A pesar de la insistencia publicitaria de alguna gran empresa cuyo reclamo consiste en hacernos pensar que no somos tontos, la cruda realidad nos plantea serias dudas a este respecto. Hace quince días, una sentencia del Tribunal Europeo puso en evidencia la ilegalidad que suponía el cobro del mal llamado "céntimo sanitario". Digo mal llamado porque en Galicia ese céntimo son cinco en realidad. Y mal llamado también porque ninguna administración ha podido demostrar que ese castigo impositivo fuera destinado en verdad a la asistencia sanitaria para los ciudadanos. La sociedad entendió que dicha sentencia supondría que el Estado tendría que devolvernos lo cobrado ilegalmente y que además significaría una rebaja en el precio de los combustibles de esos cinco céntimos. Esperábamos además que la sentencia repercutiera de manera inmediata en un ahorro para todos. El antecedente de la sentencia europea sobre la doctrina Parot que significó la inmediata puesta en libertad de docenas de asesinos, etarras y violadores que el Gobierno de Rajoy aplicó con increíble celeridad hacía suponer que en el caso del ilegal céntimo sanitario el Gobierno actuaría con similar prontitud. Nada de nada.

Si la liberación de asesinos nos indignó la rebaja del cobro indebido debía de alegrarnos. No parece que el Gobierno esté por la labor de darnos ninguna alegría. Aquella afirmación del entonces candidato Rajoy cuando desde La Coruña anunció que si gobernaba nos haría "más felices" quedó en un titular electoral sin valor alguno.

Lo cierto y verdad es que tras la sentencia europea los ciudadanos seguimos pagando esos cinco céntimos sanitarios y que además no recuperaremos nunca lo que indebidamente se nos ha cobrado. La habilidad torticera de los gobernantes buscó la peor y la más insultante decisión en contra de los ciudadanos. Siendo ilegal el impuesto procedieron a cambiarle el nombre para seguir cobrando lo mismo. Con esta artimaña la hacienda pública dejó de llamarle céntimo sanitario para incluir el impuesto en el general sobre hidrocarburos. Es decir, nos siguen cobrando lo mismo pero con otro nombre y así evitan lo que ellos llaman el doble impuesto. Lo más llamativo es el hecho de que los ciudadanos no reaccionamos ante tal atropello y aceptamos el rejón con una sonrisa. Y yo me pregunto, ¿seremos tontos?