Quinito Mourelle, periodista, escritor y músico, presenta hoy a las 20.00 horas con un concierto gratuito en el Museo de Belas Artes su quinto disco como pianista y compositor de jazz, Lontananza.

-Le acompañan el saxofonista Roberto Somoza y el bombardinista Ignacio Fernández. Ya había colaborado con el primero, pero, ¿es la primera vez que trabaja con el segundo?

-Sí. No lo conocía y me llevé una sorpresa muy grata. Creo que la sonoridad del bombardino y su manera de tocarlo le aportan algo muy bonito a mi música.

-¿Cuáles son las influencias musicales de este disco?

-Confluyen la música clásica, de todas las épocas pero sobre todo la del romanticismo y el jazz que se hace en Europa desde los años 70.

-Escribió una novela, Pimienta Negra

-Es una analogía que define un poco mi proceso creativo. Soy tanto novelista como músico, y ambas cosas son realmente lo mismo. Lo mío es contar historias, y lo hago también en música. Aunque sea novelista, siempre me he sentido poeta, y todas mis novelas tienen un trasfondo poético.

-¿Cómo es el proceso creativo?

-A veces la inspiración llega cuando estás improvisando, a veces por un error que te hace descubrir algo, otras veces paseando. Lo que sí quiero con cada composición es, una vez que tengo una idea, realizar un desarrollo narrativo. Hay un tema en el disco, From Quini to Kenny, dedicado al músico Kenny Wheeler. Falleció el año pasado e iba a escribir algo sobre él, pero mi hermano necesitaba el ordenador, así que en vez de ponerme a escribir, me puse a tocar el piano y compuse este tema. Lo que quería contar en palabras lo conté con notas.

-La música deja más a la imaginación que la literatura.

-En literatura intento dejar muchas cosas a la imaginación. Creo que uno de los males de la literatura de nuestros días es que se quiere contar todo, un poco por influencia del cine y la televisión. Lo que me gusta de la literatura son todos los espacios en blanco que quedan y que tiene que reconstruir el lector.

-Uno de sus temas, Beiderbecke, Lehár, Ipanema y medio litro de cerveza de trigo

-En Brasil pasé seis meses hace diez años, y hay otro tema, Floripa, que es la abreviatura de la ciudad brasileña de Florianópolis y le está dedicado. En el último tema cito a Ipanema porque enumero cosas populares pero a la vez sofisticadas. Como lo es la música de Beiderbecke, como lo son las operetas de Lehár, y para mí Ipanema, una playa muy popular y muy conocida, tiene algo sofisticado. Y la cerveza de trigo también tiene algo sofisticado. En el sentido de algo que tiene una elaboración y una inspiración que sobresalen por encima de muchas otras cosas, populares y masivas pero que no tienen calidad

-¿Hay un componente de improvisación en los temas grabados para el disco?

-¡Por supuesto! Hay partes establecidas para que se improvise. Y luego, tocando mientras lo grabábamos, pasaron cosas que no estaban previstas y que incluimos.

-Es músico, periodista y literato. ¿Qué empezó antes?

-Es un poco lo del huevo y la gallina, no sé qué surgió antes. La música me llamó la atención desde muy pequeño, aunque no fui un músico precoz. Eso sí, cuando dejé el conservatorio, en segundo de piano cuando tenía trece o catorce años, seguí tocando por mi cuenta. Escribir exactamente igual, me gustaba desde pequeño. Empecé con poemas, luego cuentos. El periodismo vino después, pero no tengo vocación periodística. La música y la escritura sí que son vocaciones.