La coruñesa Amanda Barciela vive en la selva en Segou (Senegal), rodeada de animales salvajes y de algunas de las serpientes más mortíferas del planeta. Y no tiene miedo. Ni siquiera cuando se cruzó con la temida mamba negra. Porque su trabajo como bióloga en el Instituto Jane Goodall, para el que estudia el comportamiento de los chimpancés, lo compensa todo, incluso la morriña de estar a más de 3.000 kilómetros de casa.

-¿En qué consiste su trabajo?

-Hago el seguimiento ecológico de un grupo de chimpancés. Los intento localizar a lo largo del año y averiguar sus zonas de alimentación y descaso. Duermen en nidos y hacen uno nuevo cada noche. Eso te permite saber por qué zonas van pasando y registrar sus movimientos. También intento detectar de qué se alimentan y dónde beben. Y si es posible, encontrar físicamente al grupo para saber cuántos miembros son, cómo está compuesto y sus costumbres.

-¿No hay contacto directo?

-Tenemos una distancia mínima. Incluso si algún chimpancé se muestra curioso y se nos acerca, nosotros damos un paso atrás para mantener esa distancia porque son animales salvajes y queremos que sigan siéndolo.

-La realidad no se parece en nada a la ficción.

-Antes la investigación era distinta. Tanto Dian Fossey como Jane Goodall se aproximaban mucho a los chimpancés y su objetivo era integrarse en el grupo. Ahora se observa desde fuera. Gorilas en la niebla no es tanta ficción, pero eso hoy en día ya no se hace.

-Los chimpancés son los animales más parecidos al hombre. ¿Hay humanos más animales que los chimpancés y chimpancés más humanos que el hombre?

-Desde luego. Pero pese a que los idealizamos, también tienen conductas violentas y agresivas. Incluso existen guerras entre ellos por defensa de territorios y por conquista. Grupos de machos que se organizan para atacar a otro grupo y conquistar su territorio. Son más hippies los bonobos. Una especie que se parece mucho, pero con alguna diferencia morfológica y que tiende menos a la agresividad.

-¿Los chimpancés son muy maltratados por el hombre?

-Por suerte, en Senegal no cazan ni para alimentación ni para mascotismo. Pero en el Centro de Rehabilitación de Tchimpounga (Congo) hay historias duras. Como la de Ansak, que los cazadores le cortaron un brazo para separarla de su madre; o la de Lema, que los humanos le contagiaron la polio y no puede mover las piernas.

-¿Es cierto que son capaces de sentir amistad?

-Hay una actividad específica de chimpancés que se llama grooming que es la exploración en la que se quitan parásitos y pieles muertas y es sobre todo una interacción social, una manera de comunicarse entre ellos y mostrarse afecto. Es muy fácil ver las relaciones porque los que mejor se llevan, se hacen más grooming. Hay chimpancés que están casi siempre juntos y los que no suelen coincidir, suele significar algo.

-¿Qué es lo que más le ha sorprendido de su conducta?

-Para mí lo más sorprendente es la mirada de un chimpancé. El momento que te encuentras con él, decide no marcharse y te mira. Tienes ese contacto de ojos con ojos y puedes ver dentro de él. Incluso te llegas a preguntar quién está estudiando a quién.

-Vive rodeada de peligros, ¿ha sentido miedo alguna vez?

-Contadas veces. Muchas, más que miedo fue un subidón de adrenalina. Como cuando me encontré con la mamba negra, la serpiente más letal del mundo. Estaba a diez metros, un paso en falso me podía costar la vida. Y yo quería conseguir una buena foto. Tuve más miedo cuando a mi hermano pequeño, de ocho años, le mordió una víbora. En mi pueblo también hay un leopardo, pero solo lo ha visto mi guía y se le escucha por las noches. Las comunicaciones son complicadas, no hay cobertura... todo da su respeto, pero no miedo.

-Todo lo contrario, se siente una privilegiada.

-No hay mucha gente dispuesta a hacer lo que yo hago, pero yo me siento una privilegiada. Es duro estar fuera de casa. Todos tenemos momentos en los que dejaríamos todo y volveríamos corriendo. Pero cuando estás en el trabajo, ves los resultados, encuentras al grupo de chimpancés... compensa. Somos una familia tanto con la gente local con la que vivimos como con la del equipo de trabajo.

-Cuando vuelve a A Coruña, da charlas en guarderías y colegios. ¿Con qué objetivo?

-Como parte de la campaña Movilízate vamos a guarderías, colegios, universidades... intentamos abarcar todos los rangos de edad. El objetivo es la sensibilización del problema del coltán, mineral con el que se fabrican los móviles y que se extrae principalmente de minas africanas, e intentar que la solución pase por nuestra campaña de reciclaje de móviles.

-¿Por qué es tan importante frenar la extracción del coltán?

-Porque provoca muchas muertes a causa del conflicto bélico. Se calcula que hay cinco millones de muertos y dos millones de refugiados. Las guerrillas luchan entre ellas por el control de las minas y es una fuente de financiación para las armas. Las mayores perjudicadas son las mujeres. La violencia sexual en Congo es espeluznante. El 60% de las mujeres han sufrido abuso sexual. También lo padecen los niños, pues los utilizan como soldados y mano de obra esclavizada. Se cree que por cada kilo de coltán extraído han muerto dos niños. Y por último, está la deforestación. El 70% del agua de África está en la selva del Congo y la están eliminando... y toda la fauna que vive allí se queda sin hábitat.

-¿Responden bien los niños?

-Por lo general sí. Tienen una mente más abierta. Ellos no saben que esto está pasando en el mundo y les sorprende que les digas que pueden hacer algo para cambiarlo. Suelen tener una respuesta muy positiva. Se nota porque las recogidas de móviles en los colegios son un éxito. Me gusta que se acerquen a mí y quieran hacer algo.