Tras seis años de olvido, la capilla de San Amaro volvía a abrir sus puertas el pasado día de Difuntos tras las reformas efectuadas por el Concello. Sin embargo, aún no se celebra rito alguno en el templo. Amparándose en la titularidad municipal con la que se levantó este exponente neoclásico local en 1834, la Iglesia Anglicana coruñesa reclama poder misar allí.

"Nos parece un lugar hermoso para poder oficiar", confiesa ilusionado el reverendo Heller González. Pero las pretensiones de los anglicanos de la ciudad no se limitan solo al emplazamiento del edificio, sino que se retrotraen hasta el siglo XIX. En 1836, era enterrado un oficial inglés en donde actualmente se encuentra el cementerio inglés de San Amaro, erigido años después. Los británicos que yacen en él son mayoritariamente de profesión anglicana, por lo que González encuentra allí un lugar digno para honrar su memoria y encontrar un lugar de culto adecuado para sus feligreses.

Hasta este momento los anglicanos coruñeses tenían su templo en la calle Páramo, aunque esta semana preparan su mudanza hasta la próxima calle de Alcalde Lens. De todas formas, no dejan de ser bajos de edificios en el barrio del Agra do Orzán, por lo que el traslado al cementerio es también del agrado de la máxima autoridad anglicana en España, el obispo Carlos López Lozano. "Espero la colaboración de todos para que la Iglesia pueda establecerse allí", asegura López.

Por el momento, el reverendo Heller ha establecido ya contacto con el Concello, por lo que "confiamos en la buena voluntad y cooperación" del consistorio local. El encargado de reunirse con los anglicanos fue el concejal de Medio Ambiente y Sanidad, Enrique Salvador, que ve con buenos ojos la voluntad de los religiosos. Sin embargo, ahora las negociaciones deben llevarse al Arzobispado santiagués.

A pesar de la relación histórica del campo santo con el anglicanismo, el reverendo duda en "si se llegó a oficiar en el templo" esta liturgia, aunque tiene claro que "sí se hizo en el cementerio". Fue en 1982 cuando se realizó el último entierro en el cementerio británico bajo el rito del Libro de la Oración Común, y puede que sea en 2013 cuando se vuelva a oficiar los oficios anglicanos. "Nosotros nos encargaríamos de mantener esto limpio y recogido", dice el reverendo mirando a las hojas que se amontonan en la puerta del templo.

Al puerto de A Coruña llegaba en 1836 el buque Endymion con el cadáver de un oficial que sería enterrado en la ubicación actual del campo santo inglés. En 1867, el cónsul inglés en Galicia, Guillermo Congreve Cutliffe Brackerburry, compró los terrenos para levantar el actual cementerio donde su primer inquilino fue el propio cónsul.

Pero además del medio centenar de personas enterradas en este anexo a San Amaro, hubo históricos anglicanos que dejaron su huella en A Coruña. Uno de ellos fue el reverendo William Bradford que, como capellán anglicano de sir John Moore en la batalla de Elviña, se convirtió en uno de los pocos cronistas gráficos de la fecha. Tras sobrevivir a la batalla, volvió a Gran Bretaña con sus gravados del paisaje coruñés y gallego bajo el brazo.