Cinco minutos delante del ordenador y unos clics con el ratón en una serie de anuncios publicitarios eran suficientes para ganar 80 dólares al día (unos 70 euros). Ese fue el gancho que utilizó para atraer a sus víctimas Libertagia, una sociedad constituida en 2013 en Bahamas con 5.000 dólares. Los investigadores estiman que la entidad estafó a casi dos millones de personas de 26 países, tal y como adelantó esta semana El País. Y continúa con su actividad, principalmente en Rusia, India, Pakistán y África. Los afectados calculan que la empresa les adeuda por su trabajo 1.800 millones de dólares y que la compañía se embolsó directamente de pagos de inversores "entre 30 y 50 millones", según informó a este diario el letrado que representa a la plataforma de afectados, Antonio José García Cabrera, de Lemat Abogados.

A Coruña fue un punto clave para la entidad. De hecho, fue escogida por sus dirigentes para captar a víctimas hispanohablantes. Desde la ciudad, según uno de los dos coruñeses que, engañados, ayudaron a poner en marcha el sistema, llegaron a crear una red que alcanzó "a más de medio millón de personas", principalmente de países sudamericanos. "Desde A Coruña se generó casi la mitad de la red a nivel mundial", garantiza Bengy Ponce, uno de los perjudicados.

Libertagia llegó a alquilar un local en la calle Emilio González López, en Os Rosales, ya que su intención era abrir centros de operaciones por todo el mundo. El de la ciudad, sin embargo, no llegó a funcionar, ya que los dos coruñeses que empezaron a trabajar desde A Coruña lo hicieron a través de internet.

La compañía puso su punto de mira en Galicia por la relación de uno de sus responsables, el portugués Rui Pires, con el empresario hostelero Javier Figueiras. El exconductor de autobuses luso, conocido de Figueiras, se desplazó hasta A Coruña y le propuso formar parte del negocio, que funcionaba de forma "multinivel", es decir, que todos los trabajadores tenían las mismas condiciones y comisiones. El objetivo era formar equipos para comercializar los productos que ofrecía Libertagia a través de internet: almacenamiento en una nube, publicidad y sorteos. Figueiras aceptó. Y convenció a Bengy Ponce para que le ayudase en el proyecto.

Ambos empezaron, como casi todas las víctimas, clicando en los anuncios que les ordenaba Libertagia. Tardaban unos veinte minutos al día y cobraban dos dólares. Pero no querían quedarse ahí. La empresa ofrecía dos posibilidades: entrar en las publicidades sin pagar nada a la compañía, es decir, gratis, y percibir dos dólares; o abonar 6.000 euros y adquirir un "paquete" que permitía hacer el mismo trabajo en cinco minutos y cobrar 80 dólares diarios. Todos aspiraban a obtener este nivel, conocido como "visionario". Muchos de los perjudicados entraron en Libertagia sin pagar. Clicaron en numerosos anuncios de internet hasta conseguir ahorrar los 6.000 euros y convertirse en "visionarios".

Hasta ese punto, todo iba bien. Se movían pequeñas cantidades de dinero -dos dólares al día- y, muchos afectados, ni siquiera lo retiraban de su cuenta. Ahorraban para conseguir los 6.000 euros que les permitirían comprar el paquete y cobrar unos 1.600 euros brutos al mes por clicar durante cinco minutos al día en anuncios. Para muchos, sobre todo para las víctimas pobres de países de Sudamérica, era su billete al paraíso. Algunos pedían a Libertagia el reintegro de los dos dólares diarios que ganaban, pero la mayoría se fiaba. No los reclamaba porque se fiaba de la empresa. Solo quería tener en su saldo 6.000 euros y empezar a cobrar 70 euros diarios por el mismo trabajo.

La estafa salió a la luz cuando muchos de los trabajadores se hicieron "visionarios", según cuenta Bengy Ponce, uno de los afectados de A Coruña. Entonces, cuando las víctimas reclamaban su dinero, la compañía les daba largas. Incluso les hizo pagar por unas tarjetas para cobrar que no les sirvieron de nada. A principios de 2015, cuando llevaban meses sin cobrar, las cinco personas "de más rango" de España -dos coruñeses, dos valencianos y un madrileño- se presentaron en Lisboa, donde hay una sede física de la compañía. Allí descubrieron que habían sido timados. Ellos y casi dos millones de personas de todo el mundo -en España calculan que hay 250.000 afectados-.

A algunos Libertagia les adeuda las horas trabajadas y, a muchos, el dinero que pagaron por comprar los paquetes que los convertían en "visionarios", es decir, que les permitían cobrar 1.600 euros al mes por clicar en publicidad durante cinco minutos. La plataforma de afectados sostiene que, la mayoría, adquirió más de un paquete de 6.000 euros, ya que, en teoría, percibías 1.600 euros mensuales por cada uno.

La organización que agrupa a los perjudicados denunció el caso. La Guardia Civil investiga la estafa, en la que presuntamente están implicados los portugueses Cristina Isabel Moreira Vieira, Reinaldo Moreira y Rui Salvador, así como el brasileño Edson Silva, dirigentes de Libertagia. El Juzgado de Instrucción número 5 de Granada dirige la investigación, pero es probable que la Audiencia Nacional se haga cargo del caso, ya que hay víctimas de la estafa en 35 provincias españolas.

El letrado que defiende los intereses de los perjudicados, Antonio José García Cabrera, subraya que se trata de una "estafa piramidal". Así, destaca que Libertagia también utilizaba las denominadas "ventas saldos", es decir, permitía a sus miembros vender a terceras personas los paquetes. De esta forma, el comprador le entregaba al trabajador de la empresa los 6.000 euros en efectivo y, Libertagia, le descontaba los 6.000 euros del dinero que le adeudaba. De esta forma, incentivaba a buscar nuevos clientes.