El pasado lunes, día de los Santos Inocentes, en las postrimerías del año 2015, tuvimos una función de zarzuela. Menos es nada; pero este público, que abarrota el teatro y se entusiasma cuando se pone en escena alguna obra de nuestro género lírico, merecería una más amplia programación a lo largo del año. Y la compañía que acaba de visitarnos tiene en repertorio más de dos docenas de títulos; así que hay donde elegir. Entre las agrupaciones de zarzuela que nos han visitado en estos últimos años, ésta es probablemente la que ofrece mejores prestaciones. Dentro de la modestia de medios con que se desenvuelven estas formaciones, la que dirige el maestro San Mateo plantea una puesta en escena sencilla, pero aceptable, con decorados más que decentes y un vestuario que en muchos momentos resulta brillante (una excepción: el de la "Casta", en verdad incomprensible). Por ejemplo, en algunos cuadros de la Antología, como los de Gigantes y cabezudos o el de La leyenda del beso. El intermedio de La boda de Luís Alonso, danzado por dos parejas de bailarines, fue sin duda el mejor momento de la velada, a pesar de que un fallo deslució la parte orquestal que estaba saliendo muy bien. La orquesta es la parte más débil de la agrupación; sobre todo por su exiguo tamaño. Es una lástima que no se busquen refuerzos locales como se ha hecho ya en otras oportunidades: muchos jóvenes de nuestros dos conservatorios, que tienen un nivel más que notable, seguramente estarían encantados de colaborar y los resultados serían muy otros. Breves palabras para los principales papeles en La verbena de la Paloma. María José Molina es una notable "Susana"; excelente, Rosa Ruiz, mezzosoprano, en la "Seña Rita"; Jesús Lumbreras, notable actor, hace un correcto "Don Hilarión", aunque muy alejado del habitual viejo verde que definió para siempre Miguel Ligero; Gonzalo Terán, tenor, cantó un aceptable Julián: registro agudo muy bello, timbrado, con las notas siempre bien situadas; pero, en el central, la voz se destempla, pierde brillo y tremola. Amparo Madrigal conquistó al público con el extraordinario personaje de la "Tía Antonia", al que sólo le faltó una voz un poco más aguardentosa, al estilo tradicional. Como siempre, guardias y sereno remedaron un acento gallego que no existe más que en la ficción teatral.