Una vida marcada por tres exilios y ser "memoria viva" de la República son algunos de los motivos por los que la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica de A Coruña (CRMH) ha decidido nombrar este año a la escritora Mariví Villaverde como Republicana de Honra 2012, dentro de los actos que la asociación organiza para conmemorar el 81 aniversario de la proclamación del movimiento.

Hija del primer alcalde republicano de Vilagarcía, Elpidio Villaverde, y viuda del activista Ramón de Valenzuela, Villaverde recuerda a sus ochenta años su infancia durante la República. "Era una época en la que se vivía con ilusión y con la esperanza de que las cosas cambiasen sobre todo en mi entorno porque conviví siempre con gente involucrada en la política", explica. El levantamiento militar de 1936 cambió el rumbo de su vida y con 14 años vivió su primer exilio con su madre y sus hermanos en Marsella, adonde ya había viajado su padre unos seis meses antes. "Cumplí 14 años la noche que llegué a Francia", recuerda Mariví, para quien este primer viaje era "provisional" hasta que la situación mejorase.

Durante los tres años que vivió en el país galo conoció al que sería su marido, Ramón de Valenzuela, pero el encarcelamiento de este por luchar contra la represión franquista les mantuvo separados más de cinco años. Además, Villaverde emprendía al mismo tiempo otro periplo, en esta ocasión a Buenos Aires, porque "las cosas no habían terminado como pensábamos y no podíamos volver a España. La única solución era salir de Europa".

A los 15 días de llegar a la capital argentina le detectaron tuberculosis y gracias a la atención recibida en el Centro Gallego pudo salvarse tras un lustro dedicada a "la lectura y el tratamiento". Ese fue el tiempo que tardó en volver a ver a Ramón de Valenzuela, por quien no dudó en cruzar de nuevo el charco y casarse en Vilagarcía. No fue su última travesía, pues cuatro años después de su reencuentro en 1945, el matrimonio decidió hacer las maletas y volver a Argentina con sus dos hijos. "No estaba de acuerdo con la vida que me ofrecía mi país. Todavía faltaba mucha libertad", asegura la escritora.

Conocida como la voz del exilio gallego, define su última etapa y la más duradera -entre 1949 y 1966- en la capital argentina como la más "creativa". De su segundo exilio en Buenos Aires recuerda sus contactos con personajes como el pintor Luis Seoane o el escritor Arturo Cuadrado, con quien dirigió el periódico Galicia. Los años que dedicó a su trabajo en el Teatro Galego da Federación no los considera una "pérdida de tiempo", sino que, por el contrario, todas las muestras de los representantes de la cultura gallega exiliados en el exterior sirvieron para "poder mantener viva la memoria y defender ideales como la libertad".

Pese a que la represión seguía muy presente en España, y -afirma- "había que vivir siempre midiendo lo que se decía y sabiendo qué límites no se podían sobrepasar", a finales de la década de los 60 María Villaverde y su familia abandonan el exilio y se trasladan a Madrid. "Pocas cosas habían cambiado pero lo suficiente para iniciar una nueva vida", recuerda la periodista gallega, quien añade que no quería que sus hijos se criaran tanto tiempo fuera de España. Para la autora, hay muchos que tienen memoria pero otros tantos que "no quieren recordar". De sus vivencias, destaca que todas las cicatrices "dejan huella" y añade que no es fácil borrarlas y "hacer cómo que no pasó lo que sí pasó".