"En ese momento no sabía lo que hacía. No me pude controlar y cuando me di cuenta, estaban muertos", testificó ayer en el juicio Javier Estrada, el joven que mató a golpes con las baldas de dos estanterías y el sillín de una bicicleta estática a Alejandro y Adrián, dos gemelos de 10 años hijos de su novia, en agosto de 2011 en Monte Alto. Cabizbajo, sin esposas y vestido con unos vaqueros y una cazadora oscura con capucha, se mostró tranquilo antes de prestar declaración. En ocasiones, mientras se exponían en la sala los escritos de las acusaciones, bostezó.

Entre él y la que era su pareja cuando sucedieron los hechos, que está imputada por presuntamente maltratar a los menores, había bastante espacio. De hecho, ni se miraron. En medio de ambos se sentó uno de los policías nacionales encargados de custodiar a Estrada. La madre de los gemelos, Mar Longueira, permanece en libertad aunque el fiscal exige que sea condenada a 11 años de prisión.

El sospechoso, que se enfrenta a una petición de 50 años de cárcel, declaró tranquilo y no respondió a todas las preguntas. En cuanto alguna de las cuestiones planteadas por las acusaciones le incomodaba, espetaba: "yo a eso no contesto". El procesado, sin embargo, no pudo evitar que le cayesen las lágrimas cuando recordó el momento en el que se percató de que los pequeños habían muerto y llamó a la policía.

Estrada, que cuando sucedieron los hechos tenía 29 años, negó haber maltratado a los niños y evitó responder si lo hacía su compañera sentimental, a la que conoció a través de una agencia matrimonial en septiembre de 2010. Un mes después, se fueron a vivir juntos al piso de la calle Andrés Antelo que la Xunta había proporcionado a la madre de los gemelos, que se separó del padre cuando tenían tres años.

"No les pegaba. Yo pasé por eso y no se lo hacía. No los maltrataba", subrayó el acusado, al tiempo que admitió que la convivencia era "regular". A Adrián, según testificó ayer en el juicio, lo conoció antes de trasladarse a vivir con Mar. De hecho, los tres se mudaron al inmueble de Monte Alto. El otro gemelo, Alejandro, que padecía un retraso mental y de aprendizaje, por lo que se le reconoció una minusvalía del 52%, se quedó a vivir con la abuela materna y con su hermano mayor, que era adolescente, fruto de una relación anterior de Mar hasta que decidieron, tras escuchar el consejo de una educadora, que los pequeños debían estar juntos.

El sospechoso reconoció que visitó una clínica de fertilidad con la imputada, que tenía 38 años. "Tenía yo el problema, no podía yo", manifestó Estrada, quien admitió que prefirió que Mar fuese inseminada con el esperma de un donante porque tenía miedo de que el bebé padeciese sus mismos problemas psiquiátricos. "De mi infancia recuerdo malos tratos. Me pegaban con un cinto y un palo. Me sentía inferior a los demás en el colegio y desde pequeño iba al psicólogo. Pensaba que la gente se reía de mí", relató el sospechoso, que afirmó que creía que los gemelos se reían de él. Su madre y su hermano, según contó en la vista oral, eran esquizofrénicos y escuchaban "cosas". Además, afirmó que se intentó suicidar "muchas veces".

El procesado, que toma medicación desde hace siete años, también indicó que abandonó en tres ocasiones el domicilio familiar y que su compañera le dijo que si era necesario para que regresase, internaría a los pequeños en un centro.

"Yo los quería, no les insultaba. Los llevaba al parque, a la playa... Me encargué de su educación, pasaba bastante tiempo con ellos porque no trabajaba. Uno de ellos me llamaba papuchi. Yo les decía que no se portasen mal y les reñía y les castigaba, pero no les insultaba ni pegaba", manifestó el joven, al tiempo que negó haber llamado a los niños "locos, salvajes o inútiles". Tanto él como la procesada sostuvieron que acudieron a los servicios sociales para pedir "una ayuda" y no para internar a las criaturas. La fiscal, sin embargo, destacó que eran beneficiarios de un piso de la Xunta, que no pagaban el comedor y que tenían acceso gratuito al psiquiátrico infantil.

En cuanto al día en el que mató a Adrián y Alejandro, el procesado apenas dio detalles, al contrario que ante la policía y la juez que investigó los hechos. En una de las declaraciones que ofreció antes de la vista oral, afirmó que ese día se levantó enfadado porque Mar se había negado a mantener relaciones sexuales con él. Ayer evitó responder a esa pregunta. "No contesto a eso", exclamó. A continuación, negó recordar si había golpeado a los pequeños con las baldas y los había rematado clavándoles un sillín en la cabeza. "No contesto a eso", advirtió. "¿Usted lo hizo?", le preguntó el abogado del padre de los niños. "Yo no sé", respondió.