El Trío Pedrell parece haberse inspirado en la célebre frase de Heráclito "nada permanece, todo cambia" y ha modificado el programa de su concierto por dos veces. Estaban previstos sendos tríos con piano de Haydn, Beethoven y Shostakovich; sin embargo, en el programa de mano disponible en la entrada del concierto los mencionados compositores habían sido sustituidos por Schubert, Turina y Dvorak. Pero la mutación no debió parecer suficiente y antes de abordar la segunda parte del acto musical uno de los miembros de la agrupación anunció que se tocaría el Trío opus 8, de Brahms, en lugar del Trío opus 65, de Dvorak. Si los jóvenes músicos me permiten un consejo, les recomendaría que meditasen bien las obras que van a interpretar y no realicen cambios de última hora que solo traen complicaciones, provocan desconciertos y además causan un efecto desfavorable. El Trío Pedrell se creó hace tres años, de manera que es muy joven; también son jóvenes sus integrantes, y así no es extraño que falte todavía esa ideal compenetración entre ellos, sobre todo en cuanto al balance sonoro, porque la precisión, el encaje, están bastante conseguidos. En términos generales, es loable su forma de tocar utilizando una estimable regulación del volumen; lástima que a veces se produzcan algunos desequilibrios sonoros. Por ejemplo, el violín, en ciertos pasajes, resulta casi inaudible. La perfección se alcanzará con el transcurso del tiempo, con el estudio y con la experiencia de tocar juntos. Versiones estimables de los tríos de Schubert y de Turina. Y sorprendente interpretación del bellísimo Trío de Brahms, obra que al parecer tienen mucho mejor encajada a pesar de su enorme dificultad técnica. Para hacer honor al nombre de la agrupación, los componentes del Trío interpretaron, como bis, el Nocturno, opus 55, del músico catalán Felipe Pedrell, obra tan grata y amable como irrelevante.