Ha pasado un año desde que Xulio Ferreiro diese el paso que le abocaría a abandonar el anonimato. El 25 de febrero de 2015, este diario publicó que sería el candidato de Marea Atlántica a la Alcaldía de A Coruñacandidato Marea Atlántica a la Alcaldía de A Coruña. A las 23.59 horas del día anterior se había cerrado el plazo para inscribirse y el nombre del profesor de Derecho Procesal de la Universidade da Coruña era el único que se había presentado en el registro. Entonces, compartió portada con el último debate sobre el Estado de la Nación de la legislatura de Mariano Rajoy como presidente y con un temporal que dejó una ola de más de diez metros en cabo Vilán.

El movimiento político que había nacido con una reunión en la explanada de Las Esclavas (desde entonces, A Ribeira do Cómaro) avanzaba hacia María Pita. A partir de ahí, empezaron las entrevistas, la elaboración de la listalista, la presentación del proyecto, la configuración del programa y, después, la precampaña y la campaña, las 99 medidas para el 99% y, en tres meses escasos, un mitin con Pablo Iglesias y la noche electoral, que le acostó como vencedor de los comicios por tan solo cuatro votos.

Dice Xulio Ferreiro que es "el mismo" que hace un año, aunque su vida haya "cambiado mucho" desde aquel 25 de febrero del año pasado. Si echa la vista atrás el alcalde recuerda una "mañana algo agitada", que no empezaba como la de los demás miércoles del curso. Él iba a dar clase a la Universidad, sí, pero al entrar se encontró "con todo el aula revolucionada, con los ordenadores encendidos" y con infinidad de preguntas por contestar, más de política que de procesos judiciales.

"Desde ese día tuve que habituarme a los cambios como, por ejemplo, a atender a los medios de comunicación, algo en lo que apenas tenía experiencia y que ahora hago mucho y forma parte de mis obligaciones", explica Xulio Ferreiro, que renunció el lunes 23 de febrero de 2015 -dos días antes de saber que era el único candidato a encabezar la lista de Marea Atlántica a la Alcaldía- a su plaza de magistrado suplente en la Audiencia Provincial de Lugo.

Pasar de ser un rostro conocido más allá del ámbito familiar y del Derecho fue un proceso muy rápido en la era de las redes sociales. "Noto que la gente me mira cuando ando por la calle y la verdad es que muchos me paran y me felicitan o me dan ánimos, también me comentan quejas cuando las tienen", explica el regidor y añade: "Esto de la calle ya me pasaba como candidato, cuando me decían mucho lo de: '¡Dales caña, Xulio!". Para el alcalde es "significativo" que, tanto antes como ahora, la gente se dirija a él por su nombre, sin adornos ni cargos. "Me llaman Xulio por la calle, con naturalidad. Eso es bonito", resume.

"El hecho de que en su día yo fuese elegido por consenso y con la aprobación de tantos compañeros y compañeras es de agradecer y demuestra que las cosas se pueden y deben hacerse así, desde abajo", comenta Ferreiro, que se declara convencido de que su paso de "totalmente desconocido" a alcalde es una prueba de que "el trabajo colectivo y en red funciona también en la política".

Tras 365 días siendo una figura pública dice que intenta "hacer las mismas cosas que antes", quedar "con los mismos amigos" e "ir a los mismos sitios", aunque no siempre pueda cumplirlo. Pone dos ejemplos deportivos, de no haber sido el Xulio Ferreiro que el 25 de febrero de 2015 dio el paso a la política municipal, hubiese ido el pasado fin de semana a la Copa del Rey de Baloncesto con sus compañeros y no estaría sentado en el palco de autoridades del Coliseum. Eso sí, alcalde o no, sigue yendo a la grada de General para ver al Deportivo en Riazor.

Llegó el puño en alto, la promesa de gobernar "con sentidiño" y, tras la resaca, el recuento con sus reclamaciones, que le colocaron un puñado de papeletas por debajo de Carlos Negreira, al que las urnas le habían arrebatado la mayoría absoluta con la misma rapidez con la que se la habían entregado. Y, tras el asalto, tras las puertas abiertas de María Pita, llegó la realidad de la política municipal, el cara a cara con la oposición, las mesas de negociación que, finalmente, le llevaron a la investidura y a iniciar el mandato con un gobierno en minoría, obligado a sumar apoyos de quien esté dispuesto a dárselos.