Los últimos cuatro baremos del CIS revelan que ideológicamente la provincia de A Coruña es más de izquierdas que de derechas. Un catedrático, un sociólogo y un expolítico socialista ven "difusa" la línea que diferencia los posicionamientos políticos tradicionales de los ciudadanos -no solo los coruñeses- al entender que hay diversos factores que condicionan la tendencia ideológica a la hora de expresarla en las urnas, donde los resultados muestran mayor inclinación a la derecha. También ahondan en la crisis de los partidos mayoritarios y reflexionan sobre un cambio en el sistema de representación ciudadana.

J. L. Veira: Yo me fío de los datos del CIS porque son coherentes con los de otras encuestas. Cuando se hace esta pregunta sobre autoposicionamiento ideológico en España y en Galicia la respuesta suele ser centro izquierda, más bien orientado a la izquierda. Eso no significa una contradicción con los votos porque hay una pregunta sobre la ideología y otra sobre el voto que se va a emitir, y una cosa no determina la otra al 100%, son cosas distintas. El voto está condicionado por muchos factores, entre ellos la postura ideológica, pero no es el único. Mucha gente puede considerarse de izquierdas, pero por determinadas circunstancias en un momento dado vota a un partido que no es de izquierdas. Y luego está la abstención. Y hay que tener en cuenta que hoy en día ser de izquierdas o de derechas no está claro para mucha gente, la línea que lo separa está algo difusa.

F. Haz: Cierto. Si tendencialmente A Coruña es de izquierdas, ¿por qué no hay una representación política de izquierdas? En el último barómetro del CIS veo que la confianza en las instituciones políticas tiene una nota muy baja. Eso significa que aunque uno se identifique como socialista, que es la tendencia más clara, en cambio, tiene una desconfianza grande hacia el partido que lo representa. Esto es un indicio que explica ese contraste y que requiere un estudio: ¿qué razones hay para que el voto vaya a otras opciones políticas? Por ejemplo, el grado de penetración de los sindicatos agrarios en el rural gallego es muy grande, pero eso luego no se plasma en las elecciones.

A. Campos: Tengo reservas. No creo que a priori A Coruña sea una provincia de izquierdas o que Pontevedra sea de derechas. Hay picos según el liderazgo. El autoposicionamiento ideológico se corresponde con una convicción personal. Puede haber alguien que se posiciona de izquierdas pero ni su talante, comportamiento o actividad cotidiana representan ese posicionamiento. En los medios es frecuente, a veces excesivo, el uso de la palabra libertad pero ni en el fondo ni en la forma quienes la emplean son los mayores defensores de la libertad. Hay un poso pragmático de votantes más vinculados a formaciones de derecha aunque muestran posiciones más progresistas. Al enfrentarse a la urna el gallego suele votar según el innato conservadurismo que la comunidad tiene, aunque lo ha ido perdiendo con el tiempo. Lo que sí ha calado es el concepto democrático de forma profunda, pero aún son vagas las formas de expresar ese concepto.

J. L. Veira: No se puede negar, según los datos, que la mayoría de la población de A Coruña se posiciona hacia la izquierda, pero el autoposicionamiento es subjetivo. Hay gente que se considera progresista en unas materias pero no en otras. ¿Cómo calificamos el nacionalismo? ¿Es de izquierdas, de derechas? Los conceptos de izquierda y derecha empiezan a ser conceptos zombi. Circulan por ahí, pero hay muchos matices. Es la realidad. Uno puede ser de izquierdas en materia social y muy de derechas en materia religiosa o moral. Y eso no es nada incoherente.

F. Haz: Hay posicionamientos de la izquierda que ya no pueden ser apropiados por la izquierda porque han calado en el sentir general de la sociedad. Y conceptos de la derecha, como la defensa de la familia, que han cambiado programas políticos de otros partidos. O los movimientos asociados a la igualdad de género, que tendencialmente son de izquierdas, ahora tienen eco en toda la sociedad española y los partidos de corte conservador han tenido que adaptar sus políticas. Lo que llega al sentir general se desideologiza.

A. Campos: En una tertulia reciente oía decir que este país necesita una regeneración en un partido de derechas como Vox y otro como Ciudadanos. Cada uno se autoubica y se lo cree, pero desde fuera uno se dice que si la derecha de este país es Vox y la izquierda es Ciudadanos, yo creo que tenemos un grave problema. Lo que está erosionado ahora es el bipartidismo, que se ha convertido en partidos dinásticos y esto se parece cada día más a una segunda Restauración. En una reforma constitucional se le tiene que dar vigor al modelo de los partidos, que ni siquiera responden a lo que dice de ellos la Constitución. Dejan mucho que desear como mecanismos de participación ciudadana.

J. L. Veira: Es probable que hoy esté más dividida la izquierda que la derecha si atendemos al número de partidos que la representan. Pero no sé si eso es exactamente una fragmentación.

