Manuel Vilas (Huesca, 1962), narrador y poeta, acaba de publicar la novela Setecientos millones de rinocerontes, en la que reflexiona sobre la condición humana a través de los pacientes de un psicoterapeuta. Hoy se encontrará con los lectores a las 18.30 horas en el salón de actos de la UNED, en el ciclo La creación literaria y sus autores.

-¿Por qué ha ambientado el libro en un futuro próximo?

-Si pones la acción de una novela en el futuro iluminas el presente. Al proponer saltos evolutivos dices cuáles son las deficiencias políticas, sociales y morales de la sociedad.

-Usa al rinoceronte como metáfora del ser humano.

-Del rinoceronte me fascinó cuál es su significado en el mundo. En los libros de animales todos tienen un significado concreto en relación con el hombre: el perro es la fidelidad, el león la fiereza, el zorro la astucia? Como animal, el rinoceronte podía reproducir el enigma de la condición humana de una forma visual y expresiva.

-Y la existencia del ser humano no tiene un sentido definido.

-Es un misterio. Llevamos 2.000 años de historia y no sabemos qué somos. Me parecía que el rinoceronte reproducía la permanencia de ese enigma. Tiene esa contundencia prehistórica, es una especie de recordatorio de que desde la antigüedad seguimos con el enigma de la identidad del ser humano.

-¿Cree que hay una respuesta?

-No (ríe). Ese es el problema. Ahora murió David Bowie y la gente llora que alguien que había representado la fuerza de la juventud, haya sucumbido a algo tan vulgar como la muerte sin haber averiguado qué es la vida.

-En el libro incluye como coro de ángeles a un grupo de ídolos del rock muertos.

-Antropológicamente, los santos del pop equivalen al santoral antiguo. Sus comportamientos son muy parecidos. La tumba de Morrison en París, es un sitio de oración; oración posmoderna, pero oración.

-Y hay una relación entre el mártir y los rockeros muertos en su juventud.

-Efectivamente. Al santo cristiano lo devoran los leones, al santo pop lo devora la droga.

-¿Qué simbolizan?

-Tienen el significado de la búsqueda de un plus en la vida. La gente adora a los héroes del pop porque fueron buscadores. En términos de Roberto Bolaño, son detectives salvajes, gente que investiga la vida y pone la suya en riesgo, y eso es lo que fascina a la gente. Los santos antiguos ponían su vida en riesgo por una creencia. Ahora se trata de la creencia en Dios, sino en una vida más apasionada y más radical.

-Usted cuenta que se convirtió en literato porque no pudo ser cantante de rock.

-Sí. A mí la literatura me fascina porque en ella hay energía. El rock, así como el arte que a mí me interesa, están llenos de energía humana. De ganas de vivir y de que llegue la alegría, la pasión, vivir todo lo que uno pueda. Eso lo he visto mucho en el rock y quiero que mis libros reproduzcan esa energía vital.

-En el libro habla del divorcio y la destrucción de la familia

-Es un tema fundamental para mí, y el libro que estoy escribiendo trata sobre eso. La familia sigue siendo el lugar de la no alienación, el único sitio donde el capitalismo respeta la creación de relaciones humanas verdaderas. Las relaciones laborales o de amistad ya están bajo la depredación del capitalismo. Pero si tienes un problema económico probablemente los únicos que te den dinero en este mundo sean tu padre y tu hermano, por ponerlo de forma clara.

-Habla de relaciones de sangre, pero los matrimonios son hoy en día más frágiles.

-Me interesaban mucho las relaciones de padres e hijos. Las relaciones de sangre son las que parece que son irrompibles.

-Otro de los temas que trata en el libro es el envejecimiento.

-Cumplir años y ver que tienes más vida vivida que vida por vivir hace que reorientes el sentido de la vida. Es el abatimiento ante la idea de que te vas a morir. La muerte no tiene en sí contenido literario, desde el punto de vista narrativo es una zona muerta. A menos que te inventes un libro de fantasmas, pero entonces son muertos vivientes: están haciendo cosas de vivos (ríe).

-¿Qué ideas le provoca el proceso de envejecer?

-En mi caso hay una emoción profunda relacionada con la memoria. Cada vez soy más proustiano, en la exaltación del pasado y el intento de reconstrucción de la vida pasada. La memoria es el único bálsamo. El otro día decía una escritora americana que preferiría morir antes que perder la memoria. Si pierdes la memoria lo pierdes todo.

-Empezando por la identidad.

-Claro. Y cuando cumples años, la memoria es el único comprobante y testimonio de que has estado vivo, y te aferras a ella como un loco.

-En Setecientos millones de rinocerontes

-Yo no bebo pero he bebido mucho. El alcoholismo tiene mucho que ver con la literatura: Fitzgerald, Hemingway, Joyce? El alcohol es una exaltación de la realidad muy parecida a lo que hace la literatura, de ahí la concomitancia. Alcohol y literatura son una especie de explosión, de combustión, el fuego de la vida. El bebedor recibe del alcohol una gran alegría sobre la vida; y la literatura en el escritor provoca lo mismo. Ambos provocan una gran pasión por estar vivo, y por eso están tan juntos.

-Pero hay un componente destructivo, al menos el alcohol.

-En los casos ilustres en la literatura el alcoholismo lleva a la muerte. Muchos escritores han pensado que sin alcohol no podrían escribir y es mentira, se escribe mejor. También tiene que ver con la juventud y la forma de vida occidental.

-Dio clases en un instituto muchos años. ¿Qué conclusiones ha sacado de esa experiencia?

-Es injusto lo que están haciendo con los chicos, a los que el sistema educativo estigmatiza como ignorantes. No se puede estigmatizar a un chaval porque no sepa hacer integrales, no sepa quién es Lope de Vega o escriba con faltas de ortografía. Los chicos a los que he dado clase eran auténticas maravillas, inteligentísimos y gente extraordinaria. Pero no puedes pretender que un chaval de 15 años aprenda lo que a ti te parezca relevante. En un instituto actual estás enseñando lo mismo que enseñabas hace medio siglo, mientras que los chavales son distintos, están en otro mundo. Hay que investigar en educación, sin prejuzgar, y ver qué quieren saber los jóvenes. No se trata de suspender, sino de sacar adelante a los chavales, y no engrosar las bolsas de fracaso escolar. Un profesor debe primero hacer felices a sus alumnos, y, desde allí, empezar a enseñar.