Uno de los coruñeses que mayor popularidad alcanzó en la década de los setenta, Benigno Sánchez Lebón, falleció ayer a los 81 años en su domicilio de Bertamiráns, en el municipio de Ames. Su actuación como práctico del puerto en el desastre del petrolero Urquiola en 1976, a cuya explosión y posterior incendio sobrevivió de forma sorprendente, le convirtieron en un personaje de gran relevancia, aunque la tragedia le dejó marcado de por vida, hasta el punto de que tras el hundimiento del Mar Egeo en 1992, decidió retirarse de modo anticipado ante la depresión que le causó el nuevo siniestro.

Sánchez Lebón comenzó su carrera profesional en la mar con solo 17 años a bordo de los pesqueros con base en A Coruña y con 21 años ya era capitán de uno de los que faenaban en las costas de Terranova, cuando los buques que llegaban hasta aquellas aguas no disponían de más medios técnicos para navegar que un simple sextante. Tras cinco años como capitán de buques mercantes, decidió optar a una plaza de práctico, ya que siempre mostró afición por las maniobras de los barcos. Por entonces contaba tan solo con 29 años, una edad inusual para esta profesión, por lo que en una ocasión el capitán de un barco le exigió que le mostrase su acreditación de su título.

A Coruña fue el puerto en el que desarrolló toda su carrera y ya pronto tuvo que hacer frente a incidencias como la del petrolero que se quedó sin máquina cuando se dirigía hacia el pantalán de Petrolíber, por lo que hubo que anclarlo y arrastrarlo con remolcadores para impedir que se estrellase contra el muelle. Otro buque de este tipo sufrió un siniestro similar a corta distancia del bajo de Las Yacentes y Sánchez Lebón se vio obligado a prohibirle la entrada a la bahía hasta que no fuese reparado, tras lo que denunció a la refinería las continuas averías que sufría aquel navío en sus escalas en la ciudad.

Pero el accidente del Urquiola superó todas las experiencias que el marino había vivido hasta entonces, ya que las dimensiones de la tragedia tuvieron una repercusión internacional. El 12 de mayo de 1976 el buque rozó unas agujas del fondo marino que no figuraban en las cartas náuticas y sufrió una fuga de parte de las 107.000 toneladas de combustible que transportaba. Ante el riesgo de una explosión, las autoridades marítimas decidieron enviar el barco fuera de la bahía, para lo que se desembarcó a la tripulación.

A bordo solo quedaron Sánchez Lebón y el capitán, el coruñés Francisco Rodríguez Castelo, a quienes se encargó la tarea de conducir al Urquiola a aguas exteriores. Antes de que pudieran llevar a cabo su labor, una fuerte explosión hizo saltar el barco por los aires y lo envolvió en llamas. Los dos hombres se lanzaron al mar y trataron de ponerse a salvo, aunque la superficie del agua estaba cubierta del fuego que consumía la carga del buque. Sánchez Lebón nadó durante tres horas hacia la costa de Mera y en su travesía divisó los centenares de personas que contemplaban la tragedia desde la costa, sin comprender por qué ninguna de ellas le prestaba ayuda.

Tras arribar agotado por el esfuerzo a la ensenada de Canabal, el práctico fue auxiliado por quienes se encontraban en la zona, que quedaron espantados al verle salir del agua totalmente cubierto de petróleo, ya que pensaron que se había abrasado con las llamas. Sánchez Lebón sufrió una gran conmoción psicológica a causa de este accidente, ya que debió permanecer dos meses de baja, aunque fue más afortunado que el capitán Rodríguez Castelo, que falleció aquel día. Su mujer, Isabel, se hallaba entonces embarazada de la que sería la tercera hija del matrimonio.

Hubo que esperar 35 años para que la ciudad rindiera homenaje a los protagonistas de aquel suceso, ya que fue el año pasado cuando el Ayuntamiento les dedicó una placa en el lugar de punta Herminia en la que se recuerda a Castelo, Sánchez Lebón e Ignacio Arnáiz, el jefe de seguridad de la refinería que iba a bordo de una embarcación junto al petrolero y que también sobrevivió de forma milagrosa a la explosión.