Para la antigua prisión provincial hay un mal peor que no saber qué ocupará sus paredes, y es el olvido, que las administraciones la dejen morir y derrumbarse, por falta de dinero o de interés. Hay disparidad de opiniones sobre cuál debería ser su destino final, para unos tendría que convertirse en un lugar de creación, de cultura y de innovación, para contrarrestar todo el miedo y represión que significó mientras sus puertas se abrían para entrar, pero no para salir. Para otros debería ser un hotel, un lugar que pudiese sostenerse sin necesidad de la inversión pública y, para otros, con que fuese un punto de encuentro de los vecinos ya llegaría. Pero en lo que todos los participantes en la mesa redonda que organizó ayer el Instituto de Estudos Políticos sobre el futuro del antiguo penal en el centro cívico de Monte Alto estuvieron de acuerdo fue en que necesita ser "rehabilitada".

El escritor Manuel Rivas y el presidente de la delegación coruñesa del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia, José Manuel López Mihura, creen que hay que conservar la estructura de la cárcel, que es importante mantener vivo un molde por el que se cortaron la mayoría de las cárceles de principios del siglo XX: el panóptico, el que cuenta con un núcleo central desde el que se pueden controlar todos los pabellones de la cárcel. Para Rocío Fraga, una de las integrantes de la plataforma Proxecto Cárcere, lo más importante en este momento, es que el Gobierno local se afane en finalizar los trámites de la cesión del edificio para que deje de pertenecer a Instituciones Penitenciarias y forme parte definitivamente del patrimonio del Ayuntamiento.

A partir de ahí, Proxecto Cárcere tiene muchas ideas, una de ellas que la antigua prisión provincial sea un punto de encuentro para creadores y vecinos y que pueda contar con una gestión "a nivel ciudadano". Rivas asegura que es "viable" reparar los pequeños daños que sufre la infraestructura y que incluso podría hacerse con una "cuestación popular" y es que sus muros son sólidos, pero todos sus puntos blandos -el tejado y los cristales, entre ellos- se han ido quebrando con el tiempo.

El responsable del área de Arquitectura del Instituto de Estudos Políticos, Emilio Argiz, dejó ayer caer algunos ejemplos de lo que podría llegar a ser la antigua cárcel, esa que se construyó "a espaldas de la ciudad" y que ahora ocupa un lugar "privilegiado". Propone un albergue, como en Zúrich o un centro de exposiciones, como en Vigo y en Lugo, pero también un lugar abierto a la creación, como en el antiguo matadero de Madrid.

La idea que había defendido el anterior Gobierno local, la de hacer un parador en una parte del edificio y reservar otra para museos, ya la ha borrado del mapa el Estado, que ha paralizado las inversiones para estas infraestructuras.

En el cuaderno de Manuel Rivas hay espacio para muchos proyectos, entre ellos, un "museo de la emigración", hay unas líneas también dedicadas a cada una de las personas que ocuparon las celdas y los calabozos, "cuya memoria no debería ser olvidada" y también hay un hueco para los talleres, para la creación, para que artistas "de todo el mundo" realicen una pieza singular relacionada con la libertad que el edificio les negó un día a sus internos. Mihura opta por un modelo que sea autofinanciable, que no dependa de las subvenciones.