El periodista leonés Emilio Gancedo ha recopilado en Palabras mayores. Un viaje por la memoria rural un recorrido por la vida de 25 ancianos de pueblos de toda España, incluyendo la del fotógrafo lucense Baldomero Pestana y el pontevedrés José Fernández Canosa, O gaitheiriño do Piñeiro.

-¿Por qué escribir un libro recuperando voces rurales?

-Trabajo en el Diario de León. Siempre he tenido afán de andar por los pueblos, y desde 2011 tengo una sección que sale los domingos, con voluntad de coger a un personaje leonés y radiografiarlo. Me atrajo la idea de ampliarlo a toda España. Con la crisis, le he dado vueltas a qué podemos aprender de esta gente del rural, que vivió una guerra, una posguerra, pasó hambre. Qué filosofías, valores, que nos pueden servir para hoy en día. La idea era doble: buscar a gente que nos contara cosas que nos sirviesen para nuestro día a día, y hacer un retrato de ese otro país, el del medio rural, que rara vez aparece y cuando lo hace es con un matiz?

-¿Despectivo?

-Sí, de salir en el España Directo, la fiesta local, la receta gastronómica, con algo un poco peyorativo. Hay poca dignidad en los personajes que nos sacan. Desde que hay ciudades se están riendo del pueblo.

-En el libro incluye a Baldomero Pestana, que emigró muy joven a Argentina y acabó viajando por todo el mundo, fotografiando a Roman Polanski, Borges o Vargas Llosa, y a un pontevedrés desconocido, José Fernández. ¿Qué aprendió de ellos?

-Los dos personajes son muy diferentes. El de Lugo es un personaje que no encaja a priori en el perfil de los demás, ya que es conocido, cuando todos los demás son anónimos? Pero encarna muy bien la figura del emigrante, tan importante para Galicia y toda España. O Ghaiteiriño es un personaje totalmente arraigado en su tierra, muy querido por su comunidad. Buscaba expresamente gente que encarnase la esencia de cada territorio. Y este gaiteiro lo encarna. Habla mucho de apariciones, cosa que es muy galaica. Y él no veía un fantasma: él veía una vaca fantasma.

-¿Qué representa?

-Me dijo, como respondiendo a lo obvio: 'A fame, a debilidade'. Fue albañil toda la vida, tuvo ocho hijos, trabajó muchísimo, tuvo que marcharse a Suiza. Allí escuchó el aullido de un lobo o un perro subido al andamio que le caló muy hondo. Bajó, le preguntó a los compañeros, y nadie lo había escuchado. Dos días después le llega una carta diciendo que había muerto su padre. Son cosas insólitas que él contaba con naturalidad. También decía: 'Deus é bo pero o demo tampouco é malo de todo, por iso hai que crer nos dous'. Cree en Dios, pero no en las paparruchas de los curas. Y cree en la tierra, pues es lo fecundo. Es una cosmología muy popular, como de cuento.

-¿Cómo pasa por él la guerra y el periodo franquista?

-Este personaje parece que está un poco al margen de todo. Y es de los que menos detalles se dan. Hay otro de Valladolid, y ahí se ven las diferencias entre los distintos tipos humanos. Al pedirle a este segundo que te cuente su vida, empieza con esa claridad de la meseta a contar desde que nace hasta hoy. José empieza contando por la boda, luego sigue por la Santa Compaña, la mujer intervenía? No había manera de que siguiera un guión.

-El caso de Baldomero es el de alguien que emigra muy joven, triunfa fuera... Pero vuelve a morir a una casa de aldea muy cerca de donde nació.

-Ese personaje, que murió este año, es muy representativo. Empezó en Buenos Aires, de pinche, y vio las pirámides en el forro de una caja de cartón. Y él decía: algún día veré las pirámides. Y las vio, y vio la India, y vio medio mundo. A pesar de eso, él vuelve. Yo lo vi dos años antes de morir, y raras veces he visto en alguien ese grado de satisfacción. Ese decir: se ha cerrado el círculo. Y decía él: yo soy un gallego de última hora. Y otra frase muy buena: de ser el hijo no deseado (era hijo de madre soltera) a ser el hijo predilecto. Eso lo tenía muy a gala.

-Y su don para la fotografía y el dibujo no se hubiera conocido, si hubiera permanecido aquí.

-Claro. Y decía que, por fechas, la Guerra Civil le hubiera tocado de lleno. Y decía que en Argentina adquirió una cultura y una educación que en España hubiera sido imposible. También es ver cómo ha cambiado la cosa.

-¿España se siente orgullosa de su pasado rural, del que provenimos muchos?

-Podemos estar orgullosos los individuos, pero la sociedad no lo ha asimilado. Parece que sigue siendo algo que ocultar. En los medios de comunicación, sobre todo en la tele, lo rural es lo festivo, lo accesorio, lo pintoresco, con todo lo peyorativo. Y la prueba palpable es que se está quedando sin gente, apenas hay servicios. Es un sitio que podría ser autónomo, y el poder quiere tener controlada a la gente. España tiene que reconciliarse y asimilar su pasado rural.

-¿Qué le puede aportar la mentalidad rural a lo urbano?

-La cooperación. ¿Cómo sobrevivió esta gente a cosas tan graves? La gente se ayudaba. Uno de los espejismos que ha creado en nosotros el mundo moderno, es que podemos ser independientes. Nos necesitamos unos a otros. Así nos podemos sentir miembros de una comunidad, aportar cosas y salir adelante.