"No hay datos estadísticos porque, cuando no se quiere hacer visible algo, no se hacen estudios", dice el presidente de la Coordinadora Unificada de Bomberos Profesionales, Juan Carlos Bernabé, sobre la pobreza energética. Esa situación de precariedad en la que se han instalado algunas familias por sus problemas económicos y que les obligan a renunciar a la prevención de incendios en sus viviendas, a sustituir calefactores por braseros y velas por bombillas.

Desde el mes de enero y hasta agosto, Cáritas Interparroquial de A Coruña ha destinado 61.019 euros a emergencias de suministros, son 8.000 euros más de los que invirtió durante todo el ejercicio anterior -52.931,84 euros-. Con estas ayudas, la institución hace frente al pago de recibos de luz y gas -no de agua-, según explica la Isabel Colinas, del departamento de atención primaria de Cáritas Interparroquial de A Coruña.

El perfil de las familias que solicitan este tipo de compensaciones no tienen ingresos o éstos son mínimos, entre 300 y 500 euros. "Normalmente, tienen que hacer frente a una hipoteca o a un alquiler, tienen que alimentarse y hacerse cargo de las facturas y no les da para todo", explica Colinas.

Por su mesa de trabajo pasan casos de todo tipo, desde las personas que destinan casi todos sus ingresos a no perder su vivienda y subsisten como pueden a los que ponen los recibos en segundo plano e intentan solucionar, primero, sus necesidades del día a día, sobre todo cuando tienen menores a su cargo.

"Nosotros hacemos nuestros cálculos locales y el 90% de los siniestros se produce en viviendas con poder adquisitivo muy bajo. La gente no tiene para invertir en prevención y coge una estufa de una tienda de los chinos que no tiene las características mínimas de seguridad y acaba ardiendo porque se queman, no renuevan las instalaciones... Eso ya no es pobreza energética, es pobreza en general. No se le puede decir a una persona que casi no tiene para comer que mantenga las instalaciones de su casa de una manera adecuada", explica el presidente de la Coordinadora unificada de Bomberos Profesionales, que participó en las jornadas de la Semana de la Prevención de Incendios, que se celebraron la semana pasada en la ciudad.

En 2014, el Concello concedió Ayudas de Emergencia Social a 1.337, de las que 675 las recibieron en concepto de subvenciones a la vivienda, tanto para alquileres, hipotecas, mantenimiento y otros gastos derivados de residir en la ciudad. En total, durante el año pasado se ejecutaron 756.556 euros del presupuesto destinado a este programa de emergencia, que tiene otras ayudas complementarias, como, por ejemplo, la compra de material escolar o el gasto sanitario.

"Lo ideal es que, cuando empiece el problema, las familias se pongan en contacto con su parroquia para que, después, podamos darles cita en atención primaria y trabajar con ellas, con informes y con un proyecto para ayudarles a salir de esta problemática", explica Colinas y es que, en ocasiones, llegan usuarios a Cáritas diciendo que justo ese día les cortan la luz de casa por no haber pagado sus facturas y que no ven solución.

En estos casos no está todo perdido, ya que si en la parroquia ven que el problema es urgente, pueden aportar un remedio para esta situación de vulnerabilidad. Tener margen de tiempo para trazar una estrategia es vital, tanto para los usuarios como para los trabajadores de Cáritas, ya que, de estas oficinas, los casos pasan a las del Concello, que es un paso indispensable para conseguir ayudas de emergencia social. El problema -en el que coinciden Colinas y la concejal de Xustiza Social e Coidados, Silvia Cameán- es que la lista de espera, de hasta cuatro meses es demasiado larga para una situación que requiere una intervención rápida. Entre que las familias piden ayudas y reciben una prestación, como puede ser la Risga, pueden pasar siete meses, siete meses en los que hay que combatir el frío y comer cada día.

Hay familias que, ante el primer recibo de luz que no pueden pagar, optan por intentar reducir su consumo, por equilibrar la balanza para ver si el siguiente es tan bajo que consigan hacer frente a los dos juntos, aunque ese planteamiento no siempre trae los resultados esperados.

Colinas recuerda a una mujer que, tras recibir una factura de unos cien euros, dejó de usar la calefacción, el horno, el lavavajillas y redujo las horas en las tenía la luz encendida. "Al final del mes había ahorrado seis euros", explica Colinas, que asegura que, en la ciudad hay "muchas familias que pasan frío" debido a que la factura de la luz ha subido tanto, que no se pueden permitir calentar sus casas en invierno.

"Cuando llevas un caso durante varios meses ya vas viendo el consumo de las familias. En diciembre, ves que sube el recibo de la luz porque como no pongan la calefacción no pueden levantar a los niños y llevarles al colegio", comenta Colinas, que recuerda también el caso de una mujer que vivía en un piso de protección oficial en el que todo era eléctrico y que, al bajar sus ingresos económicos, había hecho la inversión de pasarse a la bombona de butano. En ese caso, había conseguido minimizar el importe de su factura todos los meses. Eso sí, solo cocinaba o utilizaba el calentador cuando tenía bombona.

Colinas sabe que hay familias que pasan frío y que otras, "prácticamente, viven con una bombilla", sin encender ni tocar nada que pueda consumir, porque sus ingresos son demasiado bajos y los recibos muy altos.

Esa precariedad se ve aumentada por los lugares en los que residen estas familias con problemas económicos donde, normalmente, no se hacen reformas, porque la comunidad de vecinos no puede hacer frente a los gastos.

Colinas pone como ejemplos, los edificios antiguos del Agra do Orzán o la calle Barcelona, en los que muchas familias están en la misma situación de precariedad y las familias con problemas se puedan aprovechar del calor que desprende la calefacción de sus vecinos, porque nadie la pone. No quiere decir que la situación ha mejorado, porque es consciente de las citas que tiene marcadas en su agenda, aunque explica que algunos usuarios han "conseguido colocarse temporalmente" y otros ya no se sientan del otro lado de su mesa porque se han ido. Algunos, a sus países de origen, donde quizá tampoco tengan trabajo "pero tienen a su familia" y otros a buscar fortuna en otras latitudes.