Poco podía sospechar Salvador Bonilla cuando en 1932 abrió un puesto de venta de churros y patatas fritas con el que recorría las ferias de la comarca de Ferrol, que muchos años después su hijo César acabaría por vender estos productos en las tiendas más refinadas de ciudades como Londres, París, Tokio o Boston. Y es que Bonilla a la vista, la marca con la que esta familia ha cumplido ya 82 años de actividad, ya no es solo uno de los referentes inexcusables de A Coruña, donde el creador de la empresa se instaló en 1949, sino en algo capaz de llamar la atención incluso de una firma de moda como la francesa Balmain, que utilizó una de sus populares bolsas de patatas como atrezo de una de las imágenes de su última campaña publicitaria.

"Queremos resaltar la imagen de Bonilla", manifestó ayer el alcalde, Carlos Negreira, durante la visita que efectuó a la fábrica que posee desde 1988 en Sabón, donde dijo que la empresa "está siempre asociada" a A Coruña y que ha sabido "combinar lo tradicional con la innovación".

"Vinimos para A Coruña porque mi padre era un enamorado de esta ciudad", explicó César Bonilla sobre el traslado de la actividad desde Ferrol, a lo que añadió el carácter familiar de esta firma, en la que algunos de los empleos han pasado de padres a hijos. La crisis no parece haber hecho mella en Bonilla, ya que en 2012 aumentó su facturación un 6,5% y en 2013 creció en 100.000 euros para alcanzar los 3 millones, aunque la actividad disminuyó en las churrerías del grupo.

En la actualidad son más de 70 las personas las que trabajan entre la fábrica y los establecimientos, donde se elaboran cada día 25.000 churros y de 4 a 5 toneladas de patatas fritas que se distribuyen en 800 locales de hostelería de la comarca coruñesa. La apuesta por la calidad se traduce en la adquisición de la mayoría de las patatas en Galicia, aunque en función de la época del año también se compran en Lille, al norte de Francia, mientras que los 280.000 litros de aceite de oliva que se consumen al año son suministrados por una empresa de Ourense.

Una de las últimas innovaciones de la empresa son los churros fritos congelados, que solo deben calentarse en el horno tres minutos. "Los inventaron los clientes que los llevaban el día anterior para no tener que levantarse temprano", comentó César Bonilla, para quien es imposible distinguir los frescos de los congelados. "Me gusta lo que hago y hago lo que me gusta", proclamó el veterano empresario, quien expresó al alcalde su deseo de que el centro de A Coruña "se recupere", para lo que sugirió el rescate de ideas como la cobertura de la calle Real, al estilo del galería junto a la plaza del Duomo de Milán.

Bonilla no dudó en revelar el origen del nombre de la empresa, que procede de su padre, un cabo de la Marina que siempre regresaba tarde al barco fondeado en la ría, por lo que tenía que alquilar un chinchorro. Al acercarse al buque, el vigía daba el alto y preguntaba quién llegaba, a lo que él contestaba: "Cabo Bonilla a la vista", denominación que puso después a la churrería porque otros dos hermanos ya tenían las suyas propias y se llamaban Bonilla y Bonilla el pequeño.