-En España la gente tiene cada vez más la sensación de que su voz no cuenta. ¿En qué se está convirtiendo la democracia?

-La democracia son carcasas vacías que, cada vez, están más atentas de lo formal y más desprovistas de contenido. Vivimos en sociedades formalmente democráticas pero con unas dosis de exclusión social altísimas. Y por tanto, el nivel de violencia que implican es muy alto. La respuesta del Gobierno es insistir en las mismas soluciones que están pudriendo la democracia. La gente está enfadada pero se hace una ley de seguridad que nos retrotrae a tiempos pasados... Estamos viendo cómo el Gobierno quiere cambiar el contrato social y, por tanto, nos estamos jugando la democracia y muchas conquistas del último medio siglo.

-Si eso es así, ¿por qué no reacciona la gente?

-Yo creo que el poder sabe que todo esto que está haciendo lo tiene cogido con las pinzas de nuestro pensamiento. Baste recordar que se expropian de un supermercado cuatro carritos y parece que se hunde el mundo. El poder tiene miedo porque sabe que la gente está completamente harta. La cuestión es que la que gente todavía no sabe el poder que tiene. Por eso hablo de mover ficha. Tenemos que construir un relato en el que la gente identifique que le están dinamitando la democracia y que tiene capacidad para reconstruirla y cambiar las cosas. Ahí está Gamonal o la lucha de los empleados de la basura de Madrid.

-¿En qué consiste esa construcción de un relato alternativo?

-Yo estoy convencido de que tenemos que recuperar nuestra historia. Cuando Franco decía que teníamos que borrar el siglo XIX lo decía porque él sabía que era un siglo con muchos ejemplos de un pueblo insurrecto y desobediente. Ahora también vivimos los tiempos de una gran mentira histórica por culpa de la Transición, que nos obligaba a olvidar el franquismo y, por tanto, la República y el antifranquismo. Tenemos que recuperar la historia para entender los elementos que anticipan nuestra rabia. No es igual una Francia que recuerda la toma de la Bastilla y la lucha contra los nazis, que una España en la que todos esos elementos de lucha popular desaparecen y son sustituidos por un relato mítico en el que el rey es esa figura a lo que se lo debemos todo, cuando realmente es un rey nombrado por la dictadura.

-¿Cómo se explica que, pese al movimiento ciudadano de los últimos años, todo ese descontento no haya podido ser canalizado por ningún partido?

-Venimos de una democracia de baja densidad, la del régimen del 78. Con los pactos de la Moncloa se comenzó un proceso del llamado desencanto donde veíamos que la transición estaba deviniendo en un mero cambio de élites, donde teníamos un régimen de libertades pero que no estaba a la altura de las expectativas de este pueblo. Veíamos cómo los partidos se cartelizaban, convirtiéndose en rehenes de la lógica bipartidista y televisiva. Unos partidos que no han terminado de confiar en la capacidad de autogestión y la militancia termina por no tener herramientas de responder a lo nuevo. La respuesta a la incapacidad de los partidos de representar lo nuevo está en el 15-M.

-En Europa están emergiendo formaciones de extrema derecha. Lo vemos en Francia o Grecia ¿Existe ese riesgo en España?

-En España no hay una extrema derecha parlamentaria es porque ya está dentro del Partido Popular. Pero al mismo tiempo es cierto que al PP le están ya creciendo las contradicciones y que hay amenaza de un nuevo partido a su derecha. El enfado general de la ciudadanía, está dejando un hueco, que o lo ocupa una izquierda radical que pueda dar explicaciones de las insuficiencias del sistema o lo va a ocupar la extrema derecha.

-Muchos hoy, sin embargo, defienden recuperar el espíritu de la Transición y hablan de gobierno de coalición entre PP y PSOE.

-Esas son las ultimas bocanadas de aire del régimen del 78, que está herido de muerte. No hay más que ver la crisis de legitimidad de la monarquía, la judicatura, los partidos, los problemas territoriales... El gobierno de coalición es una trampa con la que bastardear la voluntad popular. El régimen hace aguas y ¿cuál es la propuesta del bipartidismo? Una segunda transición. Pero algunos lo que tenemos claro es que España no necesita una segunda transición sino una primera ruptura.

-La austeridad está casi que constitucionalizada en la actual Unión Europea a través de varios tratados. ¿También hay que romper con la UE o es posible la reforma?

-Hay que buscar sinergias con los demás países europeos que están en la misma situación, como Portugal, Italia, Grecia o incluso Irlanda. Aquí tenemos dos opciones: o seguir con el modelo de la troika, comandado por Alemania y que consiste en trasladar la renta de los países pobres unas minorías ricas de Alemania, o plantarnos y exigir otra Europa. No podemos seguir siendo rehenes de ámbitos que se convierten en cárceles. La eurozona, tal y como está construida actualmente, es una cárcel.