A. Campos: La derecha es más fácil unirla porque funciona según unos intereses determinados y marcados, mientras que la izquierda, en general, funciona en bases ideológicas y es más fácil conciliar posiciones de pensamiento. La derecha ha incorporado nuevos aspectos sociales que no incluía hace 50 años, pero en la izquierda hay más ideología y más utopistas.

J. L. Veira: Discrepo sobre que la izquierda no tenga intereses claros, también se mueve por ellos, aunque sean los intereses de clase de los que hablaba Marx. La diferencia está en que los procedimientos para conseguirlos son más variados que en la derecha al haber más ideologías en la izquierda.

F. Haz: Los partidos políticos de nuevo cuño no aparecen como alternativas a los partidos tradicionales, sino como alternativas al sistema. Los mayoritarios están en una alternancia de poder que no deja espacio a la participación ciudadana. Las demandas del 15-M, por ejemplo, no aportan nada nuevo, ya que lo único que reivindican quienes se manifiestan son las reglas del juego establecidas desde la Constitución de 1978, ni más ni menos, no piden una revolución. No sé hasta qué punto estos partidos y movimientos pueden pasar de ser una flor de primavera a algo consolidado. Si se llegaran a consolidar como partidos, tendrían que adaptarse a las reglas con las que juegan los partidos mayoritarios de representación pública. Lo que se pide es más bien una reestructuración de las tendencias políticas para saber quién es quién, porque ahora todo está muy difuso y la gente dice que quien gobierna ahora lo hace igual que antes. Por eso los ciudadanos perciben que los políticos y los partidos son un problema. Si alguien no se siente representado por su partido, sea de derechas o de izquierdas, es que el partido político pierde su sentido.

J. L. Veira: El problema es que quienes tienen que resolver el problema son los que lo crearon.

A. Campos: En las últimas elecciones autonómicas, el discurso más fresco y dinámico fue el de un señor de 80 años que llevaba 40 años en política, fue el que más captó con algo que se había montado solo 15 días antes. Así que aquí tenemos un problema, algo no va. La efervescencia de los partidos minoritarios va a tener su punto máximo el día 25 de mayo y ahí se va a acabar, entre otras razones porque en algunos casos es más de lo mismo o porque las elecciones europeas tradicionalmente sirvieron para mostrar el enfado de la ciudadanía. Pero la estructura política hace todo lo posible para alejar estas elecciones del ciudadano, también los eurodiputados, sobre todo para que no se sepa su modus vivendi y modus operandi. Da la sensación de que estamos en un Parlamento virtual donde lo único que no es virtual es la especulación y la corrupción. La realidad estará en los votos de las municipales, autonómicas y generales. Y ahí los partidos mayoritarios son autistas, no ven cosas que el ciudadano ve, como la necesidad de reformar la Constitución o el modelo de Estado.

F. Haz: La pérdida de confianza en las instituciones supone también una pérdida de confianza en la sociedad y hace que la gente ya no se movilice. Eso se plasma en la crisis del asociacionismo y se nota en los sindicatos y las asociaciones vecinales, que dejan de ser elementos de reivindicación política ante las instituciones. Viendo en las encuestas que la participación electoral va a ser muy baja, ¿qué legitimidad tienen los representantes políticos si son tan pocos los que votan?

A. Campos: El ciudadano está tan desconectado de sus políticos que no tiene la mínima idea de quiénes son los diputados y los senadores que lo representan. Con eso lo que sufre es la democracia.

J. L. Veira: Todo esto que estamos diciendo es extrapolable a cualquier localidad. Habrá en todo caso matizaciones condicionadas por la política municipal o por quién es el alcalde.

A. Campos: Pero en muchos aspectos, ¿cuál es la diferencia entre el Gobierno socialista de tantos años en A Coruña y el popular del señor Negreira?

J. L. Veira: Las diferencias pueden estar en logros mayores o menores de cada gobierno, pero realmente no hay mucha diferencia.

F. Haz: La alternancia de poder es algo inherente a la democracia. En algún momento tenía que cambiar de color el Gobierno local.

J. L. Veira: Lo positivo es precisamente que no haya trauma en la alternancia de poder y el cambio de regidor.

A. Campos: En realidad se trata de cambiar unas políticas, que es lo difícil, no un alcalde.

J. L. Veira: Y en época de crisis es más difícil.

A. Campos: Yo creo que A Coruña tiene un grado de conciencia política bastante importante. La indiferencia política de la actualidad es más bien estética que ética. Es decir, el ciudadano percibe el deterioro político, pero afortunadamente no lo asocia con que la democracia es mala.

J. L. Veira: Los valores democráticos están salvaguardados en gran medida.

A. Campos: El ciudadano valora que aquellos que están llamados a representar los valores democráticos no están al nivel que deberían estar. Hay desafección a los gestores y a un funcionamiento político enquistado y sobre todo autista.

F. Haz: Desde hace unos pocos años hay manifestaciones multitudinarias en la ciudad en contra de cosas que antes eran intocables. Eso es un reflejo puntual de que la gente se manifiesta como mecanismo de expresión más que de reinvindicación. En ese sentido la ciudad ha estado viva.