingresar la Risga (Renta de Integración Social de Galicia) a las personas que les ha sido concedida.