"Hay que dormir", le decía ayer Carla a Daniela y Daniela se acostaba a su lado, en la alfombra verde del suelo, ya sin zapatos, dispuesta a cerrar los ojos. Saben que a la escuela infantil no se va solo a dormir, que se va "a aprender canciones", como la del "cocodrilo" y a jugar y a portarse bien. La escuela infantil de Monte Alto abrió ayer sus puertas a padres, madres, abuelas y hermanos, para que conozcan las instalaciones en las que estarán sus pequeños durante el curso.

"La adaptación de cada uno es individual", explica la directora del centro, Montse Sancho, que sabe que no es el primer día el peor de todos los del curso, que tiene la certeza de que lo complicado llegará la próxima semana, cuando se acabe el periodo de adaptación y los papás ya no estén en el aula y se tengan que quedar los pequeños en la escuela con sus cuidadores y los que, de ahora en adelante, serán sus amigos.

Ainara va por segundo año a la escuela de Monte Alto. "Viene con ganas, después de todo el verano sin ver a sus compañeros, pues se pone contenta", explica su madre, Débora Cebey. A la madre de Teresa, Ana Budiño, se le hace duro separarse de su pequeña, dice que lo pasa mal, por lo que el periodo de adaptación es tanto para la niña como para ella. Hay madres, sin embargo, que están "encantadas" al dejar a sus niños en la guardería.

"Nos quedamos tranquilos, porque sabemos que aquí la van a cuidar como si fuese de su familia. Tienen un proyecto educativo que ya le gustaría a muchos colegios", explica el padre de Teresa, Antonio Villamor, que se sintió muy apoyado por las cuidadoras, cuando era primerizo.