Los hechos sucedidos en la primavera de 1982 en Galicia tuvieron una relación directa con la llegada de Francisco Vázquez a la Alcaldía coruñesa un año más tarde. El entonces secretario general del PSdeG-PSOE fue el más ardiente defensor en el Parlamento gallego de que la capitalidad de la comunidad autónoma recayese en A Coruña. La falta de apoyo de sus compañeros le animó a abandonar la dirección del partido el 4 de mayo y a participar el 8 de junio en la manifestación que, según las crónicas, reunió a 100.000 coruñeses para reclamar que la ciudad fuese la sede de las instituciones políticas gallegas.

A la popularidad que le granjeó esta actitud hubo que sumar otro factor decisivo. El 28 de octubre de 1982 los socialistas obtuvieron una victoria arrolladora en las generales que llevaron a Felipe González a la presidencia del Gobierno, por lo que en los comicios locales del 8 de mayo de 1983 Vázquez aprovechó ese impulso para conseguir la primera mayoría absoluta y convertirse con el paso del tiempo en un mito político. Quienes fueron miembros en aquella Corporación aseguran que la lucha por la capitalidad jugó un papel decisivo en la victoria socialista. "Si el PSOE no se hubiese presentado con Paco, no habría obtenido la mayoría porque históricamente la ciudad no era socialista, aunque el partido estaba en lo alto de la ola y eso le favoreció", comenta Álvaro Someso, concejal por la formación independiente La Coruña Unida en aquella Corporación. La sesión de constitución dejó ya un aviso de lo que pasaría a mitad de la legislatura, ya que el portavoz de Coalición Popular, José González Dopeso, retiró su candidatura a la Alcaldía en el momento en el que Vázquez presentó la suya, por lo que sus 8 ediles votaron en blanco.

Poco tardó el nuevo alcalde en demostrar sus habilidades, ya que el 12 de diciembre de ese mismo año anunció uno de sus primeros logros: el desbloqueo del proyecto de ampliación de Alvedro. El aeropuerto tenía hasta ese momento las dimensiones de 20 años atrás, lo que impedía su crecimiento, y Vázquez consiguió que el ministro de Transportes, Abel Caballero -hoy alcalde de Vigo- apoyase el alargamiento de la pista, iniciativa en la que contó con la inestimable ayuda del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, con quien el político coruñés mantenía una relación privilegiada. "Paco fue a Madrid a hablar con Guerra y le convenció", recuerda el entonces concejal de Coalición Popular Emilio Quesada.

Ese mismo mes se llevó a cabo en el Ayuntamiento un acto novedoso que habría de repetirse a lo largo de los 23 años de mandato de Vázquez: la recepción navideña a los representante de la sociedad coruñesa en la que el alcalde hacía balance de su gestión y anunciaba algunos de los proyectos para el próximo ejercicio. Al año siguiente el Gobierno municipal dio a conocer una iniciativa innovadora que también marcó el camino para actuaciones futuras, puesto que a la elaboración del mapa de recursos escolares de la ciudad le siguieron posteriormente otros proyectos en el campo de la educación, al que Vázquez dedicó una especial atención durante su carrera.

Pero también pronto se produjeron los sinsabores, puesto que en marzo de 1984 los socialistas se quedaron solos al aprobar las cuentas de los festivales de cine organizados en la ciudad en los dos años anteriores. El de 1983 arrojó unas pérdidas de 38 millones de pesetas cuando su presupuesto había sido de 34 millones, lo que motivó la solicitud de una auditoría por parte de La Coruña Unida. El escándalo que generó la gestión de aquel certamen cultural y el consejo de la directora general de Cinematografía, Pilar Miró, hizo que el Ayuntamiento desistiese de organizar más ediciones.

Solo tres días antes de que el ciclón Hortensia barriese la ciudad, otro temporal sacudió el Concello, ya que Vázquez destituyó de sus cargos en el Gobierno local a sus compañeros de partido Segundo Pardo, Enrique Carreira y Pedro Arias por el enfrentamiento que mantenían, en especial por la política urbanística. El Ayuntamiento ultimaba entonces la elaboración del primer plan general y se gestaba la instalación en A Cubela de El Corte Inglés, operación que acabó ante el juez y causó polémica entre los socialistas.

También el plan para construir ocho aparcamientos subterráneos originó controversia en la Corporación y en la ciudad, en especial el proyectado en la plaza de María Pita por el carácter emblemático de este espacio. El 10 de noviembre se aprobaron estas tres grandes iniciativas urbanísticas en una misma sesión, a la que se denominó como "el pleno del siglo", cuya duración superó las 6 horas. Para superar el revés que representaba la pérdida de la mayoría absoluta, Vázquez recurrió a la ayuda de 6 concejales de Coalición Popular -los pertenecientes a Alianza Popular- que decidieron respaldarle al considerarle como la mejor opción para presidir la Corporación. Su actitud fue rechazada por su partido, que acabó por hacérselo pagar al concluir la legislatura apartándoles de las listas.

Pese a que algunos de los protagonistas de aquellas jornadas estiman que Vázquez nunca llegó a ver peligrar su cargo, Segundo Pardo afirma que estuvo "a punto de presentar la dimisión". Lo cierto es que la alianza, primero tácita y después manifiesta con la entrada de concejales de AP en el Gobierno local, permitió al alcalde ceñir el bastón de mando con tranquilidad hasta el final de la legislatura, a pesar de que ya entonces hubo contestación social a algunos de sus proyectos. Emilio Quesada piensa, no obstante, que aquella legislatura "no fue polémica", pero que los partidos que no habían obtenido representación municipal "necesitaban organizar protestas".

"Por fin somos capital de provincia", considera Emilio Quesada que pensaron muchos coruñeses cuando abrieron en la ciudad los primeros centros comerciales durante el mandato de Francisco Vázquez, quien siempre mencionó estas instalaciones como uno de sus logros. La apertura de la Casa de las Ciencias con la presencia de los Reyes fue otro de los hitos de aquella legislatura, así como el convenio con el Ministerio de Defensa para la recuperación de numerosas dependencias militares de la ciudad, entre ellas el monte de San Pedro, Zalaeta y A Maestranza. En este mismo sentido fue el acuerdo con Campsa para que abandonase sus depósitos en A Gaiteira y que años más tarde se construyese allí el parque Europa.

En el lado negativo se situaron hechos como el agujero de casi 700 millones de pesetas que se generó en las arcas municipales por la gestión de la empresa de recaudación contratada por el Ayuntamiento, así como la fuerte contestación social que surgió en torno al aparcamiento de la plaza de María Pita y el fracaso del conocido como proyecto Bofill, que pretendía renovar la fachada marítima de La Marina y acabó sumido en el olvido ante el rechazo que suscitó la imagen de una ciudad que parecía una nueva Atenas.