Todos se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, dice el refranero, y parece tener razón. Con una larga historia de mas de 70 años desde que abrió sus puertas, la Fábrica de Armas de La Coruña llegó a tener en nómina a más de 1.200 empleados, entre los que me conté, ubicados desde los colegios Curros Enríquez y Eusebio da Guarda hasta los pabellones de la Torre, para luego trasladarse a la actual factoría en Pedralonga, desocupando así los centros escolares para su actividad académica.

Hasta el día en que General Dynamics decidió poner punto y final a la vida e historia de esta fábrica de La Coruña, respondiendo los empleados con su disconformidad, sin ceder ni un día en su propósito de mantener la fábrica operativa. A pie partimos con nuestras manifestaciones a la Xunta de Galicia, a la Delegación del Gobierno, y a distintos puntos de la ciudad, siempre con Santa Bárbara presente en los fuertes aguaceros, con paraguas y pancarta clamando: ¡Santa Bárbara non se pecha!

Cuando éramos nosotros los que de verdad nos cerrábamos en Santa Bárbara, esperando que llegase una solución que mantuviera abiertos los portalones y en activo nuestros empleos, unos portalones que ahora permanecen cerrados y que solo permiten la salida, sin ofrecer la entrada.

No les fue fácil a los 60 supervivientes el encierro a que se sometieron dentro de la fábrica, cerrada en todo su contorno con un muro que recordaba al fuerte El Álamo. Las escenas de ver a unos hombres a través de las rejas llorar a sus hijos o niños llamando a sus padres, mujeres dándoles ánimos, y pasando alimentos camuflados. No sé si esto de verdad ya terminó o aún les falta el ataque del general Santa Anna para abandonar El Álamo, pero es que más no se les puede pedir.

Para plasmar la vida de la Fábrica de Armas se necesitarían libros completos, ya que entre sus empleados había un pedigrí hereditario que hacía frecuente la presencia de padres, hijos, hermanos? incluso familias con tres generaciones, como el caso de Alfonso Sánchez, que con su padre y su abuelo formaron una dinastía, o los tres hermanos Cortés Amor acompañados de su padre, igual que la de los otros tres hermanos Teijido Corral y muchísimos más que formaban todo tipo de parentescos.

La vida laboral era larga, sobre los cincuenta años de servicio cumplían la mayoría de sus empleados, incluso los que hubieran sufrido graves accidentes como amputaciones por la acción de las enormes prensas, ya que pasaban a la brigada de vigilancia como rondines hasta alcanzar la jubilación.

Como en toda convivencia, también hubo uniones matrimoniales que partieron de la relación en la misma fábrica y que finalizaron en bodas como las de León y Carmiña o la de Arturo y Teresa, aunque era escasa la plantilla femenina, con presencia solamente en las oficinas y servicios de limpieza.

Desde 1940 la fábrica abrió la escuela dentro de su recinto para ampliar su plantilla de gente cualificada, impartiendo los grados de Formación Profesional y sirviendo también de lanzadera a otras carreras civiles o militares. El personal era civil en todas sus bases y militar en sus cargos, hasta que la empresa pasó a ser civil, llegando en la última década a tener por director a un exalumno de su escuela, algo impensable cuando los mandos se contaban por las puntas de las estrellas de los militares.

La Fábrica de Armas es la última existente en una Coruña que estuvo poblada de muchas e importantes fábricas como la de Tabacos en la Palloza, la de Cerillas por la ronda de Nelle, la de zapatos de Ángel Senra, la del gas en Zalaeta, Fenosa en Fernando Macías, Pebsa en el puerto, Campsa en el parque de Europa, y tantas otras que formaban un buen tejido industrial. Mientras divagan unos y otros por su continuidad, ya solo queda acordarse de Santa Bárbara bendita.