Años y años de litigios en los juzgados en defensa de la permanencia de la L al comienzo del nombre de la ciudad tuvieron una importante repercusión económica en las arcas de la ciudad, hasta el punto de que esa letra le costó al Ayuntamiento más de 300.000 euros en gastos judiciales promovidos por el Gobierno local presidido por Francisco Vázquez. Así lo denunció el grupo municipal del BNG a finales de junio de 2005, cuando se conoció la última factura presentada por el abogado Eduardo García de Enterría para defender la postura municipal ante el recurso presentado por la Xunta contra el acuerdo plenario que estableció en 2004 la cooficialidad de los topónimos A Coruña y La Coruña.

La minuta del letrado ascendió a 34.800 euros y se sumó a las que habían sido abonadas en años anteriores por los pleitos promovidos por Vázquez en defensa del nombre de la ciudad en castellano. El entonces portavoz del BNG en el Ayuntamiento, Henrique Tello, calificó de "escandalosos" los gastos reclamados por García de Enterría en aquella factura, ya que advertía de que a esa cifra había que añadir la de los honorarios de los procuradores y de la gestión, así como las costas de la parte contraria en lo que consideraba como "previsible" caso de una "nueva derrota judicial en este asunto".

Tello acertó en su vaticinio, ya que finalmente el fallo del tribunal fue contrario a los intereses coruñeses al estimar que, de acuerdo con la legislación autonómica, el único topónimo válido de la ciudad es el de A Coruña. Para el concejal nacionalista, la suma de 300.000 euros en gastos jurídicos representaba una "inmoralidad", al haberse dedicado los fondos públicos para "defender intereses políticos personales que no interesan a nadie" y que, según él, solo obedecían a "una táctica del alcalde para mantener una polémica falsa".

Durante los años en los que se vivió la pugna entre los detractores y los defensores del topónimo en castellano, el mismo Tello fue uno de los protagonistas, ya que en 1996 fue condenado a un arresto domiciliario por haber arrancado las plantas que formaban la letra L en el nombre de la ciudad existente en un jardín de la avenida de Alfonso Molina. La retirada de esa letra se convirtió en una obsesión para los nacionalistas y el propio Tello se fotografió mientras lo hacía, lo que motivó que fuese sancionado.

Pese a la derrota judicial, Vázquez se mantuvo en sus trece hasta el último momento, hasta el punto de que el día de su despedida del Ayuntamiento hizo interpretar a la Banda Municipal la popular canción La, la, la delante de la estatua de María Pita en un último alegato en favor de la L del topónimo que tantos desvelos le había causado y que tanto dinero costó a la ciudad.