Todos le recuerdan igual, vecinos, clientes del bar de sus padres, compañeros... como un buen chico "sin cosas malas". Javier López López, de 38 años, estaba casado con la secretaria del Concello de Camariñas y no tenía hijos. Sus padres, Aquilino y María del Carmen, son de A Fonsagrada y, como tantos otros vecinos y coetáneos, cogieron la maleta, el mapa de Europa y emigraron. Al volver, se instalaron en A Coruña y abrieron un mesón, el Miña Terra, en la que ahora es la calle Rafael Bárez Vázquez, pero que toda la vida había sido la calle B de la Urbanización Soto.

Al agente López López le gustaba su profesión, tanto que se definía como un hombre "feliz". ¿Por qué? Porque podía hacer lo que le gustaba, podía trabajar y, además, cobraba por ello, así se lo hizo saber su familia, en la capilla ardiente, a la ministra de Fomento, Ana Pastor, el viernes. Quería defender a los buenos, así que, además de vestir cada día el uniforme de la Policía Nacional, se había licenciado en Derecho. Los que le vieron crecer le recuerdan como un chico "muy bueno", que siempre saludaba a los clientes del bar y que nunca "puso una mala cara" a nadie cuando estaba en el negocio familiar, al que iba mucho para visitar a sus padres, no en vano, era el único hijo que tenían. Se les viene a la memoria contando chistes, mediando cuando las cosas se ponían un poco feas y siempre del lado de las víctimas, ayudando a los que creía desfavorecidos y tirando de valentía para intentar lo imposible.

"Yo no lo haría, pero conociéndolo a él, seguro que lo volvería a hacer las veces que hiciese falta", explicaba ayer, a las puertas del cuartel de Lonzas, otro agente, compañero del fallecido, y es que no hay ninguna ley que obligue a los policías a tirarse al mar si está en tan malas condiciones como en el Orzán el pasado viernes, para intentar salvar a una persona.

En la academia les enseñan que tienen que protegerse ellos y a sus compañeros sobre todas las cosas, pero los que, como Javier López López, llevan en el cuerpo el gusanillo de ayudar a los demás, no son demasiado estrictos en la aplicación de esta norma y "actúan con el corazón", remarca un agente.

"Se tiraron sin pensar en lo que dejaban atrás, sino en lo que podían llegar a hacer, que era salvar a un chico que se estaba ahogando", explicaba el secretario regional del sindicato Confederación Española de Policía, Santiago Rey Asorey, que solo encontraba un adjetivo para describir la acción del agente: "Heroica".

Desde ayer descansa en el cementerio fonsagradino de Lamas de Moreira, de donde es su madre, y cuenta con una medalla de oro al mérito policial.