Los hosteleros que a partir de ahora podrán tener hilo musical en sus bares, cafés, café-bares y restaurantes deberán disponer de sistemas limitadores de sus equipos de reproducción o amplificación para controlar ellos mismos las emisiones acústicas a través de mediciones y sonógrafos. El Ayuntamiento establece ahora este deber en el artículo 34 de la nueva ordenanza de prevención de contaminación acústica que comenzó a presentar el martes, en la que detalla para los establecimientos enmarcados en la categoría I B la necesidad de contar con estos sistemas técnicos que la gran mayoría de locales de la ciudad nunca ha tenido.

La instalación de estos equipos obligará a los hosteleros, quienes más han reclamado el derecho a ofrecer música ambiental a los clientes en sus bares, a afrontar un desembolso extra de entre 1.500 y 2.000 euros y la cuota adicional con la que abonar el servicio prestado a empresas especializadas. La ordenanza de ruido vigente hasta ahora, que data de 1997, no indica en ninguna parte la obligación de instalar limitadores, sonógrafos u otros aparatos similares salvo que lo decretase el Ejecutivo local.

"Si en teoría no tenemos derecho a poner música, ¿para qué íbamos a necesitar estos sistemas?", se preguntan varios hosteleros con locales de la categoría I B consultados por este periódico, quienes, sin embargo, han permitido que se escuchase en su interior mediante hilo musical personalizado y con el correspondiente pago anual a la Sociedad General de Autores (SGAE). "Todos ponemos música a riesgo de ser multados", reconocen.

Estos y otros hosteleros de los barrios de Ciudad Vieja, Pescadería y Monte Alto han recibido visitas de policías locales mientras desarrollaban sus actividades, en ocasiones advertidos, supuestamente, por vecinos que se quejan del volumen al que suena la música, circunstancia que pretende evitar la nueva ordenanza de ruido.

Algunos profesionales de la hostelería coruñesa proponen que los medidores se instalen con fines sancionadores solo en caso de que el local haya sido objeto de denuncias, o de lo contrario, un alto número de cafés, bares y restaurantes "en todos los barrios" van a tener que hacer grandes gastos.

El Concello añade a través de la nueva regulación que los titulares de los establecimientos deben contar con un sistema de verificación interno de funcionamiento que permita detectar al inicio de cada sesión musical, posibles manipulaciones o variaciones en la instalación sonora, así como de un micrófono y registro sonográfico o de almacenamiento de niveles de emisión sonora existentes en su local. El sistema debe por un lado impedir la manipulación y por otro permitir la obtención de la información almacenada al Ayuntamiento de forma local y remota. "El coste de transmisión de este equipo correrá a cargo del titular de la actividad", apunta el artículo.

Una vez instalado el equipo, cada hostelero deberá presentar un informe en el que se incluirá, como mínimo, información sobre la instalación musical existente en el momento en que se colocó el limitador-controlador; el plano del local con indicación de la ubicación de los altavoces y la posición del micrófono; y los máximos niveles de emisión sonora a dos metros de distancia de los altavoces una vez limitado el equipo de música. El dueño del local deberá también formalizar el servicio de mantenimiento de su sistema de autocontrol.

Sin autorización del Ayuntamiento, ningún músico podrá interpretar su repertorio en la calle, escenario al que recurren a menudo algunos solistas y grupos locales, especialmente en las zonas comerciales. La nueva ordenanza que regula el ruido en el municipio dicta que en las vías públicas no se permitirá la implantación o el uso de reproductores de voz, amplificadores de sonidos, aparatos de radio o televisión, instrumentos musicales o actuaciones vocales. Salvo que el Concello lo permita.

Músicos que en ocasiones tocan en la calle consultados por este diario admiten que hasta ahora solo contaban con un permiso de la Policía Local y básicamente con la exigencia de no utilizar amplificadores y de actuar solo en horario comercial, como admite un integrante de la banda de blues Miki Nervio & The Bluesmakers, habitual en la Calle Real. Pero estos aparatos sí son empleados por músicos callejeros de la ciudad. Solo las quejas de los vecinos o de los comerciantes -generalmente poco frecuentes- obligan a intervenir a los agentes para obligar a los músicos a cesar en su actividad.

Pero no siempre parece obligatorio pedir autorización municipal para compartir la música en la calle. Una de las mitades del dúo Escuchando Elefantes, a quienes se les ha escuchado en la plaza de Lugo y que han tocado en calles de ciudades europeas, admite que "casi nunca" han recibido respuesta de ayuntamientos cuando les han informado de su intención de tocar en la calle. "Nosotros nos basamos en que sea cual sea el requisito, si molestamos, nos vamos", reconoce.

El grupo municipal del BNG critica al Concello por "autoexcluirse de lo que le exige a los demás" en cuanto a obras susceptibles de producir ruidos en el borrador de la ordenanza de protección contra la contaminación acústica aprobada en Junta de Gobierno. Los nacionalistas subrayan en una nota que mientras el Ayuntamiento "exige ya a los demás -particulares y empresas- la ejecución de la normativa en materia de ruidos por obras" toma su propia ejecución "con calma y sin plazos". El BNG basa su denuncia en que en algunos artículos de la norma se fomenta paulatinamente el uso de maquinaria para contratar obras públicas, suministros y prestación de servicios.