La música a veces es como el boxeo, otras como una batalla en la que matan y mueren "chinos", como un baile entre dos personas que se quieren pero no se lo dicen, o como el fútbol, en el que hace falta "brío" y energía, en el que nadie se rinde hasta que suena el pitido final. Son aproximadamente ochenta músicos y están divididos en dos grupos, por edades, y cada sábado, madrugan para ensayar en el Palacio de la Ópera con la Orquesta de Niños de la Sinfónica de Galicia. La recompensa al esfuerzo que hacen durante todo el año la recibirán el próximo sábado, a las 12.00 horas en el Palacio de la Ópera, ya que podrán mostrar lo aprendido en un concierto de entrada gratuita.

Al salir ayer del que fue su último ensayo del curso, los más pequeños, que tienen entre siete y doce años, aseguraron que, en estos meses de trabajo, lo que les ha enseñado su director, Enrique Iglesias, es "a amar la música". ¿Y eso cómo se hace? "Pues cierras los ojos, la sientes y la escuchas en tu cabeza", explican, con los instrumentos ya guardados en las bolsas y listos para irse a casa, algunos lejos, muy lejos, hasta Ponferrada. Sobre el escenario y desde la posición del director, Iglesias les dice que no importa lo buenos músicos que sean en su casa, tocando solos, porque lo que deben hacer en la orquesta es trabajar en equipo para que el conjunto suene bien. "Siempre nos dice que tenemos que tener un ojo en la partitura, otro en el director, un oído en el instrumento y otro oído en la orquesta", dicen los más pequeños.

Sobre esa base, siguen creciendo, como personas y como músicos y, algunos, consiguen entrar en el siguiente grupo, en el de los niños mayores, que dirige Jorge Montes.

Lía toca el violín y se levanta cada sábado a las 06.30 horas, porque su casa está en Ourense. "Para mí, es uno de los mejores momentos de la semana, vendría todos los días", asegura. A Manuel Vázquez, de 16 años, que toca el contrabajo, le pasa casi lo mismo. "Me cuesta menos venir aquí que a las clases del conservatorio", explica. Dicen que es divertido, que conocen a gente y que pueden tocar en lugares diferentes y que, al final, se crea un grupo que es casi como una familia.

"El nivel individual ha ido creciendo mucho y eso es gracias a los profesores que están trabajando en los conservatorios y en las escuelas de música. Aquí lo que hacemos es aportar nuestro grano de arena en la práctica orquestal", explica Jorge Montes que, el próximo sábado, tendrá también en el escenario a músicos de viento llegados de Ferrol, Santiago, Pontevedra y Lugo, que acompañarán con sus oboes y trompas a los miembros de la orquesta de niños.